¿Cómo amenaza el cambio climático a la cultura?
La subida del nivel del mar o los fenómenos naturales extremos como consecuencia del cambio climático ponen en riesgo el patrimonio material, pero también corren peligro las tradiciones, las festividades y las manifestaciones artísticas ligadas a la naturaleza, los pueblos indígenas y los territorios insulares.
Durante su misión en Maldivas, la Relatora Especial de la ONU sobre los derechos culturales, la investigadora y abogada experta en derechos humanos argelina Karima Bennoune, visitó un cementerio en el que se cree que reposan los restos de quienes llevaron el islam a estas islas. Se encuentra a menos de 100 metros de la costa, y los lugareños temen que desaparezca en los próximos 10 años, tragado por el océano. Bennoune describió ésta y otras evidencias en el informe que presentó ante la Asamblea General de Naciones Unidas en 2020, en el que denunció que el cambio climático está impactando sobre la cultura y el patrimonio cultural, que miles de millones de personas corren el riesgo de perder sus derechos humanos culturales, y que no se le está prestando la debida atención al problema.
“Los sitios protegidos naturales están sufriendo más incendios, acidificación del océano, decoloración y alteraciones en el hábitat”, expone Bennoune en su documento, en el que cita una investigación de la UNESCO que ya en 2005 veía que el cambio climático se cernía sobre el 72 % del patrimonio natural y cultural documentado; y al que suma un estudio académico que en 2014 concluía que más de 130 sitios culturales del Patrimonio Mundial estaban expuestos, a largo plazo, a la subida del nivel del mar: desde el yacimiento arqueológico de Cartago (Túnez) hasta las grutas de Elefanta (India).
Yacimientos, archivos, bibliotecas y patrimonio submarino
Los yacimientos arqueológicos peligran, además, por la erosión y el aumento de la temperatura del suelo, y por los vientos fuertes, mientras que el patrimonio subacuático podría verse afectado por los cambios en las corrientes marinas. También corren riesgo muchos archivos y bibliotecas del mundo, según añade Bennoune.
Cuando la Relatora ultimaba su informe para Naciones Unidas, se inundó una cuarta parte de Bangladesh, lo que, además de consecuencias devastadoras para las personas, anegó espacios públicos y también culturales. La pérdida material debido a fenómenos naturales extremos provocados por el calentamiento global es la más evidente. “Pero esa pérdida no es solo física, sino de experiencias y de cohesión social”, matiza Maider Maraña, directora de la Fundación Baketik y miembro de la Red Europea de Expertos en Cultura (EENC por sus siglas en inglés). “Establecemos vínculos identitarios con nuestras realidades materiales”, precisa.
“Tan asustados estamos ante las realidades urgentes a las que nos enfrenta la crisis climática que estamos dejando de lado la cultura y las cuestiones identitarias”, lamenta Maraña, cuando son elementos de cohesión y apoyo a la comunidad muy importantes en un momento como éste, de gran estrés social, según defiende la experta en patrimonio cultural.
Patrimonio inmaterial: tradiciones, artesanía, ritos...
Si a los expertos ya les cuesta trabajo concienciar del impacto de la crisis climática sobre el patrimonio material, más complicado resulta cuando se trata de demostrar las graves amenazas que planean sobre el inmaterial: tradiciones orales, artes escénicas, artesanía, prácticas sociales y rituales. “Las temperaturas anormales y las variaciones en las estaciones del año están provocando que cambie también la manera en la que nos relacionamos con la naturaleza, y que patrones ligados a festividades y tradiciones se estén rompiendo”, advierte Maraña. Como esa planta tradicional que ya no crece, o no florece, durante la festividad de la que es típica.
A juicio de Bennoune, las mujeres, las personas con discapacidad o aquellas que se encuentran en situación de pobreza tienen más papeletas para sufrir las mayores consecuencias. “Afecta sobre todo a la vida cultural, individual y colectiva de quienes tienen una conexión cultural significativa con la tierra, el mar, los recursos naturales y los ecosistemas, como los pueblos indígenas, la población rural o los pescadores”, agrega.
La directora de la Fundación Baketik hace hincapié en la fragilidad e indefensión del acervo cultural de los pueblos indígenas, debido a su ligazón, profunda y simbiótica, con la naturaleza en la que viven, y de la que viven: “Cualquier alteración en el agua, la flora o la fauna va a ser determinante, no solo para su alimentación sino para su manera de entender el mundo”. Lamenta que, a medida en que desaparecen los entornos ambientales de estas comunidades, también lo hacen, irreparablemente, sus sistemas de creencias.
Los que más sufren, los menos responsables
Según afirma la experta, son los grupos más vulnerables los que ven sistemáticamente robados sus recursos, los que más sufren la crisis climática, siendo al mismo tiempo los menos responsables. Y, también, los más preparados para resistir a los cambios, al ser capaces de entenderlos mucho más rápidamente. “Es indispensable aprovechar los conocimientos tradicionales para aprender a interactuar con los sistemas naturales y a cuidar de ellos. La perspectiva indígena en particular puede ser esencial para estabilizar el clima”, coincide la Relatora de la ONU.
En abril de 2022, el grupo de expertos del Método Abierto de Coordinación (MAC, instrumento de coordinación política entre la Unión Europea y sus estados miembros), en el que figura Maraña, publicó ‘Reforzar la resiliencia del patrimonio cultural ante el cambio climático’, en el que constata que las soluciones tecnológicas, por sí solas, no son la panacea, y subraya la necesidad de volver la vista hacia modos de hacer tradicionales, como las construcciones en piedra seca mediterráneas o los aislamientos naturales, que llevan siglos demostrando resiliencia. “El patrimonio cultural no es solo una víctima; puede aportar soluciones para ayudar a Europa a convertirse en un continente verde y climáticamente neutro”, acota.