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Anguilas o cangrejos verdes: ¿quiénes son los grandes supervivientes a la contaminación?

Hay especies que cuentan historias de adaptación al medioambiente. En el Támesis, en la ría de Bilbao o en el cauce del Passaid, en EE.UU, la actividad industrial y la presión humana casi convierten los ecosistemas en eriales. Ejemplos donde la degradación ha dejado paso a la restauración ecológica y, por lo tanto, a la sostenibilidad.

Anguilas o cangrejos verdes: ¿quiénes son los grandes supervivientes a la contaminación? -

Los residuos de fertilizantes agrícolas, los desechos industriales y las aguas del alcantarillado de la mayor ciudad de Europa se encuentran en el río Támesis. Su cauce no parece a priori el lugar más propicio para la vida; y no lo es. Con todo, dos especies de focas y los delicados caballitos de mar parecen haber encontrado acomodo en su estuario. Nada mal para un ecosistema que hace 70 años fue declarado biológicamente muerto.

La situación ecológica del río que ha conectado Londres con el mundo durante siglos no es única. La mayoría de los ecosistemas costeros del planeta y, en particular, aquellos donde se encuentran el agua dulce y la salada, sufren daños similares. De hecho, solo un 15 % de las costas de la Tierra permanecen intactas hoy en día, sin ningún tipo de alteración de origen humano. Pero en todos los casos siempre hay supervivientes que nos cuentan la historia de la resiliencia de las especies y los ecosistemas.

De la ría de Bilbao al cauce del Passaic

Un poco más al sur de la desembocadura del Támesis, en la costa cantábrica, hay otro estuario al que las actividades humanas llegaron a poner al borde del colapso. La ría de Bilbao, donde el agua dulce de la cuenca del Nervión-Ibaizabal se encuentra con el mar, es también el área más industrializada y poblada del norte de España.

Anguilas o cangrejos verdes: ¿quiénes son los grandes supervivientes a la contaminación? -

La presión poblacional y la actividad industrial llevaron al estuario al límite a mediados del siglo pasado. Existían graves problemas de oxigenación en algunas zonas de la ría y la contaminación era elevada tanto en el agua como en los sedimentos. Como resultado, la zona interior del estuario llegó a estar totalmente desprovista de vida animal y la biodiversidad era muy pobre en todo el ecosistema. Solo especies como la anguila, el cangrejo verde o algunos poliquetos (un tipo de anélido) parecían poder sobrevivir en este ambiente tóxico.

En la otra orilla del Atlántico, en Nueva Jersey, el río Passaic es probablemente otro de los casos de contaminación extrema más estudiados. A sus orillas empezó a desarrollarse la incipiente industria estadounidense tras la independencia del país. Tras siglos de vertidos sin control (incluyendo herbicidas, pesticidas o ácido sulfúrico), hoy sus aguas son un desierto de vida. Sin embargo, en sus fondos sigue habiendo supervivientes, como los cangrejos azules y, de nuevo, los poliquetos.

¿Qué hace de estos animales algo tan extraordinario? En realidad, nada y todo a la vez. Cualquier ser vivo tiene la capacidad de recuperarse ante un impacto en su ecosistema. Algunos tienen más y otros tienen menos, pero la resiliencia viene de fábrica. Pueden resistir ante desafíos importantísimos y desaparecer tras cambios en su entorno que a nuestros ojos parecen insignificantes. Así, por ejemplo, la anguila europea, a pesar de ser una superviviente en la ría de Bilbao, está en peligro crítico de extinción por la sobrepesca y una enfermedad parasitaria que los expertos no acaban de entender bien.

La recuperación es posible

La contaminación en el Passaic sigue siendo preocupante hoy en día, si bien la agencia medioambiental de Estados Unidos (EPA) está empezando a implementar un plan de limpieza del cauce fluvial y restauración de los ecosistemas. Sin embargo, tanto en Bilbao como en Londres la situación ha dado un vuelco en las últimas décadas. Ambos estuarios están lejos de ser ecosistemas saludables, pero la mejora es evidente.

En la ría de Bilbao, la depuración de las aguas a partir de los años ochenta del siglo pasado y, en particular, desde el comienzo del siglo XXI ha disminuido en varios órdenes de magnitud la concentración de nitrógeno y de bacterias fecales, y ha elevado la oxigenación de las aguas. Hoy, la llamada comunidad bentónica (las especies que viven en los sedimentos) son algo más que poliquetos. En ella conviven multitud de especies de anélidos, moluscos, crustáceos, erizos y estrellas de mar.

Además, se han contabilizado 57 especies de peces y 33 de crustáceos en el agua, incluyendo lenguados, lubinas y salmonetes, además de la anguila, que nunca llegó a abandonar la zona. De vez en cuando hasta se dejan ver anchoas y chicharros. Esto, a su vez, ha favorecido que las aves acudan a la zona en busca de pesca y usen un estuario que hasta hace poco agonizaba como área de descanso y alimentación.

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En el Támesis la contaminación por nitratos sigue siendo elevada y, aun así, ante los mínimos signos de mejora, los antiguos pobladores del estuario han vuelto a casa. Además de las focas y los caballitos de mar que abrían este artículo, las avocetas y varias especies de tiburones han regresado a la desembocadura del río, según el último informe de la Zoological Society of London sobre la zona.

Atrás quedan los días en que un puñado de supervivientes aguantaba a duras penas en sus aguas. La degradación ha dejado paso a la restauración gradual y la resiliencia ecológica ha probado la capacidad de los ecosistemas de recuperarse tras una perturbación. En la ría de Bilbao y en el Támesis, la vida ha vuelto a demostrar por qué lleva miles de millones aferrada a esta roca que llamamos casa.