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¿Qué es y cómo funciona la inversión en dividendos de acciones?

Los dividendos son la forma más común en que una empresa reparte los beneficios que genera con los inversores que confiaron en ella comprando acciones. Para lograr el cobro periódico y constante de dividendos, es importante seguir tres principios: invertir únicamente en sectores que se conozcan bien, optar por empresas consolidadas en sectores estables, aunque su rentabilidad sea menor, y diversificar la inversión entre diferentes países y sectores para minimizar riesgos.

¿Qué es y cómo funciona la inversión en dividendos de acciones?

Una inversión es el proceso por el que se busca que un dinero incremente su valor con el tiempo y genere un rendimiento que mejore la salud financiera del inversor. Esto puede lograrse de varias formas: desde la acumulación de ahorro en un depósito bancario que genera intereses hasta la inversión en un activo que se espera que se aprecie con el tiempo o que abona intereses, dividendos o cualquier otra forma de retorno financiero.

Toda inversión conlleva rentabilidad y riesgo. La primera es la ganancia sobre el dinero invertido. El segundo se refiere a la incertidumbre que acompaña toda rentabilidad, ya que ninguna inversión asegura ganancias.

Diferencia entre rendimiento explícito e implícito de una inversión

La finalidad de cualquier inversión es obtener un rendimiento, o ganancia, con relación a su coste. Este puede ser un rendimiento implícito. Esto quiere decir que es una ganancia de capital derivada de la revalorización del activo, que se realiza con la desinversión final en el activo o la amortización del mismo. Un ejemplo de rendimiento implícito es la compra de acciones baratas, o con recorrido al alza, para venderlas una vez se agota su recorrido. De esta manera, puedes recibir la diferencia entre el precio de venta y el de compra.
Sin embargo, también existe el rendimiento explícito mediante dividendo o cupón, que supone pagos periódicos al inversor. Como tal, se trataría de una forma de complementar otro tipo de rentas con las que cuente el inversor, como puede ser su salario o los beneficios de su propio negocio como autónomo o pequeña empresa.

La diferencia entre los rendimientos implícitos y explícitos, resume Massimo Cermelli, profesor titular de Economía y Finanzas en Deusto Business School, radica en “la visión de corto o largo plazo que tenga el inversor”.

En el caso de los rendimientos implícitos, “se tiene la expectativa de que el valor del activo aumentará con el tiempo debido a factores como la demanda del mercado, mejoras en la empresa o sector, cambios económicos, entre otros”, Mientras que en los rendimientos explícitos, “la inversión se realiza con el objetivo de recibir pagos periódicos por parte de la empresa en forma de dividendos”, explica.

Por su parte, Luis Garvía, director del Máster de Riesgos Financieros en ICADE Comillas, se refiere a los rendimientos implícitos como una forma de inversión especulativa: “Si no hay dividendo, se espera que suba mucho la acción para conseguir mayores ganancias. Pero el hecho de que suba mucho también indica que puede bajar demasiado. Rentabilidad y riesgo son mayores”.

Con la dicotomía rentabilidad/riesgo en mente, el experto de ICADE Comillas concluye: “En cambio, el dividendo se paga todos los años y es fruto del trabajo de la empresa. O sea, invertir pensando en dividendos es algo más seguro y como tal, da menos rentabilidad”.

¿Qué es y cómo funciona la inversión en dividendos de acciones?

Dividendos: ¿Qué son? ¿Cuándo y cómo se cobran?

Un dividendo es parte del beneficio líquido total logrado por una sociedad mercantil que, en la medida que acuerde la empresa, constituye la base de reparto entre sus accionistas. Es decir, es la retribución a los propietarios de la empresa.

“Es una forma de compartir los beneficios generados por la empresa con aquellos que invierten en ella, premiando dicha inversión”, resume Cermelli. El resultado de una empresa puede reinvertirse en su crecimiento o repartir entre sus accionistas, en forma de dividendos. Esto último suele ocurrir tras la junta anual de accionistas.

Pero también se puede hacer de forma fraccionada, distribuyendo el pago en trimestres o semestres. “Esta fórmula es más atractiva para los accionistas. Los dividendos a cuenta son más atractivos para los inversores porque estos acaban teniendo más flujo de caja”, detalla Garvía.

La decisión de una empresa de pagar dividendos depende de su estrategia financiera, que está condicionada, a su vez, por su situación económica y sus objetivos de crecimiento.

“Una empresa que acaba de empezar no suele pagar dividendos, salvo que lo haya hecho muy bien en un negocio que funcione estupendamente”, explica Garvía. “Porque una empresa primero tiene que crecer y, luego, cuando le vaya bien, reinvertir en ese crecimiento. Tampoco pagan dividendos las empresas que están en sectores inestables”.

Por el contrario, apunta Cermelli, “las empresas que pagan dividendos suelen ser aquellas que tienen una historia estable de generación de ganancias y flujo de efectivo. Esto incluye a empresas maduras y establecidas que operan en industrias consolidadas y que no requieren reinvertir la totalidad de sus ganancias para financiar un crecimiento agresivo”.

Luis Garvía concreta: “En la práctica, aquellas que se dedican a economías de escala, utilities, energías y telecos deberían pagar un dividendo más constante, aunque el precio cambiase menos. En cambio, las empresas tecnológicas pueden tener más ganancias de capital frente a dividendos más volátiles”.

Recetas para asegurar el cobro de dividendos y fiscalidad

Como la decisión de distribuir los dividendos de una empresa depende de varios factores, el pago de estos no está garantizado, lo que puede penalizar a la empresa en bolsa por parte de sus inversores.

Aunque esta penalización depende del uso que la empresa haga de ese dinero, puntualiza Garvía: “Empresas como Apple o Google han estado más de diez años sin pagar dividendos porque estaban creciendo. Sus inversores recibían el crecimiento de las acciones en su posesión”. El director del Máster de Riesgos Financieros en ICADE Comillas menciona tres estrategias para que los inversores se aseguren dividendos:

  1. Conocimiento. No invertir en un sector o producto que no se entienda o que sea ajeno. O considerar la inversión colectiva como alternativa a la individual. Es decir, acudir a fondos de inversión que actúan en nombre de personas sin conocimiento sobre instrumentos financieros.
  2. Seguridad. Confiar en las empresas que llevan años trabajando y teniendo ganancias en un sector estable. Estas tienen menos riesgo, aunque a costa de una menor rentabilidad también. “Nadie da duros a pesetas”.
  3. Diversificación. Optar por inversiones en diferentes países, sectores o empresas dentro del mismo sector. “Tener los huevos puestos en diferentes cestas”.

Además, hay que tener en cuenta que la fiscalidad de los dividendos es diferente a la de los beneficios generados por la venta de acciones. Mientras los dividendos se consideran rendimientos de capital mobiliario; las plusvalías y minusvalías derivadas de la venta de las acciones de una compañía se consideran ganancias y pérdidas patrimoniales.

Massimo Cermelli detalla: “Los dividendos están sujetos a una retención del 19% a cuenta del IRPF. En lo que a su tributación se refiere, será del 19% hasta los 6.000 euros, del 21% entre 6.000 y 50.000 euros, del 23% entre 50.000 y 200.000 euros, del 27% entre 200.000 y 300.000 euros y más de 300.000 euros es del 28%”.