Cómo conseguir un armario minimalista con enfoque sostenible
Los guardarropas cápsula, formados por un número determinado de prendas que se combinan entre sí para crear ‘looks’ diferentes, implican una menor rotación y son un antídoto contra las compras innecesarias y por impulso. Sus defensores dicen que supone un ahorro de dinero y un mayor autoconocimiento del propio estilo de vestir o de la imagen que se quiere proyectar.
En 1985, la estadounidense Donna Karan lanzó su primera colección en solitario, tras 11 años diseñando para Anne Klein. La llamó ‘Seven Easy Pieces’ (Siete Piezas Sencillas) y estaba compuesta por siete prendas –un mono, una chaqueta a medida, una falda, unos pantalones, un suéter de cachemira, una chaqueta de cuero y un ‘look’ de noche– que permitían vestir a una mujer tanto de día como de noche, para ir a la oficina o para el fin de semana. “Las mujeres demandan un puñado de artículos flexibles e intercambiables que transformen completamente su actitud y función dependiendo de con qué se usen”, declaró entonces, dando forma así a un concepto hoy de moda: el armario cápsula o minimalista.
“El sistema consiste en crear un fondo de armario práctico, duradero y con estilo propio con un número determinado de prendas, incluyendo abrigos, zapatos y complementos”. Así lo explica la ilustradora Saray Luis Martín en su libro ‘El método armario cápsula: Las claves de un armario perfecto en solo 40 prendas’, publicado en 2017 como una guía interactiva ilustrada con viñetas en las que la autora va explicando los distintos pasos del proceso.
“Lo primero es sacar todas las prendas del closet, ponerlas en la cama e ir, una a una, preguntando, ¿la utilizo?; ¿va con mi físico, con mi estilo y con la imagen que quiero proyectar?; ¿me siento cómoda con ella?; ¿con qué puedo combinarla?”, recomienda Rebeca Maccise, consultora mexicana de imagen y moda.
Este ejercicio de introspección permite un mayor autoconocimiento, ahorra dinero y favorece la sostenibilidad, al ser una vacuna contra la compra innecesaria y por impulso, implicar una menor rotación y evitar el impacto en el medioambiente del ‘fast fashion’ y del usar y tirar. Además es divertido, “amo repetir la misma ropa, combinada cada vez de manera distinta; obliga a desarrollar la creatividad”, confiesa Maccise.
Hacer inventario y aligerar el ropero
Si Saray Luis Martín propone montar un armario cápsula con 40 prendas, el Proyecto 333 reduce el número a 33 piezas por temporada (cada una de tres meses), entre las que no se incluye (ningún guardarropas minimalista lo hace) la ropa interior, la de dormir, la de casa o deportiva. La iniciativa, planteada como un reto que hoy en día se sigue haciendo en todo el planeta, se le ocurrió en 2010 a Courtney Carver cuando, agobiada, quiso aligerar su propio ropero. Para ponerla en práctica aconseja hacer inventario y comenzar a construir de cero con los atuendos preferidos y que mejor definan la personalidad de quien los viste, eliminando sin nostalgia y regalando o donando lo que no sirva.
Maccise tiene una idea más flexible de lo que debe ser un armario minimalista, y no se ciñe a un número concreto de artículos; lo realmente importante a su juicio es que estos, no importa cuántos sean, se utilicen, favorezcan y hagan sentir cómoda a la persona que los luce, en diferentes contextos. A la experta le gusta más el término armario funcional, por lo que implica simplificar y apostar por la calidad en lugar de la cantidad. “Es quedarte con la ropa esencial, que sea de calidad y de verdad te vayas a poner”, insiste.
Tres posibilidades de combinación
“Siempre que tengamos dudas, pensemos en la regla del tres”, plantea refiriéndose a que cada prenda debería ofrecer, al menos, tres posibilidades de combinación. “Si es algo que te vas a comprar para usarlo solo una vez, trae más a cuenta alquilarlo. Más que en cantidad de artículos, deberíamos medir el closet según la cantidad de combinaciones que podemos hacer con lo que tenemos”, matiza.
En esta misión ayuda que los diseños sean atemporales, las hechuras no excesivamente marcadas y los colores, neutros: negro, azul marino, gris, blanco. Pero Maccise tampoco descarta la convivencia de este fondo de armario, con básicos versátiles como la camisa blanca o el jersey negro, con alguna pieza más tendencia, de temporada o en un tono o estampado llamativo.
Una característica fundamental de un guardarropas funcional es que todo lo que contenga ha de ser fácilmente visible de un solo vistazo, como indica la consultora de organización japonesa Marie Kondo. “Un traje que no queda a la vista termina por olvidarse”, coincide Maccise. Igual que los “por si” que se mantienen colgados de una percha por si me invitan a una fiesta o por si adelgazo cuatro kilos. “Hay prendas emocionales, que heredaste o te regaló alguien especial, que se guardan, pero las que llevan tres años en un perchero aún con la etiqueta puesta… Esas suéltalas, déjalas ir, permite que tengan una nueva vida en el mercado de segunda mano”, comenta.