¿Cuáles son los gases que más contaminan la atmósfera?
Casi la totalidad de la población mundial respira un aire perjudicial, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). Gases de efecto invernadero como los clorofluorocarbonos, el dióxido de carbono (CO2) o el metano, y contaminantes en el aire como los aerosoles y el monóxido de carbono afectan a la salud de las personas y del planeta.
Cuando nació en 2004 en el hospital de Lewisham (sureste de Londres), Ella Kissi-Debrah era una niña totalmente sana. Sus primeros años pasaron sin grandes sobresaltos, hasta que poco antes de su séptimo cumpleaños sufrió una infección respiratoria y fue diagnosticada con asma. En los meses siguientes, sería hospitalizada más de 30 veces, con un pronóstico cada vez más complicado, hasta que no pudo más. Ella Kissi-Debrah murió en 2013, con solo nueve años. Nueve años en los que había vivido a escasos metros de una de las carreteras más transitadas de la capital de Reino Unido.
Aunque inicialmente nadie relacionó la polución con su enfermedad y su fallecimiento, un juzgado de instrucción acabó sentenciando en 2020 que la niña había muerto por causa directa de la contaminación del aire que respiraba. Por primera vez en Reino Unido (y de forma pionera también a nivel mundial), una sentencia judicial recogía los graves daños de la polución atmosférica en la salud. Pero el caso de Ella Kissi-Debrah, aunque sea paradigmático a nivel legal, no es único.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el 99 % de la población mundial respira aire con niveles de contaminación perjudiciales para la salud. Pero ¿cuáles son los gases que más contaminan la atmósfera? ¿Nos afectan todos de igual manera?
La contaminación atmosférica se debe a la presencia de agentes químicos, físicos o biológicos en el aire, elementos que alteran las características naturales de la atmósfera. Algunos afectan directamente a la salud humana o de otros seres vivos, mientras otros son perjudiciales para los materiales o alteran el clima del planeta. Muchos de estos contaminantes son de origen humano, es decir, se generan a través de nuestras actividades (como la quema de combustibles fósiles, por ejemplo), pero también los hay de origen natural. Estos son los principales gases que contaminan la atmósfera.
¿Qué son los clorofluorocarbonos?
Los clorofluorocarbonos (CFC) son gases sintéticos desarrollados a principios del siglo XX como, sobre todo, aislantes térmicos y refrigerantes. Son estables e inocuos para la salud en la superficie terrestre, pero cuando suben a las capas altas de la atmósfera se convierten en uno de los contaminantes más perjudiciales. Son un potente gas de efecto invernadero (ya que retiene energía en la atmósfera) y destruyen la capa de ozono que nos protege de las radiaciones más dañinas del sol.
Los CFC son los principales causantes del agujero de la capa de ozono y la razón principal por la que en 1987 se firmó el protocolo de Montreal, un plan que ha servido para reducir y eliminar casi por completo la producción de cerca de 100 sustancias químicas que dañaban el ozono en la estratosfera, incluyendo los CFC.
Dióxido de carbono, metano
Hay otro gran grupo de gases conocido por su papel en el cambio climático: los gases de efecto invernadero. El dióxido de carbono o CO2 no es el más potente de este grupo, pero sí el más importante, dado que su concentración en la atmósfera es bastante elevada. En la actualidad, la capa de aire que rodea la Tierra tiene 419 partes por millón de CO2, un 50 % más que antes de la revolución industrial. Este incremento se debe, sobre todo, a los combustibles fósiles.
El metano o CH4 es el segundo gas de efecto invernadero en importancia. Es 35 veces más potente que el CO2 a la hora de atrapar calor en la atmósfera, pero su vida es mucho más corta y su concentración también es menor. Según datos de la NOAA (Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica, en su traducción al español) de EE. UU., la atmósfera contiene 1.895 partes por cada mil millones de metano, una concentración un 162 % mayor que antes de la revolución industrial. Los principales emisores de metano son la producción y el transporte de carbón, petróleo y gas, así como la ganadería y la agricultura.
Frenar el aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero y empezar a reducir la concentración de CO2 y metano en la atmósfera es el principal objetivo del Acuerdo de París. Para ello, según la hoja de ruta pactada en dicho documento, todos los países del planeta deberán trabajar para que sus economías sean neutras en carbono (es decir, para que lo que emiten y lo que absorben se contrarreste) antes de 2050.
Monóxido de carbono, óxidos de nitrógeno y ozono
“Los contaminantes más dañinos, desde una perspectiva climática, son los gases de efecto invernadero, que contribuyen al calentamiento global. Sin embargo, los contaminantes del aire también tienen efectos mucho más locales y, por lo tanto, pueden presentar riesgos más directos para la salud humana”, explica Suzanne Bartington, investigadora clínica en salud medioambiental del Institute of Applied Health Research de la universidad de Birmingham (Reino Unido).
En los espacios cerrados, uno de los gases más peligrosos para la salud es el monóxido de carbono, un gas incoloro e inodoro que se puede generar durante la combustión y que dificulta el transporte de oxígeno en la sangre. Al aire libre, se diluye con facilidad (aunque en las ciudades a veces se registran picos de concentración peligrosos), pero si se acumula en el interior de una vivienda puede resultar muy tóxico e, incluso, mortal.
“A nivel local y en entornos urbanos desarrollados, también nos enfocamos en los daños que producen los óxidos de nitrógeno, incluido el dióxido de nitrógeno (NO2), que es un irritante respiratorio relacionado con el asma”, añade Bartington. Los óxidos de nitrógeno son también producto de la combustión, como la de las centrales térmicas o la de los vehículos a motor de gasolina. Además de ser irritantes, pueden oxidarse y convertirse en ácido nítrico (uno de los causantes de la lluvia ácida junto al ácido sulfúrico).
Por otro lado, cuando los óxidos de nitrógeno (sobre todo, NO y NO2) reaccionan cerca de la superficie terrestre con compuestos orgánicos volátiles generados también por la combustión, producen ozono. Este gas, tan beneficioso en las alturas, donde nos protege de la radiación ultravioleta del sol, irrita el sistema respiratorio, reduce la función pulmonar, inflama y daña las células de las vías respiratorias y multiplica las probabilidades de sufrir un accidente cardiovascular.
¿Y qué pasa con las partículas?
A pesar del impacto negativo de estos gases en el clima y en la salud humana, el contaminante que más atención ha recibido en los últimos años son los llamados aerosoles, una mezcla heterogénea de partículas sólidas y líquidas -como el polvo o las cenizas- que flota en el aire, aunque estrictamente no es un gas. Dentro de este material particulado, las partículas más dañinas son las PM10 (con un diámetro de entre 2,5 y 10 micrómetros) y las PM2,5 (con un diámetro inferior a 2,5 micrómetros).
“El contaminante más dañino para la salud son las PM2,5. Estas diminutas partículas están suspendidas en el aire y, cuando se inhalan, penetran profundamente en los pulmones, a través de los alvéolos y hasta el torrente sanguíneo”, explica Bartington. “Sabemos que la exposición a largo plazo a PM2,5 aumenta el riesgo de muchos problemas de salud, como las enfermedades cardíacas o el cáncer de pulmón. Cada vez hay más pruebas que también relacionan la exposición a este contaminante con el deterioro cognitivo y la demencia”.
Cuando las próximas generaciones miren a nuestro tiempo desde el futuro y vean nuestras ciudades contaminadas o escuchen hablar de casos como el Ella Kissi-Debrah, quizá lo vean con tanta extrañeza como nosotros vemos hoy una película antigua en la que la gente fuma en los aviones o en la sala de espera del médico. “Es muy posible que esto sea así, ya que las normas sociales y las actitudes individuales hacia la salud pública cambian de la mano del conocimiento”, concluye la investigadora británica. “Aun así, el gran desafío de la contaminación atmosférica es que no se puede atajar con un único cambio, ya que los sectores que la generan, la industria, el transporte, la agricultura o la calefacción, son esenciales para el desarrollo económico y el bienestar humano”.