Guía de inversión: cómo empezar en el mundo de las inversiones
Da igual la cantidad que tengas previsto invertir, siempre es importante que conozcas las opciones de inversión que tienes al alcance, comprendas bien en qué consisten y así puedas valorar con conocimiento los riesgos y ventajas asociadas a cada una de ellas. De esta forma, la salud financiera futura no se verá afectada.
¿Invertir o no invertir? Esa es la cuestión. Si estás decidido a hacerlo, habría que tomar en consideración algunos aspectos básicos. A diferencia del ahorro, que está más relacionado con la intención de comprar cosas específicas en el corto plazo o hacer hucha para imprevistos, la inversión tiene una visión más para el medio y largo plazo, y aquí la idea principal es que el dinero genere en el futuro… más dinero. Sin embargo, hay que ser consciente de que la inversión conlleva siempre el riesgo de que el rendimiento no sea el esperado o que, incluso, se sufran pérdidas.
¿Que hay que tener en cuenta para hacer una inversión?
- Conocer tu perfil inversor: Para determinarlo es necesario tener en cuenta su situación financiera actual (ingresos, gastos, deudas), sus objetivos concretos, el tiempo del que dispone para alcanzarlos y, muy importante, el nivel de riesgo que está dispuesto a asumir. Es decir, según un dato objetivo como es su situación financiera, ¿puede arriesgarse a perderlo todo o una parte? ¿Y desde el punto de vista de la psicología financiera? ¿Se ve capaz de convivir con las fluctuaciones de precios y la posibilidad de pérdidas? Contestando a esas cuestiones, sabrá si su perfil inversor es conservador, moderado o dinámico.
- Acepta el asesoramiento: Hoy en día existen muchas opciones de asesoramiento profesional: desde tu banco de confianza hasta aquellas empresas específicas que tienen esa función, la de dar consejos y una guía sobre cómo dar los primeros pasos. Teniendo en cuenta su perfil de inversor, ellos se encargarán de recomendarle el tipo de productos que mejor se adapten a sus objetivos.
- ¿Cómo invertir? Un particular no puede comprar y vender por sí mismo los valores que cotizan en los mercados organizados, así que siempre debe utilizar un intermediario financiero. Los principales son los bancarios, es decir, bancos privados, pero también se puede invertir a través de brókeres, como son las sociedades de valores, las agencias de valores, u otro tipo de Empresas de Servicios de Inversión (ESI) que le ofrecerán los distintos productos.
¿Qué tipos de productos existen para empezar a invertir?
Las personas con conocimientos financieros elevados pueden optar a productos más complejos y difíciles de entender cómo funcionan, pero para un inversor con formación normal estos son los tipos de inversión más habituales:
- Bolsa o renta variable: Según definición de la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) española, “invertir en acciones de compañías cotizadas en Bolsa supone convertirse en copropietario de una sociedad en proporción a la participación adquirida”.
El rendimiento de la inversión irá ligado a la evolución de la cotización de las acciones, pero también al reparto de beneficios de la sociedad. Esta retribución al accionista, llamado dividendo, resulta siempre interesante, ya que no depende de las fluctuaciones del precio, el principal riesgo de esta clase de activos. Y es que las acciones no tienen una rentabilidad conocida, ni tan siquiera predecible, porque la evolución no depende solo de la situación de la propia compañía. También intervienen factores ajenos como la situación de la economía, la evolución de otros mercados, de los tipos de interés, de la inflación, etc., tal y como apuntan desde la CNMV, organismo que recuerda asimismo que rentabilidades pasadas, no garantizan futuras.
- Renta fija: Son activos emitidos por empresas e instituciones públicas y son como préstamos que estos reciben de los inversores. Es decir, si los accionistas son propietarios de una parte del capital de una empresa, en el caso de los inversores en renta fija se les considera acreedores de la sociedad emisora.
En general, estos productos son a un plazo determinado y conocemos de antemano la rentabilidad que vamos a obtener a fecha de vencimiento. La renta fija pública (deuda pública) la constituyen valores emitidos por el Estado (Letras del Tesoro, Bonos y Obligaciones), las comunidades autónomas y otros organismos públicos, mientras que la renta fija privada son valores emitidos por empresas.
- Fondos de inversión: Es una Institución de Inversión Colectiva (IIC), es decir, un instrumento que aglutina las aportaciones hechas por distintas personas, a los que se llama partícipes, que quieren invertir su dinero. Cuenta con una sociedad gestora que es la que toma las decisiones de inversión y distribuye el capital aportado por los partícipes en los distintos activos financieros que pueden constituir la cartera del fondo: acciones, renta fija, productos derivados, otros fondos de inversión, depósitos bancarios, etc.
Las fluctuaciones en la valoración de los activos en cartera son las que determinan la rentabilidad del fondo y, en consecuencia, para los partícipes. A cambio de contar con esa gestión profesional, el inversor paga unas comisiones, que varían según los fondos.
¿Qué se recomienda para comenzar a invertir?
Antes de tomar una decisión de inversión, instituciones como el Banco de México (Banxico), aconsejan tener en cuenta estas cuestiones:
- El dinero que va a invertir no debe ser parte de su fuente de subsistencia, ni poner en riesgo su estabilidad financiera. Es decir, no lo debe necesitar para su día a día ni a corto plazo.
- El tiempo en el que piensa usar el dinero que va a invertir, ya que de ello dependerá el plazo de su inversión. A mayor plazo, más posibilidades de ganar tiene. Banxico recomienda no tocarlo como mínimo en de tres a cinco años.
- La relación disponibilidad–rendimiento es una relación inversa y los productos con mayor liquidez ofrecen, habitualmente, menores rendimientos.
- En cambio, la relación riesgo–rendimiento es directa. Cuanto más alta es la rentabilidad potencial de una inversión, mayor es la posibilidad de no alcanzar esa ganancia e, incluso, de perder todo lo invertido.
- Su nivel de tolerancia al riesgo. Si es muy impaciente, lo más recomendable es que invierta en instrumentos de bajo riesgo.