Biodiversidad: La importancia de proteger un millón de especies
El comercio internacional de vida silvestre amenaza la supervivencia de un millón de especies. El tráfico legal o ilegal no solo afecta a animales, sino que las grandes protagonistas son las plantas. El encuentro internacional CITES ha aprobado medidas para evitar una crisis de la biodiversidad a escala planetaria.
Verde, amarillo, marrón, azul… y transparente. Las ranitas de cristal llaman la atención por sus colores brillantes, su pequeño tamaño y sus ojos saltones, aunque la verdadera sorpresa la esconden en la parte inferior del cuerpo: allí, su piel es totalmente transparente. Esto permite ver con claridad algunos de sus órganos internos, como el hígado, el estómago o el corazón, del que se pueden llegar a apreciar hasta los latidos.
Este gran secreto de las ranitas de cristal es lo que las ha llevado a dar la vuelta al mundo. Los pequeños anfibios, que crecen en arroyos y cascadas de bosques húmedos desde el sur de México hasta el norte de Argentina, hoy están también presentes en acuarios y terrarios de diferentes continentes, muy lejos de su hábitat natural.
Sin embargo, la situación de esta especie está a punto de cambiar: la 19ª cumbre del acuerdo sobre el comercio de plantas y animales (la COP19 de CITES), que se celebró en Panamá en noviembre de 2022, aprobó el control del comercio de todas las especies de rana de cristal.
Esta reunión tenía un objetivo muy concreto: tomar decisiones como esta, que ayuden a evitar una crisis a escala planetaria que amenaza con hacer desaparecer hasta un millón de especies.
¿Qué es CITES y por qué es tan importante?
La Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES) es un acuerdo internacional entre gobiernos que tiene como objetivo asegurar que el comercio internacional de especies de animales y plantas silvestres no constituya una amenaza para su supervivencia.
El texto de CITES se redactó en 1963 en una reunión de los miembros de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) y entró en vigor en 1975. Hoy, CITES ofrece diferentes grados de protección a más de 38.000 especies de animales y plantas que se comercializan como especies vivas, disecadas o en forma de productos (como pieles para hacer abrigos, por ejemplo).
Sin embargo, esto no es suficiente: se calcula que, cada año, el comercio internacional de vida silvestre afecta a millones de especímenes, en ocasiones provocando un declive importante de sus poblaciones. Junto a otras causas de origen antropogénico como el cambio climático, el cambio de los usos del suelo o la contaminación, la comercialización de especies está detrás de la grave crisis de biodiversidad que, de acuerdo con IPBES, amenaza la supervivencia de un millón de especies.
“La biodiversidad está decreciendo, cada vez hay un mayor número de extinciones debido a diferentes motivos de tipo antropogénico”, explica Ignacio Doadrio, profesor de Investigación del departamento de Biodiversidad y Biología Evolutiva del CSIC. “Esto preocupa a los organismos de conservación de la naturaleza, como la UICN, que lleva tiempo alertando de sus consecuencias. Una labor importante para frenar este decrecimiento está relacionada con el control del comercio de las especies, y aquí es donde entra en juego CITES”.
El atlas del comercio de plantas y animales
Cuando pensamos en el tráfico de especies, nuestra imaginación suele llevarnos a cazadores furtivos en busca del marfil de los elefantes, a cajas que transportan serpientes o pangolines o a personas que tienen arañas como mascotas. Sin embargo, los grandes protagonistas del comercio de especies no son los animales más icónicos, sino las plantas.
Actualmente, de las 38.700 especies registradas en CITES, 32.800 son especies vegetales. Y, de acuerdo con el informe ‘World Wildlife Trade Report’, el comercio de plantas comprendió un 81 % del total reportado entre 2011 y 2020. Detrás de este porcentaje está la demanda de madera y también de plantas que son usadas con motivos ornamentales o en la medicina natural, entre otros aspectos. Durante este periodo, el comercio afectó también a corales, reptiles, anfibios (como las ranitas de cristal), peces, mamíferos, aves y otros invertebrados.
¿Y dónde se comercializan estas especies? El informe de CITES señala que la mayor parte de los movimientos se dan entre Asia y Europa: Asia sumó el 37 % de las transacciones de exportación y el 31 % de las de importación, y Europa el 34 % de las transacciones de exportación y el 38 % de las de importación entre 2011 y 2020.
Hoy, una parte importante de las transacciones se realizan ‘online’. Tal y como señalan desde CITES, una amplia gama de especies está disponible y se anuncia abiertamente en sitios web populares de todo el mundo. Esto incluye especímenes vivos y productos derivados de animales como elefantes, rinocerontes, tigres y tortugas marinas.
El comercio global de especies tiene consecuencias que, en ocasiones, van más allá de la pérdida de determinadas poblaciones. Algunos ejemplos son la introducción y la presencia de especies invasoras o la aparición de enfermedades zoonóticas.
“Las personas se cansan de tener un mapache en su casa, porque muerde, y lo sueltan”, ejemplifica Doadrio. “Acciones como estas tienen un grave impacto en los ecosistemas y pueden provocar problemas sanitarios, como hemos podido ver con la crisis de la Covid-19. Volviendo al caso del mapache, se trata de un animal que puede transmitir la rabia. Son ejemplos para poner de manifiesto todo lo que el tráfico ilegal de especies puede provocar y la importancia de regularlo”.
Legales e ilegales: qué hay tras el tráfico de especies
El comercio de especies puede darse tanto dentro de un marco de legalidad como de ilegalidad. En ambos casos, puede haber consecuencias negativas para las especies – la legalidad no garantiza que se evite la sobreexplotación, como se ha podido contrastar en numerosas ocasiones en la pesca o la tala de bosques.
“No todo comercio legal garantiza la protección de la biodiversidad”, coincide Juan Manuel Posada, gerente de Ciencias de la Fundación MarViva, una organización que trabaja para optimizar la gestión sostenible de los ecosistemas marinos. “Tenemos muchos ejemplos que muestran lo contrario. Uno de ellos es el del pepino de mar, un invertebrado pariente cercano de las estrellas y los erizos que hasta mediados de los años ochenta se encontraba tranquilo en el medio marino, cumpliendo con su función ecológica”.
“Luego, la demanda del mercado asiático alcanzó la región de Latinoamérica, donde el recurso no se aprovechaba comercialmente, y en poco tiempo lo llevaron a un estado de sobreexplotación”, añade. Por ello, señala, contar con marcos regulatorios efectivos es fundamental para avanzar en la conservación de la naturaleza.
“La diferencia más relevante es que cuando haces una actividad legal, puedes tener una trazabilidad desde el momento de la extracción hasta el momento en el que llega al consumidor final. Esto permite conocer el origen del producto, cómo fue obtenido y por quién y a dónde llega”, señala Posada.
“Si se complementa esta información de captura, extracción y colocación en el mercado con un monitoreo de las poblaciones, puede analizarse cuál es el nivel de explotación y tomar medidas para su protección. Lamentablemente, este seguimiento poblacional es muy débil o inexistente en la mayoría de los países por falta de medios, especialmente en los menos desarrollados”, añade.
De acuerdo con Posada, es difícil conocer el alcance del comercio ilegal, dado que se oculta y no es trazable. Lo que sí se sabe es que se traduce en una pérdida de ingresos para los países de origen, especialmente el que se lleva a cabo dentro del mercado internacional, y tiene consecuencias para la biodiversidad. Una de las más claras es la disminución de las poblaciones hasta acercarlas a la extinción.
El informe ‘World Wildlife Crime Report’, de la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC), señala que cerca de 6.000 especies han sido incautadas entre 1999-2018. Existe tal variedad que ninguna especie es protagonista de más del 5 % de todas las incautaciones de comercio ilegal, al igual que ningún país del mundo concentró más del 9 % de las capturas.
El informe destaca especialmente el tráfico de palisandros (como el palo de rosa), elefantes y rinocerontes, pangolines, reptiles vivos, grandes felinos y la anguila europea, entre otras muchas especies animales y vegetales.
Medidas y soluciones: los éxitos de la COP19 de CITES
Para CITES es necesario que el comercio sea legal, sostenible y trazable. En la COP 19, la cumbre que tuvo lugar en noviembre de 2022 en Panamá, se dieron algunos avances significativos al elevarse la protección de más de 600 tipos de plantas y animales cuyas poblaciones habían disminuido en los últimos años.
Entre los grandes protagonistas de esta COP estuvieron los tiburones, las rayas, las ranitas de cristal y las tortugas. Entre otros logros, se incluyó a todas las especies de tiburones de la familia Carcharhinidae en el Apéndice II de CITES (aquel que reúne especies que no están necesariamente amenazadas por extinción, pero cuyo comercio debe ser controlado para evitar que afecte a su supervivencia).
Las medidas adoptadas cambiarán también el futuro de las ranitas de cristal: a partir de ahora, para sacarlas de sus países de origen será necesario contar con un permiso y documentación legal. Los acuerdos de esta cumbre de CITES fueron ratificados por los representantes de más de 160 países. Se trata de avances importantes porque, a diferencia de las decisiones que se toman en otras cumbres (como las COP del clima), los acuerdos de CITES son de obligado cumplimiento.
El papel de CITES se complementa con las acciones de organismos internacionales, ONG y los propios gobiernos nacionales. En España, por ejemplo, existe el Catálogo nacional de especies amenazadas, en las que se incluyen aquellas que están en peligro de extinción y para las que es necesario hacer planes de recuperación. Una vez una especie está incluida, se establecen actuaciones de manejo de su conservación.
“Cada plan de recuperación es distinto y depende de la especie. Si está amenazada por la presencia de embalses, por ejemplo, la solución es quitar estas barreras. Si un producto amenaza la supervivencia de una flor o un insecto, puede retirarse del mercado”, explica Doadrio. “En España ha tenido trascendencia el caso del lobo, ya que se prohibió su caza de manera cinegética. Del mismo modo, si el problema es la venta, hay que buscar respuestas apropiadas, como regular el comercio para evitar que este cause un daño en la biodiversidad”.