Cómo hacer un mundo más resiliente ante las sequías
Es probable que, a lo largo de la historia, muchas personas se preguntasen qué podían hacer para evitar las sequías que estaban secando sus cultivos o dejando sin agua sus ríos. Lo cierto es que no es posible prevenir las sequías meteorológicas, del mismo modo que no podemos evitar que caiga agua del cielo cuando las nubes amenazan lluvia. Lo que sí es posible, sin embargo, es crear condiciones propicias para que sus impactos sean lo más leves posible. Sobre la sequía profundiza BBVA en el monográfico, de descarga gratuita, ‘Cuando falta el agua: claves para entender y hacer frente a las sequías’.
“La sequía es un periodo anormalmente seco respecto a las condiciones medias”, explica Sergio Vicente, profesor de Investigación del Instituto Pirenaico de Ecología del CSIC. “La falta de lluvias es la variable fundamental. Sin embargo, hay una enorme complejidad de mecanismos e interacciones que también influyen. Entre ellas, la demanda atmosférica, las interacciones de la cubierta vegetal y el papel humano”.
Cuando hablamos de sequía solemos referirnos a la de tipo meteorológico, aquella que viene determinada por un déficit de las precipitaciones y que puede agravarse además por una alta demanda de agua por parte de la atmósfera. Pero, de acuerdo con la National Oceanic and Atmospheric Administration de Estados Unidos (NOAA), las sequías tienen además otras tres caras: la agrícola, la hidrológica y la socioeconómica.
La sequía agrícola se da cuando la cantidad de humedad del suelo no satisface las demandas de los cultivos, y la hidrológica, cuando los suministros de agua están por debajo de lo normal. Las socioeconómicas, por otro lado, empiezan cuando la escasez de agua afecta directamente a las personas.
“Es posible preparar al mundo frente a la sequía y sobre todo estudiar en detalle los diferentes sectores para que sean más resilientes”, explica Elena López Gunn, fundadora y CEO de Icatalist, una startup española especializada en sostenibilidad y soluciones de adaptabilidad frente al cambio climático.
A la hora de encontrar soluciones, López recomienda mejorar la gestión tanto del ciclo hidrológico como de los riesgos existentes y aprender de las sequías anteriores para crear sistemas más preparados. “El primer paso es conocer los límites de los sistemas en los que operamos y de los recursos que tenemos. Es posible que en el futuro haya menos recursos y, por lo tanto, debamos adaptar nuestros sistemas a estos escenarios”, explica.
Algunas de las soluciones existentes buscan facilitar la adaptación de los ecosistemas y las sociedades humanas a las sequías. Otras se centran en prevenir estos fenómenos en un nuevo escenario marcado por el cambio climático.
Las primeras giran alrededor del uso responsable de un bien fundamental: el agua. “La medida de adaptación más segura parte de saber el agua que hay y de hacer proyecciones para gestionarla bien”, explica la fundadora de Icatalist. “Lo recomendable es utilizar menos agua, diversificar las fuentes en la medida de lo posible y mejorar la eficiencia de los sectores que utilicen este y otros recursos. También debe tenerse en cuenta la biodiversidad, clave para mantenernos dentro de los límites del sistema”.
Una de las actividades humanas que más agua utiliza –se calcula que consume cerca de tres cuartas partes del total usado en todo el mundo– y que es más vulnerable a las sequías es la agricultura. Por lo tanto, mejorar la eficiencia de las técnicas agrícolas es fundamental para optimizar el uso del agua.
La solución principal pasa por dotar de información y herramientas a los agricultores, para que utilicen únicamente el agua que necesitan sus cultivos, sin desperdiciarla. “Hay varias opciones para ganar eficiencia, como la agricultura regenerativa y de conservación, el cambio de cultivos o el uso de sistemas de riego por goteo o de sensores de humedad”, explica López.
Al otro lado de la balanza están las medidas de prevención, para evitar que las sequías sean cada vez más intensas y frecuentes debido al cambio climático. “Es importante comprender que la mejor manera de prevenir futuras sequías en rangos preocupantes y en situaciones en las que las vías de adaptación son limitadas es cumplir con los objetivos de descarbonización marcados por el Acuerdo de París”, señala López. Es decir, eliminar progresivamente el uso de combustibles fósiles hasta reducirlo totalmente y conseguir que la subida de temperaturas no supere 1,5 °C respecto a los niveles preindustriales.
“Aumentar el nivel de ambición no es un absurdo, sino nuestro mejor seguro frente a escenarios posibles con impactos muy preocupantes. Ahora aún tenemos una ventana de acción que además puede estimular la innovación y la creatividad frente a estos retos comunes. Los costes de adaptarnos, ahora asumibles, deben verse como una inversión y una oportunidad”, añade.
Entre las soluciones en las que se puede invertir, están las basadas en la restauración de los ecosistemas y en la tecnología. Las primeras pueden aportar resiliencia a nuestros ecosistemas y a los sistemas económico y financiero. Las segundas pueden contribuir a la optimización y la digitalización de sectores que hacen un uso importante del agua, como el agrícola.
Entran en juego, también, las herramientas de concienciación para trasladar a la sociedad, las empresas y los gobiernos la necesidad de hacer un uso más responsable del agua. Para conseguir reducir los impactos de las sequías, hace falta responsabilidad colectiva y compartida. “La esperanza y la idea de que los cambios que tenemos que hacer son positivos y nos traerán una mayor calidad de vida son clave. De los riesgos también llegan oportunidades para hacer las cosas mejor”, concluye la fundadora de Icatalist.