Inversión y especulación financiera: descubre las diferencias
A veces las matemáticas se convierten en física. La lógica explica que una de las principales diferencias que existe entre invertir y especular estriba en la relación entre el espacio y la velocidad, o sea, el tiempo. El especulador invierte en el corto plazo, el inversor tradicional observa los mercados financieros a medio y largo. Conocer a fondo cada una de estas alternativas es básico para tomar las mejores decisiones para la salud financiera presente y futura.
Es difícil trazar la bisectriz entre invertir y especular. “A veces se confunden o se solapan”, admite Javier Pino, experto en Análisis Económico de Analistas Financieros Internacionales (AFI). “Especular, por difícil que sea aceptarlo, también tiene una parte positiva y es que añade liquidez [dinero] al sistema”. Pero con la virtud llega la penitencia. Los profesionales y los bancos recomiendan trabajar con un término inglés que se denomina ‘stop-loss’. Nivel de pérdidas. Por ejemplo, invertir en una determinada acción y enajenarla (transmitir un bien o un derecho a otra persona) cuando alcance una cuantía fijada de antemano.
Un ahorrador normal no se levanta todos los días contemplando la cotización de sus acciones o sus activos en el ordenador o en el teléfono inteligente. En el otro lado del río, estaría la propuesta contraria, la toma de beneficios: ‘take-profit’. Vender el título cuando consigue una cierta revalorización. Si esta estrategia está mirando hacia el medio y largo plazo, tiene mucho más de inversión que de especulación.
La inversión cuando el minutero alarga su tic-tac lleva consigo un examen exhaustivo de los activos: fondos, acciones u otros instrumentos a los que se destinarán los ahorros. Es conveniente realizar un análisis de su posible comportamiento futuro, conocer la situación del sector en el que opera, por ejemplo, esa compañía, o las expectativas que la podrían impulsar, así como los problemas que tal vez hay que afrontar. Es igual que ir al médico, el chequeo resulta más preciso y profundo. Ambos buscan beneficios pero por veredas muy diferentes.
La inversión se plantea caminando a través de, pensemos, intereses y dividendos. Vías más seguras. La especulación se centra en la ganancia pura y dura. Y, por esa razón, los riesgos están más concentrados en comparación con una inversión tradicional que trata de diversificarlos.
Hay otra variable muy importante que se olvida en esta especie de dicotomía inversora. La especulación utiliza muchas veces vías de apalancamiento para maximizar sus ganancias. Para que se entienda fuera del argot financiero “apalancarse” es sinónimo de endeudarse. Y además, por regla general, la especulación cuenta con menos ventajas fiscales que invertir a largo plazo.
Por eso, los expertos repiten una y otra vez ese mantra de la planificación financiera y la diversificación. Diversificar riesgos, fuentes de ingresos, activos. El secreto es distribuir bien las cartas sobre el tapete. “Toda inversión necesita ser financiada y puede ser bancaria o a través de los mercados de capitales, que se acaban traduciendo en empleo y salarios”, reflexiona el economista José Carlos Díez. Toda inversión precisa de dinero. Y el experto retoma esa línea gris que atraviesa ambos universos: “Los mercados necesitan liquidez y hay especialistas [algunos dirían especuladores] que se dedican a comprar y vender activos obviando su influencia a la hora de generar empleo e inversión. Pero contribuyen a crear esa liquidez necesaria que, finalmente, se transforma en inversión y trabajo”, sostiene Díez.
En definitiva, la inversión a largo plazo es más reflexiva, meditada, estudiada mientras la especulación responde a un momento concreto.