Alimentos de proximidad frente al desabastecimiento de comida
Más de 200 ciudades han suscrito el Pacto de Milán, un acuerdo que busca seguridad y sostenibilidad en el sistema alimentario. La conexión comercial entre productores locales y de proximidad con los consumidores es una de las apuestas para generar nuevas oportunidades.
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En las calles de Bogotá, a más de 2.000 metros de altitud sobre el nivel del mar, se puede comer a cualquier hora. La capital colombiana siempre huele a empanadas, sancocho y ajiaco. Pero, además, cuatro o cinco veces al mes, sus parques se llenan de productos llegados de toda la región de Cundinamarca. Patatas de mil tipos, lulos, mangos y aguacates dan color a la ciudad. Son los mercados campesinos.
La iniciativa lleva más de una década en marcha, pero ha vuelto a ganar peso durante el último año. En marzo de 2020, una semana después de que la Organización Mundial de la Salud declarase la pandemia en todo el globo, Bogotá relanzaba sus mercados campesinos con dos objetivos: fortalecer la producción y el comercio local de comida y evitar la interrupción de la cadena alimentaria por culpa de la emergencia sanitaria.
Los mercados campesinos han sido replicados en Medellín, la segunda ciudad del país. Allí también tienen en marcha huertos urbanos para autoconsumo, programas de seguridad alimentaria y sistemas de subvenciones para reducir la desigualdad en el acceso a la comida. Todas ellas son iniciativas enmarcadas en el Pacto de Milán de Políticas Alimentarias Urbanas, en vigor desde 2015, un pacto global sobre la sostenibilidad, la salud y la accesibilidad del sistema alimentario que, entre otras medidas, apuesta por el consumo de alimentos que se produzcan o recolecten en zonas cercanas a los puntos de venta.
La pandemia y la producción local de alimentos
En el mes de marzo de 2020, la incertidumbre se apoderó de la mayor parte de países del mundo. El miedo a la enfermedad solo fue comparable, en el inicio de la pandemia, al miedo a quedarnos sin comida. Las colas se multiplicaron en tiendas y supermercados ante el temor a la falta de alimentos, a pesar de que la cadena de suministro de la alimentación resistió en la mayor parte de países.
Aun así, según la organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), las restricciones de movilidad dificultaron el acceso a los alimentos y el exceso de celo en los países ricos, que acapararon comida durante los primeros meses, llevó a momentos puntuales de escasez en los países en vías de desarrollo. Además, el cierre de la mayor parte de establecimientos de hostelería y restauración provocó un fuerte impacto en la demanda de alimentos y disminuyó los ingresos de los productores.
Alrededor del globo se pusieron en marcha diferentes programas para asegurar el suministro alimentario y los ingresos de agricultores y ganaderos. De acuerdo con la FAO, las medidas que mejor han funcionado han sido la creación de puntos alternativos de distribución de comida y la conexión comercial entre los productores locales y de proximidad con los consumidores, en especial, los de las ciudades.
En Medellín, la ciudad colombiana que vivió un confinamiento más estricto al inicio de la pandemia, el gobierno local y el programa de huertos urbanos lograron movilizar más de 20 toneladas de alimentos durante las dos primeras semanas de encierro. Además, el ayuntamiento puso redes de distribución y espacios de comercialización al servicio de los productores de las cercanías de la ciudad para evitar la carencia de alimentos por la interrupción de la cadena de suministro global.
El suministro local, una herramienta contra el hambre
La interrupción de la cadena de suministro de alimentos puede ser difícil de imaginar en los países desarrollados. Sin embargo, a nivel global, es una de las principales causas de inseguridad alimentaria.
Para solventar parte de estos problemas, la distribución y el consumo de alimentos de proximidad son fundamentales. Refuerzan la economía local y generan un sistema más justo y resistente ante eventos disruptivos como la pandemia. Para la agencia alimentaria de la ONU, existen cinco acciones a tener en cuenta para fortalecer los sistemas locales de producción y distribución de comida:
- Desarrollar políticas y planes en base a la información científica disponible para que los sistemas locales estén preparados ante el impacto de crisis inesperadas.
- Promover la cooperación entre sectores, empresas y administraciones locales.
- Apoyar la producción local y la comercialización directa o con pocos intermediarios para crear sistemas más autosuficientes.
- Facilitar el acceso alimentario a aquellos con menos recursos.
- Establecer redes de intercambio de conocimientos y experiencias entre ciudades.
Bogotá y Medellín no son casos aislados en la promoción de la producción local y el comercio de proximidad. Son solo dos de las más de 200 ciudades de todo el planeta (suman 350 millones de habitantes) suscritas al Pacto de Milán. Son las ciudades que buscan un futuro con seguridad alimentaria, sostenible y resistente a todas las crisis que puedan llegar.