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Trucos para no confundir un gasto con una inversión

Pueden confundirse, ya que son conceptos con cierto parecido, pero conllevan distintas consecuencias para la salud financiera de una familia o de una empresa. Se trata de los gastos y las inversiones. En ambos casos suponen una salida de dinero, pero unos suelen mermar el patrimonio y las otras buscan aumentarlo.

Trucos para no confundir un gasto con una inversión

Cuando una persona realiza un gasto o egreso “está efectuando la adquisición de un bien o servicio que le permite satisfacer sus necesidades presentes e inmediatas sin generar rendimientos para el futuro”, explica Lidia Lobán, profesora de finanzas en Deusto Business School. “El alquiler de la vivienda, la suscripción a Netflix o el café de todos los días se consideran gastos”, enumera.

Hay gastos que no es posible evitar (la alimentación, consumos básicos, suministros de agua o energía, los arrendamientos, etc.) y otros que no son imprescindibles y que hay que moderar si las finanzas no están suficientemente saneadas. Por ejemplo, la adquisición de ropa de moda, una bicicleta para hacer deporte o la contratación de un viaje de ocio.

¿Cómo se define la inversión?

Es el dinero con el que se espera conseguir un rendimiento o beneficio en el corto, medio o largo plazo. Por ejemplo, la adquisición de una vivienda o la compra de participaciones en un fondo de inversión se consideran inversiones.

¿Cuándo es el mejor momento para endeudarse?

Los expertos advierten que a la hora de endeudarse hay que ser especialmente riguroso y consciente de si se trata realmente de una inversión o de un gasto. En el primer caso, es más probable que merezca la pena hacer el esfuerzo de afrontar un crédito, ya que redundará en una mejora futura. Si, por el contrario, se trata de un gasto que solo satisfará un capricho o mejora en el presente conviene analizar cuidadosamente si nuestras finanzas lo pueden afrontar.

Suele suponer un desembolso económico en el presente e ingresos en el futuro. “Invertir implica comprometer parte los ahorros con la esperanza, pero sin la certeza, de obtener a cambio una rentabilidad. Como no existe la certeza de obtener esa rentabilidad, invertir implica riesgo”, explican los expertos del Plan de Educación Financiera, un proyecto de educación financiera impulsado por la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) y el Banco de España.

¿Y cuáles son esos beneficios? No tiene por qué ser necesariamente un retorno directo en forma de dinero, como el correspondiente al dividendo en el caso de los valores o acciones en Bolsa o los intereses por un depósito a plazo fijo. Con rendimiento también se alude a beneficios no tangibles, resultados que no se pueden ver en estos momentos, pero sí en el futuro.

En este último grupo se puede incluir, por ejemplo, invertir en una mejor formación, que aumente las posibilidades de encontrar un buen trabajo o mejorar nuestro salario, o afrontar una reforma en la vivienda, que repercutirá en su valor cuando queramos venderla o alquilarla. También se puede considerar como inversión la contratación de un seguro de vida o de cualquier producto de ahorro para la jubilación. En todos estos casos existe la posibilidad de lograr un beneficio en un futuro.

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Claves para diferenciar un gasto de una inversión

  • Visto todo lo anterior, el principal truco para saber si se trata de una inversión o simplemente un gasto es plantearse si va a reportar algún tipo de rendimiento añadido importante. En ese caso, se habla de una inversión. Si no hay beneficio o es solo momentáneo, será un simple gasto.
  • Otra recomendación para diferenciarlos tiene que ver con el riesgo que conlleva cada una de estas acciones. Si es un gasto, solo hay que esperar que tenga como contrapartida acceder a un determinado bien o servicio. Es decir, se hace un pago y se obtiene un producto concreto. Sin embargo, en una inversión, el objetivo es lograr un beneficio añadido y no se tiene la seguridad al 100% de lograrlo.
  • Otro ‘tip’ es fijarse en si ese desembolso disminuye directamente el capital, o incluso supone asumir deudas o compromisos futuros, sin esperar ningún rendimiento más o si, por el contrario, la perspectiva es que se aumente el patrimonio en algún momento. En el primer caso, es un gasto y en el segundo una inversión.
  • También puede ocurrir que una misma compra se pueda considerar de diferente manera. Comprar un ordenador para jugar o ver películas se considera un gasto. Pero, si ese mismo dispositivo se emplea principalmente para teletrabajar o atender asuntos laborales, es claramente una inversión.

Cómo afrontar el endeudamiento

Por último, hay que recordar que, en ocasiones, afrontar un gasto o una inversión de cierta cuantía (como la adquisición de un vehículo o una vivienda) puede requerir la solicitud de un préstamo. En el caso de los hogares españoles, la deuda representó en el año 2020 el 11,4% del valor conjunto del patrimonio de las familias. En cuanto a México, el 56.9% de los hogares tienen algún tipo de deuda, ya sea hipotecaria, de tarjeta de crédito, crédito de nómina o préstamos personales, según la Encuesta Nacional sobre las Finanzas de los Hogares (ENFIH).

'Podcast': Cómo iniciarse en la inversión

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