¿Cuánto metano generan los gases de las vacas y cómo se puede reducir?
Saber cuánto metano produce el ganado vacuno no es sencillo. La FAO estima que la ganadería genera alrededor del 12 % de los gases de efecto invernadero (GEI). De estos, los rumiantes, en su proceso digestivo, originan cerca del 70%. Modificar la alimentación de la cabaña ganadera o promover los sistemas intensivos son algunas de las soluciones.
La familia Brades ha criado vacas en el valle del río Lune durante tres generaciones. Pero en su granja situada en el corazón de la campiña inglesa las cosas han cambiado mucho en los últimos años. Hoy Brades Farm es conocida por sus leches especializadas para baristas y reposteros. Y sus vacas reciben desde 2018 un suplemento alimenticio a base de ajo y naranja agria para mejorar sus procesos digestivos y reducir las emisiones de metano del ganado en hasta un 38 %. Pero, ¿por qué es necesario cambiar la forma en que se alimentan sus vacas y reducir los gases que generan?
El complemento que administran en la granja inglesa, desarrollado por la startup Mootral, es sólo una de las muchas formas de reducir el metano en las explotaciones agrícolas. A través de cambios en la alimentación, en la gestión del ganado o en el manejo de los subproductos de la granja, el sector ganadero está iniciando el proceso de transformación necesario para reducir las emisiones de uno de los gases clave en el cambio climático: el metano.
El gas metano y su impacto en el planeta
El metano, formado por carbono e hidrógeno, es un gas de gran potencial de efecto invernadero. El panel intergubernamental del cambio climático (IPCC, por sus siglas en inglés) calcula en su último informe que una cuarta parte del calentamiento de la atmósfera es atribuible a este gas. Además, señala que el metano producido por las actividades humanas es el segundo mayor contribuidor al cambio climático, solo por detrás del dióxido de carbono (CO2). De hecho, el metano tiene un potencial de calentamiento en la atmósfera 80 veces superior al CO2. La parte positiva es que se degrada con rapidez, en unos 10 o 15 años, mientras el CO2 permanece activo durante más de 1.000 años.
De acuerdo con el programa de Naciones Unidas para el Medioambiente (UNEP), para frenar la subida de la temperatura global en 1,5 °C respecto a la temperatura media preindustrial es necesario reducir las emisiones de metano alrededor de un 40% de aquí a 2030. Esta reducción evitaría casi 0,3 °C de calentamiento para 2045 y complementaría los esfuerzos de reducción de CO2 para mitigar el cambio climático a largo plazo. Con estos datos en mente, en 2021 se firmó el Global Methane Pledge para reducir un 30 % las emisiones de metano antes del final de la década. Más de 100 países, responsables del 45 % de las emisiones de metano de origen humano, se han sumado ya a este pacto.
“Saber con exactitud cuánto metano producen las vacas es difícil. La ganadería en conjunto contribuye en torno a un 11 % de las emisiones de gases de efecto invernadero y los rumiantes generan entre el 60 y el 70 % de estas”, explica Fernando Estellés Barber, ingeniero agrónomo, investigador y profesor titular en la Universitat Politècnica de Valencia (UPV). “Las emisiones totales de la ganadería no solo proceden de la digestión entérica (un proceso de fermentación que se da en uno de los cuatro estómagos de los rumiantes y que genera metano), sino también de la gestión de los purines, que emiten otros gases de efecto invernadero como el óxido nitroso, y del gasto energético de la granja y de la producción de alimentos”.
La complejidad para determinar la responsabilidad del sector ganadero en el total de emisiones contaminantes se aprecia también en los datos de referencia. Según la EPA (Agencia de Protección Ambiental de EE. UU.), el metano –segundo gas de efecto invernadero más abundante después del CO2– representó en 2022 el 12 % de las emisiones en Estados Unidos, y de este porcentaje, el 25 % pertenecían a la fermentación entérica (proceso digestivo del ganado). Mientras que la FAO, organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, asegura que las emisiones de la ganadería a nivel mundial representan el 12 % de las toneladas totales. Y de ellas, las vinculadas con los eructos de los animales y la fermentación del estiércol suponen el 60 %.
Además, no todo el ganado, ni todos los rumiantes, ni todas las vacas producen la misma cantidad de metano2. De acuerdo con la Agriculture and Food Development Authority de Irlanda (TEAGASC), referencia europea en investigación agrícola, una vaca de 500 kilos con una dieta a base de alimentos concentrados, como el pienso, produce 230 gramos de metano por día, mientras una vaca lechera del mismo peso que se alimenta en un pastizal al aire libre emite alrededor de 320 gramos diarios. Para tener una imagen lo más exacta posible, en esta ecuación también habría que incluir el gasto energético de producir ese concentrado y los beneficios ambientales de los pastos y la ganadería extensiva.
“Por todo esto, es muy difícil traducir una actividad como la ganadería en impacto climático. Primero, debemos tener en cuenta el tiempo del metano y el del CO2 en la atmósfera, ya que a largo plazo el potencial de calentamiento del primero se diluye. Y después tenemos que pensar que los rumiantes que están en pastoreo, en realidad, están reemplazando a otros rumiantes salvajes. Si los quitamos, es probable que el espacio se llene con ciervos, corzos o rebecos, que producen también metano con su digestión”, añade el investigador.
Soluciones para reducir el metano del ganado
Alrededor del debate sobre ganadería y emisiones se han puesto muchas soluciones sobre la mesa, desde reducir o eliminar el consumo de carne y otros productos animales hasta la introducción de suplementos innovadores en la dieta del ganado para optimizar su proceso digestivo.
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Reducir el consumo de carne
La reducción del consumo de carne es probablemente el punto más polémico de las medidas propuestas para recortar las emisiones de gases de efecto invernadero de la ganadería. Tiene fuertes implicaciones culturales y, además, su impacto no siempre es fácil de calcular. Sin embargo, un estudio publicado el año pasado señaló que una dieta vegana causaba un 75% menos de emisiones de gases de efecto invernadero, consumo de agua y destrucción de ecosistemas que una dieta de alto consumo de carne (más de 100 gramos al día). El IPCC también recoge que la reducción de la ingesta de carne es uno de los cambios de hábitos de mayor impacto positivo en la lucha contra el cambio climático.
“Es un tema escabroso, pero está claro que en los países desarrollados consumimos demasiada carne. En realidad, consumimos demasiado en general”, señala Fernando Estellés Barber. “Creo que la vía es producir mejor, en mejores condiciones y con menos emisiones y la reducción de consumo debería separarse de la palabra carne, porque lo que necesitamos es frenar el consumo en general en nuestro día a día”.
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Ganadería intensiva frente a extensiva
“Los sistemas intensivos y, sobre todo, los basados en animales no rumiantes como pollos y cerdos son muy eficientes. Su huella de carbono es mucho más baja. Mientras, los sistemas extensivos con pastoreo de rumiantes generan más emisiones y son poco eficientes”, añade el experto. “Pero el problema está en que las emisiones de la ganadería intensiva se deben en su mayor parte a la quema de combustibles fósiles, mientras que el metano que genera la extensiva se degrada rápido y forma parte en cierta manera del ciclo natural del carbono”.
Para Estellés, además, para formarse una imagen completa hay que tener en cuenta los otros beneficios sociales y ambientales de la ganadería extensiva, como la fijación de población rural, el mantenimiento de los ecosistemas naturales o la mejora de la calidad del suelo, lo que a su vez favorece que crezca más vegetación y refuerza la absorción de CO2 de la atmósfera mediante la fotosíntesis. “Todo esto, claro, es muy difícil de medir, de ahí que haya tantos problemas para dar una respuesta concreta sobre qué sistema es mejor”, señala.
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Alimentación, eficiencia y tecnología
A nivel de ganadería intensiva, en los últimos años se han venido probando otras soluciones más innovadoras para reducir el metano. Una parte importante tiene que ver con los cambios en la alimentación del ganado, bien introduciendo complementos como el de la empresa Mootral y otros que se están investigando a base de algas o bien integrando el uso de subproductos o residuos que antes se tiraban, para así reducir las emisiones en el ciclo completo. Por otra parte, es importante mejorar la gestión del estiércol, que también es una fuente importante de gases de efecto invernadero.
“A nivel global, es clave aumentar la eficiencia de los sistemas de producción. En los países desarrollados ya no hay mucho margen, pero por ejemplo hay zonas en el planeta donde todavía se muere mucho ganado por enfermedades, con lo cual se desperdicia gran cantidad de alimentos y recursos”, explica el investigador de la UPV. “En general, hablamos de tres grandes vías de actuación: mejorar la eficiencia de los sistemas, introducir cambios en la alimentación y optimizar la gestión del estiércol”.
A nivel extensivo, el margen de innovación es más reducido porque no se tiene tanto control sobre el ganado y su alimentación. Sin embargo, señala el investigador de la Universitat Politècnica de Valencia (UPV), las tecnologías de seguimiento con GPS e internet de las cosas (IoT) están permitiendo mejorar la gestión de estas cabañas ganaderas y controlar que se alimenten de la mejor manera posible. “Además, hay que pensar que cuanto más extensivos son los sistemas más se parecen a la fauna silvestre natural y más replican los ciclos naturales, por lo que su impacto climático real no es tan alto”, concluye el experto.