Por qué la Universidad de Buenos Aires es la mejor de Iberoamérica
El proceso de internacionalización de la educación superior y el incremento en el nivel de sus programas de investigación han llevado a la UBA a escalar posiciones en la clasificación mundial de las universidades (QS Ranking Global) en los últimos ocho años. Estas dos iniciativas han sido la punta de lanza de un esfuerzo colectivo emprendido por todo el sistema universitario de Argentina para mejorar su calidad académica.
La Universidad de Buenos Aires (UBA) lleva ocho años consecutivos siendo la mejor valorada entre las universidades iberoamericanas incluidas en el QS Ranking Global. Esta clasificación, que elabora anualmente la consultora Quacquarelli Symonds, está considerada como una de las evaluaciones más fiables de la educación superior en el mundo.
En 2023, la UBA ha alcanzado el puesto 67 del mundo, escalando más de 140 posiciones respecto a 2014 (cuando figuraba en el 209) y subiendo dos en comparación con los resultados de 2021. “La mejora sistemática en los rankings internacionales es el reflejo de los avances hechos en los últimos ocho años en las distintas áreas de gestión”, comentó en junio de 2022 el entonces rector, Alberto Barbieri, en una nota de prensa.
“La recuperación del prestigio internacional fue posible gracias a políticas concretas, como el mayor apoyo a los programas de investigación en áreas estratégicas, la creación de nuevas carreras, la mejora en infraestructura destinada a la investigación, el desarrollo de una red de intercambios e instancias de internacionalización entre docentes, estudiantes e investigadores, y el énfasis en la transferencia de tecnología al sector productivo”, argumenta el rector. Llegar a ocupar ese sitio ha sido un trabajo en equipo. “Ha sido un esfuerzo colectivo”, declaró, por videollamada, Leandro Haberfeld, profesor de economía en la UBA.
Movilidad internacional
Los nuevos programas de movilidad internacional UBAINT para estudiantes de grado, posgrado, docentes e investigadores han aumentado sensiblemente la inversión de la universidad en la internacionalización de las actividades de los diferentes actores de la vida académica y científica. Se han reactivado convenios y creado otros nuevos, con instituciones de educación superior de todo el mundo, lo que ha abierto la oferta y ha contribuido a una mayor presencia internacional de la comunidad académica.
A juicio de Haberfeld, coautor del análisis ‘El sistema universitario argentino. Situación, problemas y políticas’, el esfuerzo no ha sido solo de la institución bonaerense sino, en general, de todo el sistema universitario público argentino, y se remonta a hace más de 20 años, cuando se creó la Comisión Nacional de Evaluación y Acreditación Universitaria (CONEAU) para evaluar las instituciones universitarias y la acreditación de carreras de grado declaradas de interés público, y de las carreras de posgrado. “Ordenó el sistema de posgrados, fijó unos criterios mínimos de calidad y cortó muchas propuestas de universidades privadas que eran pésimas”, recuerda.
De hecho, la educación superior argentina no está tan fragmentada como la mexicana, por poner un ejemplo, donde existen universidades públicas muy buenas, otras públicas menos buenas y privadas que son universidades-garaje, con poca calidad. Y todos los egresados salen con su título, de acuerdo con Haberfeld.
El nivel investigador del país ha ido aumentando gracias a distintas estrategias, entre ellas un consorcio que coordina proyectos liderados por los mejores investigadores de cuatro universidades del noroeste de Argentina que tenían poca producción científica, además del llamamiento realizado hace una década para que estudiantes de todo el país aplicasen a un programa de becas de investigación. Algo que también “promovió la transferencia de conocimiento y la creación de ‘startups’, al vincular el mundo académico con las empresas de cada territorio”, detalla el coautor. “Todo este ecosistema de profesorado y alumnado investigador le ha dado, también, un buen espaldarazo a la calidad de la docencia”, según añade Haberfeld.
“Muchas universidades estatales han mejorado”, constata Haberfeld, a pesar de bregar con contextos socioeconómicos que no alientan la llegada de los jóvenes a la educación superior. “El país tiene un 40% de pobreza; solo el 25% de los universitarios se gradúan en tiempo y forma”, apunta.
Podría decirse que la UBA es la punta de lanza de esta apuesta que ha realizado el país. “Dimos el gran salto cuando nos sentamos a reflexionar sobre qué necesitábamos para mejorar en los rankings internacionales”, acota Haberfeld. “Pero las otras universidades públicas argentinas, quizás sin tanta visibilidad, van por el mismo camino”, asegura.
Mucho más latinoamericana
Cada vez más, los cursos de la UBA se llenan de estudiantes procedentes de otros países latinoamericanos. Brasileños, colombianos, peruanos, venezolanos. El fenómeno es especialmente palpable en carreras como medicina, según acota, porque tienen fama y son gratuitas (solo hay que pagar las tasas, al tratarse de una universidad pública).
“¿Dónde quieres que estudien tus hijos, en una universidad de Wisconsin, con el problema del idioma, o en Buenos Aires, que es un lugar hermoso, diverso, en tu lengua, gratuito y con buena calidad?”, subraya Haberfeld, que percibe que ese “aluvión de gente de todos los países iberoamericanos” se está produciendo, también, en otras universidades de Argentina, públicas y privadas.
El top 10 de universidades latinoamericanas
Entre las 10 primeras universidades latinoamericanas mejor rankeadas en el QS Ranking Global se encuentran, por detrás de la UBA, la Universidad Nacional Autónoma de México (puesto 104), São Paulo, en Brasil (lugar 115), la Pontificia Universidad Católica de Chile (121), Universidad de Chile (167), el Tecnológico de Monterrey en México (170), Universidade Estadual de Campinas en Brasil (210), Universidad de los Andes en Colombia (220), Universidad Nacional de Colombia (243) y la Pontificia Universidad Católica de Argentina (323).