Certificados y etiquetas: ¿cómo saber si un vino es sostenible?
Existen más de 40 certificaciones de sostenibilidad para el sector vitivinícola pero, más allá del gesto obvio de mirar si hay un sello de vino ecológico o sostenible, el consumidor puede atender a otros detalles de la etiqueta para saber si el producto que ha elegido es respetuoso medioambiental y socialmente.
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Después de cuatro años estudiando y trabajando en Francia como enóloga, Manuela Astaburuaga regresó en 2017 a su Chile natal para ejercer su rol de octava generación de vitivinicultores dedicados al vino a granel en el Valle de Curicó. Recuerda que Sebastián, su padre, le dijo: “Vienes de una ‘chateau’ chiquitita; si entras en el negocio, sin más, te vas a querer ir en seis meses”. Así que le propuso remodelar una parte de la casa familiar, que había sufrido daños en el terremoto de 2010, para transformarla en una bodega ‘boutique’ y hacer vinos de manera artesanal y sostenible.
Ese fue el origen de Vinos Manu, un proyecto personal, “mi vía de escape”, lo denomina Manuela entre risas durante una entrevista telefónica. La enóloga, que es también presidenta de la Asociación de Ingenieros Agrónomos Enólogos de Chile, selecciona determinadas parcelas y variedades de uva de los campos familiares. A partir de ellas, elabora sus vinos de autor, con la mínima intervención, sin filtrar, y sin gelatinas ni insumos de origen animal, según destaca. “Son aptos para vegetarianos y veganos y lo hacemos todo con nuestras propias manos”, explica. Parientes y amigos son sus ayudantes durante los fines de semana. “La paga es un almuerzo”, bromea.
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Más de 40 certificaciones para el vino sostenible
En el sector vitivinícola mundial existen más de 40 certificaciones y sistemas de normas de sostenibilidad, según constata la plataforma Sustainable Wine Roundtable (SWR), con sede en Londres. Normalmente, tienen un carácter territorial, como el sello Argentina Sostenible, que pueden poseer todas las bodegas, establecimientos y productores reconocidos por la Corporación Vitivinícola Argentina (COVIAR) que certifiquen el cumplimiento de la Guía de Sostenibilidad de la Vitivinicultura Argentina. O el Código de Sustentabilidad del Sector Vitivinícola Chileno, con otras tantas condiciones.
En Europa, los productores deben cumplir los requisitos establecidos por la UE antes de poder exhibir en sus botellas la Etiqueta Ecológica Europea y comercializar su vino como ecológico. Entre ellas, limitarse a un contenido máximo de sulfitos de 100 miligramos por litro para vino tinto y 150 miligramos por litro para blanco o rosado.
A finales de 2022, el sello Wineries for Climate Protection, creado en 2015 por la Federación Española del Vino (FEV), evolucionó para incluir criterios de sostenibilidad social, económica y de gobernanza, además del pilar medioambiental, que ya tenía en cuenta. Pasó a llamarse Sustainable Wineries for Climate Protection (SWfCP). Las bodegas que quieran obtenerlo han de demostrar –mediante una auditoría– el cumplimiento de una serie de condiciones en los cuatro ámbitos:
- Medioambiental. Reducción de gases de efecto invernadero (GEI), eficiencia energética y uso de energías renovables, gestión del agua y reducción de residuos, cuidado del suelo y la biodiversidad.
- Social. Trabajadores y proveedores, territorio y cultura local, seguridad y salud de los consumidores.
- Económico. Eficiencia y resiliencia.
- De gobernanza. El comportamiento ético, la gestión y comunicación de la sostenibilidad y la relación con los grupos de interés.
La certificación de la California Sustainable Winegrowing es otra muestra de enfoque global, del viñedo a la bodega y de las prácticas laborales justas a la integración de las empresas en su entorno social.
Sustainable Wine Roundtable, que integra 130 representantes de toda la cadena de valor (empresas vitivinícolas, instituciones académicas y ONG), ha anunciado una evaluación comparativa anual de todos estos sistemas. “Aunque estas normas de sostenibilidad son esenciales para reflejar las diversas condiciones de cultivo, su gran número crea incertidumbre entre minoristas y consumidores sobre lo que cada norma representa realmente, en qué se parecen y en qué se diferencian”, justifica esta iniciativa.
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La etiqueta tiene un precio
La certificación sostenible es más reciente que la certificación ecológica, y tiene un mayor potencial de crecimiento, según concluye el monográfico que ProWein (la feria internacional del vino y las bebidas espirituosas que se celebra en Düsseldorf, Alemania) dedicó en 2021 a la sostenibilidad. El estudio también refleja que, al menos hace cuatro años, el 43 % de los productores consultados no contaba con una etiqueta de vino sostenible, ni consideraba tenerla en un futuro próximo.
Es el caso de Manuela Astaburuaga, que ni siquiera ha trasladado a sus botellas que las tierras en las que se crían sus uvas tienen un certificado Fraitrade de comercio justo. “No le pongo el sello a mis vinos porque eso tiene un precio”, argumenta. A falta de sello de vino sostenible, insta a los consumidores a fijarse en detalles que aparecen en la etiqueta y pueden dar pistas: que el proceso sea artesanal, que la producción sea pequeña –entre 3.000 y 5.000 botellas–, o que la cadena de distribución sea corta. “Mis canales de venta son determinadas tiendas, no supermercados, y la web; intento quitarme a los intermediarios”, explica. Reconoce que lo menos sostenible de todo el proceso es la botella, por ser pesada. “Ahora estoy pensando en una más ligera”, reconoce.
“Manejamos nuestros cultivos bajo criterios de trabajo digno, y somos súper estrictos en el uso de agroquímicos”, defiende Astaburuaga. En su opinión, el tamaño y el ritmo de una bodega, importan. “Los insumos se agregan para acelerar procesos de la naturaleza, no los necesitas si das a los vinos el tiempo para que envejezcan. Yo ni siquiera los filtro, ya que todos los elementos terminan decantando de manera natural”, concluye.