Préstamo financiero: qué es, tipos y diferencias
Un prestatario recibe dinero de un prestamista y se compromete, mediante contrato, a devolverlo según unas cuotas, intereses y plazos acordados por ambas partes. Esta operación, tan antigua como el dinero, se ha democratizado gracias a los bancos y se ha ido sistematizando y sofisticando con el paso del tiempo. Antes de acudir al banco a pedir un préstamo es importante hacer números y entender bien el impacto que su devolución puede tener sobre la salud financiera para evitar complicaciones en el futuro.
Un préstamo financiero es una operación financiera mediante la cual el prestamista entrega una cantidad de dinero al prestatario, que se compromete a devolver lo recibido, junto con los intereses pactados entre las partes, en unos pagos o contraprestaciones que han de realizarse en los plazos de tiempo establecidos.
Victoria Nombela, secretaria técnica de Economistas Asesores Financieros (EAF-CGE), órgano especializado en asesoría financiera del Consejo General de Economistas, detalla en qué consiste esta operación: "Generalmente las condiciones se recogen en un contrato de préstamo, que incluye cantidad prestada, tipos de interés, plazos de amortización, así como otros gastos aplicables".
Origen e historia
Los préstamos financieros son tan antiguos como el propio nacimiento del dinero. "Nos podríamos remontar a más de 2.500 años antes de Cristo, en Mesopotamia, con la utilización de metales preciosos como forma de pago", apunta Nombela.
Fueron griegos y romanos quienes perfeccionaron la actividad y, gracias a ella, lograron hacer prosperar sus civilizaciones. Roma ya conocía el concepto de tipo de interés, pero su uso no estaba regulado, y los intereses podrían considerarse abusivos vistos desde la perspectiva actual. Según las crónicas, Marco Bruto, miembro del complot para asesinar a Julio César, prestaba su dinero a un interés que alcanzaba el 48%.
"Hemos evolucionado mucho", señala José María Valle, profesor de Finanzas en la Universidad Europea, quien observa dos sofisticaciones claras. "En los orígenes, los préstamos se daban y devolvían en especie. Después aparecieron el dinero físico, las tarjetas de crédito, y llegaremos a los registros electrónicos", indica. Otra de las innovaciones conceptuales está en la instrumentación, referida al entramado que ha sistematizado el proceso desde los primeros e informales trueques, donde se podría prestar una vaca y esto se pagaba con 20 gallinas, hasta las actuales operaciones. En ellas todo está perfectamente atado: dinero prestado, contrapartida recibida, intereses, plazos acordados.
Durante la Edad Media se fue profesionalizando el sistema, quedando en manos de los primeros banqueros. Cristóbal Colón llegó a América, por ejemplo, gracias al préstamo que le hicieron los Reyes Católicos. La creación de los bancos comerciales, en el siglo XVIII, primero en Europa y después en Estados Unidos, facilitó el acceso a esta herramienta financiera. Y ya a partir del XX, cualquier persona con una idea de negocio o una necesidad económica podía acceder a un préstamo financiero.
Préstamo y crédito
En el día a día se suele utilizar indistintamente, como sinónimos, préstamo financiero y crédito financiero, según el profesor Valle. Pero existen diferencias entre ambos términos. Con el primero se entrega una cantidad determinada al prestatario, con sus plazos. Mientras que, una vez concedido el crédito financiero, el cliente puede ir haciendo disposiciones del dinero siempre que no supere el límite concedido, y devolverlo periódicamente. “Generalmente solo se pagan intereses por la cantidad que realmente se ha utilizado”, sostiene Nombela.
Diversos autores defienden que el préstamo es la operación de crédito más común, aunque no la única. El abanico abarca, también, las ventas a plazos, la garantía o depósito de una suma de dinero en el banco, el descuento de efectos comerciales (pagarés, letras de cambio…), el empeño de mercancías o las pólizas de crédito, que abren una línea de financiación entre el cliente y el banco.
Cuotas de amortización y de interés
Hay dos constantes en las cuotas que el prestatario ha de desembolsar para liquidar su préstamo: la parte destinada a amortizar el capital prestado (llamada principal) y la parte correspondiente a los intereses.
Existen varios sistemas de amortización de préstamos. "El más habitual en España es el método de amortización francés", explica Valle. Consiste en una cuota periódica (suele ser mensual) constante, compuesta de una parte de devolución de capital y otra de devolución de intereses. Mediante el método de amortización italiano, menos frecuente, el prestatario paga una cuota formada por las mismas componentes, capital e intereses; la primera es constante pero la segunda, la del interés, es variable, de manera que no desembolsará el mismo dinero todos los meses.
Un tercer método, el americano, "no es para personas sino que se suele aplicar a empresas", advierte Valle. Con él, la compañía va pagando mes a mes los intereses del dinero prestado y solo al final devuelve, de una vez, todo el principal. "El banco le pedirá una garantía y le reclamará el pago en la fecha de vencimiento, junto con la última cuota de interés", acota el experto.
Tipos de préstamos
El mercado ofrece distintos tipos de préstamos para particulares, pero Nombela explica que los más habituales son el personal, mediante el cual la entidad financiera pone a disposición del cliente una determinada cantidad de dinero, estipulada previamente en un contrato. Y el hipotecario, en el que el banco que presta el dinero cuenta, como garantía, con la propia vivienda propiedad del cliente.
Para empresas y volúmenes mayores de dinero se ha ido desarrollando una variedad de préstamos, más sofisticados:
Préstamo sindicado: es una línea de financiamiento repartida entre diversas entidades bancarias. Habitualmente se concede a grandes corporaciones para la puesta en marcha de proyectos costosos.
Préstamo instrumentado mediante descuento bancario: se trata de una herramienta a la que recurren con frecuencia pequeñas y medianas empresas cuyos clientes no pagan al contado, sino en un plazo de varios meses. Si necesita el dinero ahora y no más tarde, la pyme puede acudir al banco con la letra o pagaré que le ha cumplimentado el cliente, pagadero en un plazo determinado, y canjearlo por dinero en efectivo en ese mismo momento. El banco le concederá el anticipo, aplicándole un descuento (dicho de otro modo, le aplicará un tanto por ciento de interés). A cambio se quedará con el título y lo cobrará cuando venza el plazo.
"Cada vez más, las empresas con necesidad de liquidez, en vez de ir al banco acuden a los mercados, emitiendo un bono o pagaré que les haga conseguir dinero de inversores", describe Valle aludiendo a la desintermediación bancaria como fenómeno relacionado con los préstamos financieros. Esta operación requiere de un acuerdo con un intermediario financiero, que le ayude a colocar sus títulos. "En Estados Unidos, aproximadamente dos tercios de las compañías se financian apelando al mercado. En Europa son un tercio, pues el continente va por detrás en ese proceso de desintermediación bancaria", concluye Valle.
En este punto cobran enorme importancia las agencias de 'rating' o calificación crediticia, que son entidades privadas cuya función es valorar el riesgo de crédito de una compañía o producto financiero a través de una serie de calificaciones: si la empresa demuestra ser solvente los inversores estarán más confiados y demandarán menor rentabilidad (lo que se traduce en que exigirán un menor interés, a cambio de una mayor seguridad). Si tiene menos solvencia serán reacios a prestarle dinero y, si lo hacen, será a cambio un interés más alto, para compensar el mayor riesgo.