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América Latina, una región clave para alimentar al mundo

América Latina y el Caribe son una gran despensa planetaria: suman el 14 % de la producción mundial de alimentos. Para la ONU, el hambre y la malnutrición no se deben a la falta de alimentos, sino a los niveles de pobreza y desigualdad. Su producción agrícola requiere ahora apostar por la sostenibilidad.

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La región de América Latina y el Caribe es rica en recursos naturales y biodiversidad. Cuenta con un tercio de las reservas de agua dulce de todo el planeta, una quinta parte de los bosques naturales y el 12% de los suelos cultivables. De norte a sur, sus diferentes climas permiten producir todo tipo de alimentos: patata, maíz, aguacate, café, cacao y un sinfín de frutas, que a menudo se comercializan en todo el mundo.

América Latina suma el 14 % de la producción mundial de alimentos y está detrás del 45 % del comercio internacional neto de productos agroalimentarios. Entre sus próximos objetivos está hacer frente a la crisis provocada por la COVID-19 y las consecuencias del cambio climático, para reforzar así su productividad y contribuir al que sin duda será un gran reto a nivel mundial: alimentar a 10.000 millones de personas en 2050.

Fin al hambre por desigualdad

Actualmente, América Latina funciona como una gran despensa para el planeta. De sus tierras crecen bienes suficientes para alimentar a sus más de 600 millones de habitantes y aún sobran para exportarlos a otras regiones. Sin embargo, las debilidades propias de los sistemas agrícola y alimentario hacen que gran cantidad de frutas y verduras se pierdan por el camino, sin llegar a los platos de millones de personas que pasan hambre.

De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el hambre y la malnutrición de América Latina no se deben a la falta de alimentos, sino a los altos niveles de pobreza y desigualdad. “En esta región es demasiado barato comer mal, y es el lugar más caro para comer saludablemente”, señaló Julio Berdegué, representante de la FAO, en La Conferencia Regional celebrada en octubre de 2020.

Por ello, mejorar la agricultura de América Latina implica también favorecer el bienestar de sus habitantes. La pandemia de COVID-19 ha golpeado duramente a la región, provocando un retroceso sin precedentes en la lucha contra la pobreza. En poco más de un año, su PIB ha sufrido una contracción de un 7,7 % y han cerrado más de 2 millones y medio de empresas.

Sin embargo, y de acuerdo con la ONU, las exportaciones agrícolas regionales aumentaron durante la pandemia, algo que pone de manifiesto la resistencia y la importancia del sector. Sus sistemas agroalimentarios suponen hasta la mitad del empleo total, así como entre el 30 % y el 40 % del producto interior bruto económico. Se trata, así, de un sector capaz de acelerar la recuperación económica, garantizar dietas seguras y saludables y crear entornos rurales inclusivos y prósperos.

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Una agricultura resiliente al clima

A su vez, para alimentar a una población en constante crecimiento es necesario que la productividad agrícola de América Latina se base en sistemas sostenibles y responsables con el medioambiente.

En las últimas décadas, la mala gestión de la agricultura y la ganadería ha acabado con grandes superficies de bosques de la región, ha degradado los suelos y contribuido a la emisión de numerosos gases de efecto invernadero a la atmósfera, propiciando así el cambio climático.

De acuerdo con QU Dongyu, director general de la FAO, para crear sistemas resilientes al clima y responsables con la naturaleza es vital mejorar la eficiencia hídrica, promover la regeneración del suelo, reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y preservar la biodiversidad.

También es necesario realizar una transformación en el plano social y lograr equidad entre los agricultores, incluyendo a indígenas, los jóvenes y las mujeres, muchas veces excluidos de los negocios y la toma de decisiones. Estos tienen la capacidad de presentar diferentes puntos de vista, favorecer el debate y apostar por soluciones tradicionales o novedosas. De acuerdo con la ONU, si las mujeres agricultoras tuvieran el mismo acceso a los recursos que los hombres, la cantidad de personas que padecen de hambre en el mundo se reduciría hasta en 150 millones.