Cómo la industria de la moda y su consumo empiezan a ser más sostenibles
La industria de la moda, para contribuir con un mundo más sostenible, requiere de nuevos procesos industriales, innovación tecnológica, criterios de economía circular y nuevos modelos de uso y negocio -como el intercambio o el alquiler-. Todos estos cambios ya están en marcha.
Los impactos climáticos de la industria de la moda incluyen más de 92 millones de toneladas de desechos al año y el consumo de 79 billones de litros de agua, según un estudio de ‘Nature’. Por su parte, la asociación ecologista World Wildlife Fund (WWW) señala que la industria textil utiliza numerosas sustancias químicas en los procesos de fabricación.
Para alinearse con los objetivos sostenibles marcados por gobiernos y organizaciones como Naciones Unidas, las marcas textiles deben acometer cambios fundamentales en toda la cadena de valor: desde la producción y elección de materiales a las prácticas sostenibles en la confección y el reciclaje final para darle una segunda vida a las fibras.
Nueva mentalidad industrial
Aunque la venta de prendas elaboradas con materiales sostenibles se quintuplicó entre 2017 y 2019, tan solo representó el 1% del mercado mundial en 2020, según Climate Chance. Para acelerar el proceso, entidades como Textile Exchange promueven nuevos estándares industriales que ayuden a marcas y minoristas a usar más fibras y materiales ecológicos.
El Desafío de Algodón Sostenible 2025, por ejemplo, emplaza a los fabricantes a obtener el 100% de su algodón de fuentes más sostenibles para ese año. Entre los miembros de esta organización se encuentran empresas como Inditex, H&M, Amazon, Adidas, Nike, Puma, New Balance, Asos, Benetton o Lacoste, y su objetivo es reducir un 45% las emisiones de CO2 derivadas de la producción a finales de la década.
Por ejemplo, para sustituir al poliéster se experimenta con ácido poliláctico (PLA). Es biodegradable, con él se puede fabricar compost y se obtiene a partir de recursos renovables. “Su estructura química ha demostrado una mejor transpirabilidad, propiedades hidrófilas, resistencia a los rayos ultravioleta, baja inflamabilidad y menor densidad que el poliéster”, apunta la investigadora Nuria López Aznar.
Un desafío cultural
Las prácticas sostenibles en la confección pasan fundamentalmente por producir menos y poner límites a su crecimiento descontrolado. No es tarea fácil, supone un desafío en términos culturales. “Exigiría un cambio de conciencia social”, indica Sofía García Torres, investigadora especializada en moda de Deusto Business School: “Una vez instalado el hábito, es muy difícil de revertir. Llevará mucho tiempo transformar esa costumbre y van a surgir competidores de moda slow, aunque de momento no está al alcance de todo el mundo”. Además, ralentizar el ritmo del mercado puede perjudicar la economía de países como Pakistán —la mitad de sus exportaciones son textiles— o India —el 55% de sus exportaciones están vinculadas con la industria de la confección—.
Otra vía: modificar el proceso de producción con técnicas más respetuosas con el medioambiente. “Es complejo, pero ya estamos empezando a ver mucho interés, músculo inversor, oportunidades, colaboración público-privada, incluidas universidades, y tímidos intentos de cooperación incluso entre marcas competidoras”, añade García Torres.
Como señala Eduardo Fages, responsable del Grupo de Investigación de Sostenibilidad y Tecnología de Materiales de AITEX (Asociación de investigación de la Industria Textil), “ya se usan nuevas tecnologías con una huella hídrica muy reducida, sin perjuicio de la calidad o de la estética de la prenda. También hay importantes desarrollos en diseño y confección, con tecnologías de tejeduría que no generan residuos o técnicas de corte y patronaje que minimizan las mermas”.
Para reducir desechos en la confección, se han implementado métodos como reutilizar los recortes de telas en nuevas prendas, tanto de forma invisible como visible para decorar . “Se estima que este tipo de creatividad podría ahorrar hasta el 17% de material virgen y 7.927 kilogramos de CO2 durante la producción de 10.000 prendas”, apunta el artículo de ‘Nature’.
Ecodiseño a largo plazo
“El reto actual es el ecodiseño de la prenda, es decir, cómo desarrollar el producto para extender su vida útil y favorecer su posterior reciclado”, apunta Fages. Optimizar el reciclaje también puede reducir los efectos contaminantes de la industria y algunos gobiernos presionan para consolidar la economía circular en el sector, por ejemplo con la recogida selectiva de textiles, a la que obligará la Unión Europea en 2025.
Para García Torres, este es “uno de los objetivos prioritarios” y se precisan como criterios indispensables la trazabilidad de los materiales y la transparencia de los procesos. Las plantas de reciclaje serían un nuevo eslabón en la cadena. Y esto, según la experta, abre nuevas oportunidades de negocio “sostenibles y rentables”. Se trata de que la sostenibilidad del sector sea, además de un objetivo ético, un buen negocio para fomentar su despegue.
Cuantas más soluciones, mejor
Algunas de las grandes firmas están virando hacia las prácticas sostenibles. Por ejemplo, la Fundación H&M ha invertido seis millones de euros en el Instituto de Investigación de Textiles y Confección de Hong Kong para desarrollar soluciones de separación y reciclaje. Inditex tiene el compromiso cero residuos de vertedero para 2023 y en 2020 logró que el 91,23% de los desechos fueran enviados a reutilización y reciclaje. Surgen marcas dedicadas a confeccionar ropa con materiales reciclados como Ecoalf, Patagonia, Rubymoon, Zero Waste Daniel o Girlfriend Collective, y algunas otras ensayan la venta de prendas de segunda mano.
También se abren paso modelos circulares como el intercambio de ropa usada en plataformas y aplicaciones o el alquiler de prendas para eventos, aunque también empiezan a surgir para el uso diario. García Torres pone como ejemplo la firma SKFK, que ha lanzado un proyecto de renting basado en sus nuevas colecciones. Como subraya esta experta, “cuantas más soluciones haya, mejor”.