Cerrar la brecha digital para aumentar la inclusión financiera en el mundo
La dificultad para acceder a internet, la falta de habilidades digitales o el desconocimiento de los productos financieros disponibles dificultan que población vulnerable, mayores y personas con discapacidad puedan participar en el sistema financiero sin trabas. Reducir la brecha digital ayuda a combatir la pobreza.
El cierre de la brecha digital –entendida como el acceso desigual a las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) entre personas, empresas o países– es una de las dos patas sin las que la inclusión financiera no puede andar. “Las personas con bajos recursos, sin acceso a la tecnología o a los productos digitales, quedan excluidas”, explica el investigador Jorge Vargas Florez, docente en la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP) y autor de un informe sobre las brechas de la inclusión financiera digital en Perú como consecuencia de la pandemia. Este experto siempre le pone el apellido ‘digital’ al sintagma ‘inclusión financiera’, y relaciona directamente brecha digital con pobreza y vulnerabilidad.
“El Covid-19 visibilizó un problema que ya existía», recuerda Vargas Florez. Con todo abierto y disponible, las limitaciones de acceso al sistema financiero no eran importantes. Fue al cerrar el mundo presencial cuando la brecha digital asomó. Se vieron las diferencias en la cantidad y calidad del acceso a internet entre Lima y otras ciudades grandes respecto a poblaciones más pequeñas. También hubo quien, por desconocimiento, no pudo disfrutar de los servicios bancarios aun teniendo conexión.
Otros aspectos negativos que ayudan a ensanchar la brecha digital son la desconfianza y la ciberdelincuencia. Y el hecho de que buena parte de la economía sea informal, como ocurre en Perú. “Los vendedores ambulantes del centro de Lima generan muchísimo dinero pero no utilizan el sistema financiero”, detalla Vargas Florez.
“Los servicios financieros digitales, desarrollados a raíz del Covid-19, son un mecanismo de entrada que puede ayudar a las personas desatendidas o subatendidas por el sistema financiero tradicional”, remacha el Banco de Desarrollo de América Latina (CAF) en su documento ‘Políticas de inclusión financiera y las nuevas tecnología en América Latina’.
Hoy a través de una app, instalada en su dispositivo móvil, que funciona también offline, los asesores de las entidades de la Fundación Microfinanzas BBVA pueden realizar las mismas operaciones que en una sucursal bancaria cuando visitan a los 3 millones de emprendedores vulnerables en América Latina que atienden actualmente. Además los emprendedores usan una aplicación de banca móvil diseñada especialmente para ellos con un formato similar al de un chat como WhatsApp. “Estamos digitalizando nuestro modelo, innovando con tecnologías como la inteligencia artificial, la biometría facial y por voz y a la vez introducimos a los emprendedores a la economía digital, les formamos en habilidades digitales y empresariales, e incluso implementamos programas para ampliar la conectividad en zonas sin acceso, porque queremos que ellos y sus familias puedan aprovechar todas las oportunidades de esta era digital” explica Gabriela Eguidazu, directora de Innovación para el crecimiento inclusivo de la FMBBVA que añade que “los avances en conectividad deben enfocarse en usos que deriven en un mayor progreso y bienestar de la población como son la educación, la salud o el acceso a servicios financieros”.
Para eso hace falta acceso a internet, que no está al alcance de 2.600 millones de personas, un tercio de la población mundial, según la Medición del Desarrollo Digital: Hechos y Cifras 2023 de la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT). El informe advierte de que poner en línea a las comunidades es un reto mucho más complejo que la mera construcción de conexiones físicas: requiere concienciar a la población sobre los beneficios, una bajada del coste y formar en competencias digitales. “Las habilidades digitales, también conocidas como alfabetización o competencias digitales, se refieren a la capacidad de una persona para usar la tecnología y los medios digitales de manera efectiva y segura”, según el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Son cruciales para navegar por un mundo en plena transformación digital.
En 2022, el por entonces presidente del Banco Mundial, David Malpass, abogó por reducir el costo de las transacciones digitales, ampliar el acceso a servicios financieros y canalizar el pago de salarios y transferencias sociales a través de cuentas financieras. En su artículo ’Una revolución digital para la inclusión financiera’ destacó el aumento exponencial de la digitalización de los servicios bancarios a raíz de la crisis sanitaria.
El Gobierno peruano lanzó en 2020 bonos sociales para ayudar a los colectivos vulnerables debido a la pandemia, y facilitó el proceso para abrir una cuenta y poder cobrarlos, con lo que mucha gente hasta ese momento al margen, quedó incluida en el sistema financiero. Vargas Florez dice que le sobra burocracia y le falta agilidad y mayor inclusividad con colectivos como los quechua-hablantes. “Son 10 millones en Latinoamérica, y no hay ningún producto dirigido a ellos”, indica.
“En cuatro años, la situación ha cambiado bastante”, resume este experto. Los teléfonos inteligentes se abaratan y cada vez más usuarios tienen uno; también se han democratizado los monederos digitales para el pago a través de ‘apps’. Los jóvenes manejan la tecnología con soltura, los colegios se van abriendo a las competencias digitales y el Ministerio de Educación acaba de anunciar que incorporará la educación financiera al currículo de la enseñanza básica.
El último análisis de la UIT pone de evidencia que el 79% de la población mundial entre los 15 y los 24 años utiliza Internet, 14 puntos porcentuales más que el resto de la población. “La universalidad, que se considera alcanzada cuando al menos el 95% de las personas utiliza Internet, ya ha sido alcanzada por este grupo de edad en las economías de ingresos altos y medianos altos”, incide.
Según estos datos, la brecha geográfica se estrecha al llegar a los más jóvenes, pero se ensancha entre ellos y las generaciones de sus padres y, sobre todo, de sus abuelos. También se observa brecha digital entre las personas con discapacidad, que demandan accesibilidad digital. Y entre hombres y mujeres, como revela el análisis de la UIT. “La población mundial ha ido avanzando poco a poco hacia la paridad”, revela. Sin embargo, las mujeres superan en número a los hombres no usuarios de Internet en un 17%, frente al 11% de 2019. En América y Europa, la paridad de género se ha logrado, o casi, mientras que en África “aproximadamente solo cuatro de cada diez hombres y tres de cada diez mujeres utilizan internet”.