Santiago Carbó: “Las finanzas son parte esencial de nuestra vida, pero se arrinconan en los planes de estudio”
El currículum del economista Santiago Carbó es extenso. En la actualidad, Carbó es catedrático de Economía de la Bangor University, de Gales, y también es profesor de CUNEF. Anteriormente fue decano de la Facultad de Económicas y Empresariales de Granada.
Asimismo, hace investigación para FUNCAS, la Fundación de las Cajas de Ahorros, y ha colaborado con el Banco de la Reserva Federal de Chicago, el Banco Central Europeo o la Comisión Europea, entre otros. En esta entrevista, el economista nacido en Gandía (Valencia) analiza hasta qué punto la falta de cultura financiera ha agudizado la crisis en España y la situación de muchas familias, y compara nuestros hábitos financieros con los de los británicos. También habla de las reformas que tiene que abordar España para salir definitivamente de la crisis y avanza qué se puede esperar de la inversión en vivienda o de las pensiones en el futuro.
-Pregunta: Recientemente usted escribía en un artículo que la educación financiera “no es sólo una herramienta para la protección del ciudadano”, sino que también “puede mejorar ostensiblemente sus condiciones de vida”. ¿Hasta qué punto la profundidad de la crisis económica en España tiene que ver con una pobre educación financiera de los españoles?
-Santiago Carbó: No puede decirse que la profundidad de la crisis tenga que ver con que los españoles tengan una educación financiera pobre. En los países más avanzados y con mayor tradición y experiencia en estas lides, las crisis se han repetido. Pero hay aspectos, en lo que se refiere a seguridad, protección del consumidor y adecuación de perfiles de riesgo que pueden reducir el impacto. En Estados Unidos hay numerosas experiencias en las que las crisis (especialmente cuando hay un componente inmobiliario e hipotecario) se ceban con los más desfavorecidos porque han acumulado excesivos riesgos. Pero esto no es sólo un problema de demanda, sino también de oferta. Las propias entidades financieras pueden y deben (y lo han hecho en algunas ocasiones) colaborar a la mejora de la educación financiera.
-P: ¿A qué ha llevado la falta de cultura financiera de los españoles? En otras palabras, ¿qué hemos hecho mal por no saber de finanzas personales, o por descuidar este aspecto?
-R: La educación es probablemente la piedra angular de progreso más poderosa, en el aspecto financiero o en cualquier otro. Genera igualdad y una demanda sofisticada. No podemos culparnos demasiado. Nuestro conocimiento financiero comienza con la experiencia familiar y, en este sentido, las familias españolas han sido tradicionalmente ahorradoras y responsables. Luego están los perfiles de riesgo de cada cual. Lo que ocurre es que tanto en las inversiones en renta fija y renta variable y en las inmobiliarias ha habido un grado de cambio, especulación y sofisticación para el que buena parte de las economías domésticas españolas no estaban preparadas. La educación financiera, y la económica en general, debe tener mayor presencia en las escuelas. La alternativa es la “escuela” de la experiencia, de la vida. Pero esto tiene un coste importante, a veces generacional, como con la última crisis.
“Complementar la pensión futura con otras opciones parece la estrategia correcta”
-P: ¿Cuáles son las principales enseñanzas que podemos sacar, como ciudadanos, de la dura crisis económica que nos ha tocado vivir?
-R: La primera es que el sector financiero se había sobredimensionado sin los adecuados controles. En tanto en cuanto eso se solventa, tenemos que ser conscientes del grado de protección real que tiene nuestro ahorro y nuestras inversiones; por ejemplo, los seguros de depósitos. La segunda es que la vivienda en propiedad no es siempre la mejor inversión ni la más segura, y que implica una deuda muy de largo plazo. La tercera –tal vez menos popular, pero necesaria- es que el Estado lo componemos todos y que cuestiones como los servicios públicos o las pensiones tienen que ser sostenibles para que eso que llamamos estado del bienestar sea viable a largo plazo.
-P: ¿Por dónde habría que empezar a cambiar las cosas para que las generaciones que vienen tomen decisiones cabales en lo económico?
-R: No todo surge de las decisiones del sector hogares. El ambiente institucional y regulatorio tienen que ser el correcto y el ejemplo político también debe ser el adecuado. A partir de ahí, siempre ha habido reglas básicas sobre adopción de riesgos y asunción de deuda que, independientemente del perfil de riesgo, deberían tenerse siempre en cuenta. Esto debería estar claramente insertado en el diseño curricular de las enseñanzas medias porque es una parte esencial de nuestra vida. Como lo es la filosofía o la música. Pero todas ellas están cada vez más arrinconadas en los planes de estudios.
-P: Usted da clases en la escuela de negocios de la Bangor University, de Gales. ¿Cómo están los británicos, sobre todo los niños y los jóvenes, en materia de educación financiera? ¿Qué se está haciendo en el Reino Unido que podríamos importar?
-R: En Reino Unido hay cosas que envidiar y otras que no tanto. En realidad, ha habido cosas en las que los británicos se han parecido a los españoles, como en la pasión por la propiedad inmobiliaria y la asunción de una elevada deuda privada. Sin embargo, aceptan en mayor medida que los españoles los incentivos al esfuerzo y cuentan con un ahorro generalmente más diversificado. En cuanto a la educación financiera, es cierto que hay muchas iniciativas en las grandes ciudades, como Londres o Manchester, en materia de educación y cultura financiera, pero no ya tantas en zonas rurales o ciudades más pequeñas. El que Londres sea un centro financiero tan potente facilita que haya muchos actos que ayudan a la formación financiera en general. El hecho de que tanta gente trabaje en el sector financiero ayuda mucho a ese proceso de intensificación de la cultura financiera.
-P: A la hora de invertir, ¿qué debe tener en cuenta un ahorrador medio en España que anda desconfiado por las preferentes o cosas por el estilo?
-R: En este tema se ha avanzado porque las reformas regulatorias circunscriben este tipo de activos ya casi exclusivamente a inversores institucionales. Tampoco podemos parecer ingenuos o deliberadamente ignorantes. Una cosa es desconocer el activo y otra ignorar el riesgo. Hay un gran número de personas que no sabían en que invertían y otras que sí que eran conscientes. Una lección probablemente es que la renta fija también tiene diferentes niveles de riesgo.
-P: ¿Cuál cree que es la mejor inversión en la actualidad? ¿Cree que el ladrillo, que empieza a recuperarse, sigue siendo una buena opción?
-R: La inversión inmobiliaria es conveniente cuando se hace a largo plazo y no para buscar una rápida especulación. También es adecuada cuando la ratio “préstamo/valor del inmueble” no es elevada o cuando existe un patrimonio que dé soporte a la deuda en caso de problemas sobrevenidos. En cualquier caso, España debería contar con más medidas para evitar la especulación con este tipo de activos. Entre otras cosas, porque ha cambiado de forma considerable la capacidad de acceso a la vivienda de las generaciones actuales en relación a las pasadas.
-P: Usted escribe semanalmente en los periódicos sobre la situación de la economía española. ¿Cuál es su balance? ¿Estamos saliendo definitivamente la crisis, como sostienen algunos, o queda mucho trecho para llegar a ese punto, como dicen otros?
-R: Salimos poco a poco de la crisis, pero hay dos termómetros que aún marcan fiebre y ésta sólo se puede bajar lentamente y con empeño: el paro y los desequilibrios estructurales. Hace falta un mercado de trabajo aún más dinámico, con menos formas contractuales y con políticas activas mucho más definidas y eficaces. Es preciso también profundizar en las reformas y fijar políticas de largo plazo sólidas en materias como la educación, la energía o la investigación.
-P: ¿Hasta qué punto estamos aprovechando la crisis para “resetear el país” y conseguir otro modelo productivo? ¿Qué problemas crónicos todavía no hemos abordado?
-R: Se han abordado algunos problemas algo enquistados por la propia presión que ha ejercido la crisis para intentar reequilibrar algunos elementos institucionales como el mercado de trabajo o el sistema financiero, pero es preciso ahondar mucho más. La educación tal vez sea la cuestión más importante, pero requiere responsabilidad y un acuerdo amplio de largo plazo. Como he comentado anteriormente, la energía, el I+D+i o la reforma de las administraciones carecen de políticas o apuestas claras.
-P: En un libro reciente, el economista José Ignacio Conde-Ruiz llamaba la atención sobre la necesidad de reformar el sistema de pensiones para hacerlo viable en el futuro y que no colapse, y sobre todo pedía un debate público transparente sobre esta cuestión. ¿Cuál es su opinión al respecto?
-R: Estoy de acuerdo. Los españoles tenemos que conocer lo que recibimos y lo que aportamos. Es impopular, pero es importante para crear conciencia. La solidaridad inter-generacional se fomenta con mayor información y responsabilidad, y las pensiones son un ejemplo palmario de esta necesidad de cambio. No eran sostenibles tal y como estaban y aún precisan de otros cambios y reformas.
-P: ¿Aconseja a nuestros lectores complementar su pensión futura, muy previsiblemente a la baja, según los expertos, con planes privados u otro tipo de inversiones de ahorro a largo plazo?
-R: No puede ser de otro modo, me temo. La evolución de la demografía y la situación de las finanzas públicas así lo parecen sugerir. En la medida que sea posible en cada caso, complementar la pensión futura con otras opciones parece la estrategia correcta.