¿Cómo se recicla el aceite de cocinar y de los vehículos?
Recoger el aceite utilizado en las cocinas de casas y restaurantes, o el de la industria y la automoción, es el primer paso para tratarlo en plantas especializadas y convertirlo en productos útiles que van desde jabones y ceras a nuevos aceites industriales. Así se evita su enorme poder contaminante y se favorece la economía circular.
La sustancia líquida, viscosa, insoluble en agua, combustible, constituida por compuestos de ácidos grasos o hidrocarburos derivados del petróleo, o lo que es lo mismo, el popular y cotidiano aceite, es a su vez una enorme fuente de contaminación para el medio acuático.
"Crea una capa superficial en el agua que impide la transferencia de oxígeno, por lo que los seres vivos no pueden respirar", explica Fermín Martínez de Hurtado, director de Relaciones Institucionales y Comunicación del Sistema de Gestión de Aceites Industriales Usados (SIGAUS). Además, la quema sin control de aceites industriales puede envenenar la atmósfera al liberar "sustancias peligrosas procedentes de los aditivos o partículas orgánicas que se generan en los procesos de combustión", añade el experto.
Un residuo muy peligroso
"Un litro de aceite de cocina usado contiene aproximadamente 5.000 veces más carga contaminante que el agua residual y puede llegar a contaminar 40.000 litros de agua, el equivalente al consumo anual doméstico de una persona", apunta el estudio 'Aceites usados de cocina. Problemática ambiental, incidencias en redes de saneamiento y coste del tratamiento de depuradoras'. "La cifra que manejamos en SIGAUS es que un litro de aceite industrial puede contaminar un millón de litros, un cambio de aceite de un coche mal gestionado puede contaminar una piscina olímpica", enfatiza Martínez de Hurtado.
En 1975, la por entonces Comunidad Económica Europea fue pionera con una directiva que regulaba la recogida, gestión y reciclaje de los aceites usados tanto en máquinas y procesos industriales como en automoción —motores, cajas de cambio y sistemas de transmisión de los vehículos—, recuerda el experto. "Ya se contemplaban como residuos peligrosos".
Quien contamina, paga
España dio un paso más con la responsabilidad ampliada al productor de aceites industriales, que apela al principio de "quien contamina, paga" y traslada a los fabricantes el coste de la gestión de los residuos que generan sus productos. Ese criterio también se aplicó a los envases de plástico, cartón, vidrio o aparatos eléctricos y electrónicos. "Portugal tiene una norma similar a la española, pero otros países europeos, aún no", matiza Martínez de Hurtado.
Cuando se regula la responsabilidad del productor, surgen los Sistemas Integrados de Gestión, o SIG, para encargarse del proceso. "Por cada kilo de aceite industrial puesto en el mercado, los vendedores de lubricantes aportan seis céntimos de euro", que pueden repercutir en el precio de sus productos, apunta el experto. El consumidor no ha de hacer nada, salvo pagar ese extra cuando compra un lubricante. "Para un cambio de aceite en un taller, aproximadamente se dedican 24 céntimos de euro a la gestión del aceite usado”, calcula.
"Quien cambie el aceite al coche en su casa ha de depositar el usado en un punto limpio" —un lugar específico para la recogida de residuos peligrosos en pueblos y ciudades—. Lo más recomendable es llevar el automóvil a un taller autorizado, ya que "no hay contenedores específicos en todos los puntos limpios y la tentación de tirarlo en cualquier sitio es mayor".
Aceites de cocina
Los aceites de origen animal y vegetal usados en cocinas particulares y restaurantes no están sujetos a responsabilidad ampliada del productor, y por lo tanto no cuentan con un SIG. Lo que funciona, en Europa y otras regiones del mundo, son empresas especializadas que distribuyen contenedores en los núcleos de población o recogen el aceite a domicilio, principalmente en la hostelería.
Hace unos años, la empresa de recogida y gestión Bioils, que opera en Chile, Perú, Colombia y Ecuador, analizó la situación chilena, con unos datos preocupantes: cada año se desechaban más de 14 millones de litros de residuo, un 95% del total, sobre todo por los desagües de fregaderos e inodoros. En global, se estima que dos tercios de este residuo acaba en las alcantarillas, según la Fundación Aquae, que provocan "atascos en tuberías, trabajo extra para las plantas de tratamiento de aguas residuales o el aumento de plagas urbanas”.
¿Qué se fabrica con el aceite usado?
En la otra cara de la moneda, los que recoge Bioils "son acondicionados y transformados en insumos para la industria química y la elaboración de jabones, detergentes, velas, aceites industriales, masillas y biocombustibles", indica la empresa. "Los que se recogen separadamente pueden servir para la producción de biocarburantes, jabones, ceras o barnices, reduciendo así la necesidad de nuevas materias primas e impulsando la economía circular y empleos más verdes", coincide Fundación Aquae.
"La producción de biodiésel a partir de aceites usados comporta un ahorro de energía fósil del 21% en relación con el uso de aceites crudos, y un ahorro del 96% de energía fósil respecto a la producción del diésel", insiste en España el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITECO).
En el mundo, "las materias primas más utilizadas para la producción de biodiésel en 2019 fueron los aceites vegetales de palma (29%), soja (25%) y colza (17%). El 29% restante corresponde a aceites vegetales usados, grasas animales y otros aceites vegetales vírgenes como el girasol", constata el ‘Atlas de los biocombustibles líquidos 2019-2020' del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA). Brasil, segundo mayor productor de biocombustibles líquidos del mundo y segundo en consumo, utiliza para su elaboración fundamentalmente el aceite de soja, como también hacen Argentina o Paraguay, pero está introduciendo las grasas animales recicladas.