Cuando el clima nos aleja del hogar: ¿Qué son las migraciones climáticas?
En 2021, más de 38 millones de personas se vieron forzadas a desplazarse de su hogar por desastres naturales. De ellas, más de 22 tuvieron que migrar por fenómenos relacionados con el clima: riadas, incendios forestales, sequías o temperaturas extremas. Muchos de estos refugiados climáticos son casi invisibles.
El 3 de noviembre de 2020, los habitantes de Puerto Cabezas, en Nicaragüa, se prepararon para recibir el huracán Eta. La tormenta azotó con tanta fuerza este rincón de la costa atlántica que los tejados de las casas volaron, los árboles se quebraron y las redes de suministro de agua y de luz quedaron destrozadas.
Cientos de personas abandonaron sus hogares. No se imaginaban que, apenas dos semanas después, otra tormenta – el huracán Iota– seguiría una trayectoria muy similar e impactaría prácticamente en la misma zona. La mayoría de los que se habían desplazado buscando refugio en otras localidades se vieron obligados a volver a migrar.
Más al norte, en EE. UU., los incendios han dejado sin hogar a miles de personas en los últimos años. Y al otro lado del océano Atlántico, en las zonas más castigadas de África, la sequía se expande dejando a numerosas comunidades sin sus principales medios de vida.
Cada vez que una familia recoge sus pertenencias y se dispone a buscar un nuevo lugar donde vivir debido a causas relacionadas con el calentamiento global, se suma una migración climática a una lista que no para de crecer. Se trata de uno de los impactos más graves del cambio climático, a pesar de la escasa relevancia que tiene en la opinión pública.
El mapa de las migraciones climáticas
La Organización Internacional para las Migraciones (OIM) define las migraciones climáticas como el traslado de una o varias personas que abandonan su lugar de residencia habitual debido a los efectos del cambio climático. Algunos de estos refugiados climáticos migran más allá de sus fronteras; otros, se mueven dentro de sus propios países. En estos casos, hablamos de desplazados internos.
“No existe una figura jurídica para definir a estos migrantes, como sí ocurre desde hace varias décadas con los refugiados”, explica Pablo Cortés, doctor en migraciones forzosas y gestor de proyectos de cooperación en la Fundación Ecología y Desarrollo (ECODES). “Sin embargo, sí hay una figura que no es jurídica, pero que está reconocida a nivel internacional: la de desplazado interno. Es decir, la persona que migra dentro de sus fronteras debido a conflictos, violencia o desastres”.
De acuerdo con el Informe Mundial sobre Desplazamiento Interno, elaborado por el Centro Internacional de Monitoreo del Desplazamiento (IDMC), más de 59 millones de personas vivían desplazadas dentro de sus fronteras en 2021. La mayoría, en países de África y debido a conflictos y situaciones de violencia.
Cada vez que una de estas personas se ve obligada a moverse por segunda, tercera o incluso cuarta vez, se cuenta un nuevo desplazamiento. Esto explica que solo en 2021 se sumasen más de 38 millones de desplazamientos internos, la mayoría provocados por desastres naturales, que pueden impactar varias veces sobre un mismo territorio a lo largo de un año. Un buen ejemplo lo tenemos en Nicaragua tras el paso de los huracanes Eta e Iota, que forzaron diferentes desplazamientos en cuestión de tan solo dos semanas.
De los 38 millones de desplazamientos registrados en 2021, 22,3 millones (cerca del 60 %) estuvieron causados por fenómenos relacionados con el clima, como tormentas, riadas, incendios forestales, sequías o temperaturas extremas. El país más afectado fue China, que contabilizó más de seis millones de desplazamientos internos en los 12 meses de 2021.
Los refugiados climáticos: un problema invisible
Las migraciones climáticas son fenómenos complejos, que normalmente tienen varias causas. El cambio climático interactúa con factores demográficos, económicos, históricos, políticos o sociales que también determinan que las personas se vean obligadas a abandonar sus hogares.
En ocasiones, el principal detonante para una migración no es la destrucción de los hogares (como sucedió en Nicaragua en 2020), sino la pérdida paulatina de los medios de vida. “Esto sucede por ejemplo en algunas islas del Pacífico, debido a la subida de las temperaturas y del nivel del mar”, ejemplifica Cortés. “Las personas que se dedican a la pesca ven cómo poco a poco pierden el trabajo, lo que los anima a marcharse antes de que sea demasiado tarde”.
Este es uno de los principales motivos por los que estos refugiados climáticos pueden pasar desapercibidos. “Muchas migraciones se producen en silencio. Las protagonizan comunidades indígenas o muy enraizadas en sus territorios que se desplazan para adaptarse. Estos casos son mucho menos visibles que otros en los que la situación es límite y no quedan más opciones que marcharse”, señala el gestor de proyectos de cooperación en ECODES.
De acuerdo con esta organización, la migración climática es uno de los impactos más graves de la emergencia climática y de los que menos conciencia tiene la opinión pública. Entre las causas, señalan, está que el cambio climático se ha relacionado sobre todo con los efectos que el calentamiento tiene en nuestro planeta, y no en cuestiones más específicas.
“Se ha empezado a debatir por lo macro, por lo general. Además, entra en juego la tendencia de generalizar la situación del migrante. A menudo se piensa que son personas que se desplazan huyendo de una solución precaria y en busca de oportunidades, sin tratar de encontrar causas más concretas”, explica Cortés.
Migraciones climáticas: cifras, previsiones y soluciones
Ya en 2018, el Banco Mundial señalaba que, si no se avanza en la mitigación del cambio climático, en 2050 podría haber 143 millones de refugiados climáticos dentro de sus países debido a los efectos adversos del clima solamente en África Subsahariana, Asia Meridional y América Latina.
Tres años después, en 2021, el Sexto Informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) alertaba de que, hagamos lo que hagamos, las temperaturas medias alcanzarán una subida de 1,5 °C con respecto al siglo XIX en las próximas dos décadas. Si las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) no se reducen, la temperatura podría llegar a subir hasta 4,5 °C en el año 2100. Algo que, sin duda, tendrá importantes consecuencias en el clima y –señalan en el informe– aumentará los desplazamientos de personas.
El último informe del IPCC recuerda también que el cambio climático es global, pero los efectos son locales. Estos están afectando más duramente a los países en vías de desarrollo, y las diferencias en los mecanismos de prevención y protección hacen también que las consecuencias para las personas no sean las mismas en las diferentes regiones del mundo.
“No podemos ver con la misma mirada un gran incendio en Estados Unidos, en donde el Gobierno puede realojar a las personas (con el trauma que conlleva perder el entorno y el hogar, por supuesto) que una sequía en Etiopía, en donde la población se tiene que desplazar sin contar con el apoyo del estado”, reflexiona Cortés. “La lectura positiva es que hoy en día los sistemas humanitarios son mucho más reactivos que hace unas décadas, pero siguen dándose estas diferencias”.
Por ello, las principales soluciones para abordar este problema (además de hacer lo posible por reducir el calentamiento global y, así, evitar que los fenómenos meteorológicos extremos aumenten en frecuencia e intensidad) pasan por mejorar los sistemas de alerta temprana y las redes de servicios humanitarios. Es importante, también, avanzar en cuestiones normativas y relativas a la sensibilización pública y crear políticas económicas que protejan a la población de las regiones más desfavorecidas.
En la COP27, se aprobó la creación de un mecanismo de compensación de pérdidas y daños para que los países desarrollados compensen económicamente a los más pobres por los daños que les ha causado y les seguirá causando el cambio climático. Aunque todavía falta por determinar qué países financiarán este fondo y cuáles se beneficiarán del mismo, su creación ha sido vista como un paso para hacer, por fin, justicia alrededor del clima.