La inteligencia emocional, una herramienta para mejorar el bienestar y el rendimiento
Las personas emocionalmente inteligentes poseen un mayor bienestar psicológico, más autoestima y un mejor rendimiento en sus tareas. De hecho, este conjunto de habilidades que pueden adquirirse a cualquier edad están entre las más valoradas dentro de las empresas.
La inteligencia emocional tiene un impacto importante en la salud, las relaciones y el rendimiento laboral y académico. Según las conclusiones de una amplia investigación realizada por un equipo de psicólogos belgas y dirigida por Ilios Kotsou, la capacidad de reconocer y gestionar las emociones propias y ajenas no solo sirve para conseguir un mayor bienestar y gestionar mejor los conflictos, sino que aporta una mayor capacidad de negociación en el entorno laboral.
“Saber gestionar nuestras emociones básicas (miedo, ira, alegría, sorpresa, tristeza y asco) de forma adecuada al entorno, ha sido básico para sobrevivir como especie”, afirman desde el Grupo de Trabajo de Inteligencia Emocional del Colegio Oficial de la Psicología de Madrid (COP). La inteligencia emocional, que trabaja precisamente con estas emociones básicas y con otras derivadas de ellas, “adquiere una mayor relevancia en estos tiempos de incertidumbre”, aseguran.
Los cinco componentes esenciales de la inteligencia emocional son:
- Autoconocimiento y autoconciencia emocional.
- Autorregulación emocional.
- Motivación.
- Empatía.
- Habilidades sociales.
Una persona emocionalmente inteligente se siente satisfecha consigo misma, es capaz de establecer relaciones sociales estables y positivas y confía en sus opiniones, incluso cuando son contrarias al consenso general, según los expertos.
Varias investigaciones concluyen, además, que este tipo de inteligencia favorece el bienestar emocional y reduce la ansiedad y el estrés. Por norma general, las personas con mayor inteligencia emocional tienden a enfrentarse a los problemas cotidianos de una forma activa, buscan apoyo social y son capaces de aceptar mejor sus emociones. Este conjunto de habilidades les permite tener mayor capacidad para enfrentarse al estrés cotidiano. Las personas con poca inteligencia emocional tienen comportamientos menos ‘adaptativos’ frente al estrés: recurren a mecanismos de evitación y negación.
El entrenamiento en el manejo del estrés y de las emociones puede ayudar también a prevenir el acoso escolar y las conductas de riesgo entre los jóvenes, como demuestra una investigación realizada por un equipo de investigadores de Salud Pública de la Universidad de Oviedo y centrada en los estudiantes de enfermería. Según el estudio liderado por Alberto Lana y Eva Baizán, los universitarios más inteligentes emocionalmente suelen tener, además, un estilo de vida más saludable y menos conductas de riesgo (como beber alcohol de forma excesiva, seguir una dieta poco saludable y mantener relaciones sexuales sin protección).
La inteligencia emocional está cada vez más valorada en el mercado laboral
La inteligencia emocional, además de ser un predictor significativo de la calidad de vida, la salud mental y el ajuste psicológico de una persona, también está relacionada con un mejor desempeño y un incremento de la productividad en las empresas y las organizaciones. El ‘Estudio de Capgemini sobre la inteligencia emocional en las empresas’ prevé que la demanda de competencias de inteligencia emocional se multiplicará por seis en los próximos cinco años. Los autores concluyen que “una fuerza laboral emocionalmente inteligente beneficia a organizaciones y empleados por igual”. El 74% de los directivos y el 58% de los empleados están convencidos de que la inteligencia emocional será un requisito clave para el éxito en los próximos años, según el informe de Capgemini.
Cómo ejercitar la inteligencia emocional
Este conjunto de habilidades se pueden entrenar desde la infancia. En este sentido, los expertos señalan que la preocupación y el cuidado de los padres, siempre que no sean excesivos, pueden ayudar a que un niño desarrolle inteligencia emocional. Tanto la capacidad de respuesta de los progenitores como el entrenamiento sobre las emociones están relacionados con una mayor inteligencia emocional de los menores.
Sin embargo, como sucede con otros conocimientos y habilidades, nunca es tarde para aprender. “El cerebro es plástico, es decir, tiene la capacidad de automodificar determinadas conexiones que nos permiten realizar cambios en nuestra forma de interpretar la realidad, sea regulando nuestras propias emociones, dando un nuevo significado a nuestras percepciones o modificando nuestras conductas”, señalan desde el Grupo de Trabajo de Inteligencia Emocional del COP. Para adquirir estas habilidades, es posible usar técnicas de aprendizaje como la gamificación, la visualización, la reestructuración cognitiva, el ‘role playing’ o la exposición emocional controlada.