Cómo reciclar el papel para usarlo nuevamente y cuidar el medioambiente
El reciclaje de papel permite lograr un considerable ahorro de energía además de reducir el impacto negativo que se realiza sobre la atmósfera en forma de gases de efecto invernadero. Hoy, ya existen maneras de conocer si el papel que utilizamos está reciclado gracias a las etiquetas y certificaciones internacionales.
El 17 de mayo se celebra el Día Internacional del Reciclaje, un día declarado por la UNESCO y que nos invita a reflexionar sobre el significado de este verbo –reciclar–, y lo esencial de promover y potenciar la economía circular y la eficiencia en la gestión de los recursos en pos de un modelo de producción y consumo responsable y sostenible. Según datos de Asociación Española de Fabricantes de Papel y Cartón (ASPAPEL), España es el tercer país de Europa con mayor tasa de recuperación de papel y cartón, más del 80%, sólo superado por Alemania y Francia.
El European Paper Recycling Council (EPRC) indica que la tasa de reciclaje de papel en Europa ha aumentado del 71,7% de 2018 al 72% de 2019. Esto supone un gran paso hacia una mayor sostenibilidad y cabe señalar que se mantuvo a pesar de la disminución del consumo de papel en Europa. Su presidenta, Angelika Christ, dijo que este aumento “muestra que el reciclaje de papel no sólo es una promesa, sino que ya es hoy un modelo de economía circular y factor muy importante a favor del Pacto Verde Europeo”.
El impacto medioambiental del papel
Ts’ai Lun, un eunuco consejero del emperador de la dinastía Han, en el siglo II antes de Cristo, tuvo la idea de la fórmula del papel. Seiscientos años más tarde, se introdujo en Japón y llegó a Europa vía España a través de los árabes en el siglo XI. Sin embargo, fue con la aparición de la imprenta de Gutenberg cuando se produjo una auténtica revolución en su uso.
Pero, ¿de dónde viene nuestro actual papel? El papel, tal como lo conocemos ahora, se fabrica a partir de la pulpa de las fibras de celulosa que hay en la madera. Si esa fibra se utiliza por primera vez es fibra virgen; si hablamos de papel reciclado, se usa la misma fibra recuperada y se llama fibra reciclada. Para separar las fibras de la celulosa se usan pegamentos y productos químicos y se mezclan con agua. Las fibras se mezclan con agua y esa mezcla pasa a la máquina papelera y continúa el proceso hasta conseguir una bobina de papel.
La fabricación industrial del papel genera contaminación atmosférica, deforestación, utilización de recursos no renovables y contaminación en el agua. Según datos de WWF, cada año se destruyen entre 74.000 y 93.000 kilómetros cuadrados de selvas en el mundo, y los árboles son elementos vitales para preservar los hábitats, los ecosistemas y el equilibrio de la tierra. Por cada tonelada de papel reciclado estamos salvando a 18 árboles en todo el mundo y ahorrando 15.000 litros de agua.
El proceso de reciclado del papel
El primer paso de este proceso es clave y empieza en nuestro entorno personal: una debida separación de los residuos de papel y cartón en el contenedor azul. El segundo paso es la depuración. Se mezcla con agua hasta convertirlo en pasta, eliminando lacas, cuerdas, alambres, tinta… cualquier elemento ajeno al papel. Y, después, viene la fase de secado y prensado, en la que el objetivo es conseguir una pasta muy parecida a la del principio. Se prensa y se seca a 120 grados. Según ASPAPEL, la fibra de celulosa puede llegar a reutilizarse hasta seis veces.
Cómo saber si es realmente reciclado el papel que compramos
Son muchos los etiquetados que, con frecuencia, generan alguna confusión, pero que aclaramos a continuación:
- Ecológico no es reciclado. Un papel ecológico es aquel que se ha producido con una reducción de la cantidad de energía y recursos naturales, y se blanquea con oxígeno o derivados y no con cloro.
- FSC Reciclado. Todo el papel es 100% reciclado.
- Residuos posconsumo (PWC). Papel elaborado con residuos preconsumo y posconsumo.
- Reciclable. Ojo, confunde, pero no es reciclado, sólo es susceptible de ser reciclado por el consumidor.
- Certificado Cisne Nórdico. El 25% de la fibra virgen usada proviene de plantaciones certificadas. Bajo consumo en agua y energía y no se usan compuestos químicos ni cloro. Pero no tiene por qué ser reciclado.
- Certificado Ángel Azul. Es completamente reciclado pero para su elaboración no se ha reducido el consumo de agua, energía ni limitación de emisiones.
- Ecoetiqueta Europea. El 10% de su fibra virgen debe proceder de plantaciones certificadas. Pero no tiene por qué ser reciclado.
- Procesado sin blanquear. No se ha usado cloro, lejía o blanqueantes agresivos.
La Forest Stewardship Council (FSC) es una de las más importantes certificaciones en la gestión forestal y, cuando la vemos en cualquier producto que compramos, por ejemplo, en el papel, significa que estamos ayudando a cuidar los bosques del mundo. Cada etiqueta FSC informa sobre la naturaleza y el origen de los materiales utilizados para fabricar ese producto, y, también, sobre el etiquetado. Actualmente, existen tres etiquetas FSC: FSC 100%, FSC Reciclado y FSC Mixto.