¿Cuál es el camino para lograr la descarbonización? Descubre las claves
En 2021 se emitieron a la atmósfera 33.000 millones de toneladas de dióxido de carbono (CO2). Reducirlas hasta la mínima expresión es el gran reto de la humanidad. Por ahora, existen indicios sólidos de que las políticas climáticas y las estrategias de transición energética empiezan a funcionar.
En 1970 los coches abarrotaban el centro de Copenhague. Ese mismo año, cada danés era responsable, con su actividad diaria, de la emisión de más de 12 toneladas de CO2 anuales. La primera gran crisis del petróleo en la década siguiente pilló al pequeño país nórdico en pleno debate sobre la movilidad. Tan solo 10 años más tarde, las bicicletas empezaron a dominar las calles de las ciudades. La huella de carbono per capita todavía seguiría subiendo hasta los 90, pero desde 1996 no ha hecho sino bajar. Hoy es de 4,5 toneladas.
El caso danés es paradigmático, pero es apenas una muesca en los cimientos de una economía global que están bien asentados sobre los combustibles fósiles. En 2021, según los datos de la Agencia Internacional de la Energía, se emitieron 33.000 millones de toneladas de CO2 equivalente (una unidad de medida que equipara a todos los gases de efecto invernadero). Las concentraciones de CO2 en la atmósfera están hoy en 420 partes por millón, cuando en 1960 estaban por debajo de las 320.
Reducir hasta la mínima expresión las emisiones de gases que están cambiando el clima es el gran reto de la humanidad. Hacerlo sin que se derrumben los cimientos del sistema y del desarrollo alcanzado en las últimas décadas es, probablemente, la tarea más difícil a la que nos hemos enfrentado como especie. ¿Cómo podemos lograr la descarbonización? ¿Es posible que todos los países sigan la ruta marcada por Dinamarca y otros pioneros?
Desacoplar la economía del carbono
Hace ya 20 años que se firmó el primer acuerdo internacional para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, el conocido como protocolo de Kioto. Aun así, las emisiones han seguido creciendo. Según los datos del último informe del panel intergubernamental de expertos en cambio climático (IPCC), en 2019 emitimos un 54% más de CO2 equivalente que en 1990. De hecho, el 42 % del CO2 de origen humano que hoy está presente en la atmósfera ha sido generado desde 1990.
Sin embargo, el informe recién publicado también señala que el aumento de las emisiones se ha ido ralentizando. Si en la primera década del siglo XXI las emisiones crecieron a un 2,1 % interanual, en la última década lo hicieron al 1,3 %. De acuerdo con el panel de expertos, existen indicios sólidos de que las políticas climáticas y las estrategias de descarbonización y de transición energética están empezando a funcionar.
El exceso de gases de efecto invernadero hace que la atmósfera acumule más energía, las temperaturas medias suban y se produzcan más episodios climáticos extremos. Es decir, desajusta el equilibrio energético del planeta y el resto de los equilibrios medioambientales que dependen de él. Para simplificarlo, los científicos suelen hacer referencia al calentamiento de la Tierra. La temperatura media global es hoy 1,1 °C que en el siglo XIX. El objetivo es no superar la barrera de los 1,5 °C a final de siglo.
Para ello hay que acelerar la descarbonización de la economía, desacoplarla de los combustibles fósiles. De acuerdo con el Net Zero Economy Index elaborado por la consultora PwC, la tasa mundial de descarbonización en 2020 fue del 2,5 %. Esta tasa mide la reducción de emisiones por unidad de PIB. Para limitar la subida de la temperatura a 1,5 °C a final de siglo, la tasa de descarbonización anual debería ser del 12,9 %, según la consultora. Ninguno de los países del G20 ha logrado alcanzar esa cifra individualmente.
“En los últimos 20 años hemos reducido la intensidad de las emisiones. Esto demuestra que ha habido un desacoplamiento entre crecimiento económico y generación de emisiones de CO2, pero se queda corto”, señala Pablo Bascones, socio responsable de Sostenibilidad y Cambio Climático de PwC. “Queda mucho por hacer. El esfuerzo que tenemos por delante es enorme y, además, la tasa de descarbonización empeora cada año. Lo que no hagamos hoy lo tendremos que hacer más adelante”. ¿Y cómo vamos a conseguirlo?
Lograr la descarbonización: el caso de la Unión Europea
El invierno y la primavera están siendo complicados dentro de las fronteras de la Unión Europea. La escalada de precios motivada, entre otras cosas, por el alza en el coste de la energía y la invasión de Ucrania ha resaltado la enorme dependencia de los combustibles fósiles y ha hecho que las grandes estrategias de descarbonización de los 27 se tambaleen. Sin embargo, por el momento, la UE parece mantenerse firme en su objetivo de acelerar la transición hacia una economía neutra en carbono.
“En el corto plazo, la guerra puede impactar en la estrategia de descarbonización de la UE. Pero, en el medio plazo, nos dará la razón acerca de un problema que sabíamos que teníamos, el de la dependencia energética”, explica Bascones. “La UE tiene un objetivo de neutralidad climática en 2050, para lo cual tiene dos grandes acciones en marcha: el desarrollo regulatorio y programático en el ámbito de la eficiencia energética, las energías renovables o la economía circular, entre otros, y el plan de finanzas sostenibles para reorientar los flujos de capital hacia inversiones más verdes”.
Para el experto de PwC, tal como se refleja en la situación europea, existen cinco grandes palancas para lograr la descarbonización a nivel mundial:
- Reorientar los flujos de capital. Si la banca y el sector financiero son incentivados para que financien la transición, la economía avanzará en ese sentido.
- Aumentar la innovación y el desarrollo. La tecnología renovable ha avanzado mucho, pero todavía necesitamos resolver temas como el almacenamiento (la eólica y la fotovoltaica no producen electricidad de forma estable) o la captura y el secuestro de carbono, entre otros aspectos.
- Trabajar en un marco regulatorio y fiscal estable, clave para atraer y dirigir las inversiones.
- Apostar por la ciencia, impulsando la elaboración de más estudios tanto sobre las proyecciones del clima como sobre la vulnerabilidad de los ecosistemas y la sociedad.
- Afrontar el debate de que parte de la solución puede enfrentarse a través de los cambios de comportamiento y hábitos de consumo.
El último informe del IPCC profundiza también en muchos de estos aspectos. El análisis científico de más de 18.000 estudios publicados en los últimos años, en el que han participado 278 científicos de 68 países y 358 colaboradores externos, concluye, entre otras cosas, que debemos seguir avanzando en legislación climática (al menos 18 países han demostrado que mediante la regulación es posible reducir las emisiones) y dejar de invertir en energías fósiles, apostando por aquellas fuentes bajas en emisiones (como las energías renovables y, en especial, la eólica y la solar, de rápido despliegue).
Además, el informe señala la importancia de favorecer los cambios en los hábitos. Habla, entre otras cosas, de aumentar el consumo de vegetales y reducir el de carne o de rediseñar las ciudades para que la movilidad deje de depender del coche y las necesidades de la población puedan cubrirse a pie, en transporte público o en bicicleta. Las soluciones para mitigar el cambio climático y lograr una economía baja en carbono se despliegan a lo largo de las más de 3.000 páginas del informe. Ahora solo falta alinear la voz de la ciencia con las decisiones de gobiernos, empresas y personas.
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