Cómo organizar despensa y nevera para reducir el desperdicio alimentario
Uno de los puntos esenciales para evitar que los alimentos vayan a la basura está en la organización de espacios como la despensa o la nevera. Los expertos aconsejan poner delante aquellos alimentos que caducarán primero, y conservar la comida bien tapada y sin mezclar en el frigorífico. También colocar los alimentos en las baldas en función de que necesiten más o menos frío dejando que circule el aire para no restarle eficiencia energética al electrodoméstico.
En México, el desperdicio alimentario es de un tercio de la comida que se produce, según el Banco de Alimentos de México (BAMX). Eso equivale a 38 toneladas por minuto, en un país con 25,5 millones de personas con carencia nutricionales, según la Procuraduría Federal del Consumidor. Esta señala cinco causas fundamentales que provocan este despilfarro en los hogares: generación de sobras que se acaban tirando, deterioro de los comestibles, confusión en la etiqueta de fecha, compras excesivas y mala planificación. Las cinco pasan, antes o después, por el frigorífico, por la despensa, o, en la mayoría de los casos, por ambos. Principalmente, todo lo que tiene que ver con el deterioro. Este ocurre “debido a un almacenamiento inadecuado, falta de visibilidad en los refrigeradores, ingredientes parcialmente utilizados y necesidades alimentarias mal calculadas”, según enumera el organismo público.
Para Miguel Ángel Lurueña, tecnólogo de los alimentos y autor del blog de divulgación alimentaria Gominolas de petróleo, la palabra clave es rotación. “Cuando almacenamos la compra, hemos de poner delante la leche, los huevos o los yogures que ya teníamos. Consecuentemente caducarán antes, y dejar detrás los recién adquiridos”. La Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN) recurre, para explicarlo, al concepto ‘First in, First out’, es decir: “Lo primero que entra es lo primero que sale”.
Otros dos conceptos aledaños, y que a juicio de Lurueña se confunden a menudo, son la fecha de caducidad y la fecha de consumo preferente. La primera es un semáforo en rojo que no se puede saltar porque indica el momento a partir del cual no es seguro comer un producto muy perecedero (carnes en lonchas o bolsas de ensalada, por poner dos ejemplos). En la segunda, el semáforo podríamos decir que está en ámbar: no hay garantías de que los alimentos, no tan perecederos en este caso (congelados, conservas, leche UHT), estén perfectos en cuanto a calidad, olor o sabor.
Los que no necesitan frío, los refrigerados y los congelados
Según AESAN, clasificaremos los alimentos en tres categorías: “los que no necesitan frío, los refrigerados y los congelados. Los del primer bloque se colocan en la despensa, un espacio limpio, fresco y seco, lejos de envases químicos o de limpieza. Si se abre un envase que está en la despensa pero no se consume en su totalidad, el resto tiene que ir al frigorífico, en un recipiente hermético; sobre todo si se trata de una conserva, ya que su contenido podría adquirir un sabor metálico, como advierte en un artículo el Consejo Europeo de Información sobre la Alimentación (EUFIC por sus siglas en inglés).
Los comestibles que necesiten frío han de ponerse en el congelador y la nevera, por este orden, e inmediatamente. “Los errores más frecuentes suelen ser cerrar mal los táper y mezclar distintos tipos de comida mal cerrada en las baldas del frigorífico, de manera que un filete de carne cruda termine goteando sobre los yogures”, observa Lurueña. Así como llenar demasiado el electrodoméstico, lo que impedirá que el aire circule y le restará eficiencia. Advierte que estas malas prácticas, además de poner en riesgo la seguridad alimentaria, suponen una peor conservación, acortando la vida útil de las viandas.
Colocados en el frigorífico por estantes
Los cocinados –como sobras de comida– han de guardarse en fiambreras bien tapadas, en el estante de mayor temperatura del frigorífico que suele ser el de arriba, aunque varía según el modelo. “No deben estar más de tres días, y algunos de especial riesgo como el marisco, la pasta y el arroz cocidos, no más de 24 horas”, subraya Lurueña. Resulta buena idea escribir la fecha en la que han sido guardados.
Imagen retocada con IA de Photoshop.
En la balda del centro irían los huevos, los productos lácteos o los embutidos; en la inferior, carnes y pescados –“siempre envasados y separados adecuadamente», según AESAN– y productos en descongelación, para evitar derrames. En la puerta, leche, zumos o refrescos. En el verdulero, frutas y verduras. Pero no todas. A los plátanos, los cítricos, la granada, el tomate, los ajos y las cebollas, entre otras, el frío les produce “daños o pérdidas en sus propiedades, aroma, textura o sabor”, como indica la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU). Para ellas, mejor la despensa o un frutero en la encimera de la cocina.
La Procuraduría Federal del Consumidor de México conmina a mantener limpios los espacios de almacenaje y a llevar un inventario de los comestibles guardados, revisando frecuentemente el contenido y teniendo en cuenta que hay productos de largo plazo –legumbres, pastas, arroces– y de corto plazo –huevos, pescados, quesos frescos– con una rotación mayor. Lurueña invita a no acaparar ni obnubilarse con las ofertas 2x1 o 3x2 que pueblan los supermercados. “Hay que ir con una lista de la compra, más o menos flexible, pero cerrada, de manera que nos permita comprar calabaza en vez de calabacín, pero no dejarnos llevar por ofertas que no necesitamos, y que corren el riesgo de que se nos caduquen”, aconseja.