Cómo ahorrar y evitar el desperdicio de alimentos usando los métodos FIFO y FEFO
El desperdicio alimentario tiene consecuencias medioambientales y económicas muy serias. Sin embargo, se puede reducir la cantidad de comida que acaba en la basura, y de paso ahorrar y mejorar las finanzas personales, aplicando en nuestros hogares dos sencillos métodos utilizados por la industria para gestionar cadenas de suministro: el FIFO y el FEFO.
A todo el mundo le ha pasado, y probablemente en más de una ocasión: abrir la nevera para hacer la comida y alguno de los productos que se pensaba utilizar está en mal estado. Como ya no se puede consumir, se tira a la basura.
Aunque los consumidores no son los únicos causantes del desperdicio alimentario global (según la ONU, cada persona desperdicia una media de 74 kilogramos de alimentos al año), los hogares tienen una parte importante de responsabilidad. En 2022, se tiraron a la basura en toda España 1,17 millones de toneladas de comida. Además, cada hogar desperdició una media de 65,5 kilos de alimentos o bebidas.
De acuerdo con datos del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) y la organización británica sobre residuos WRAP, cerca del 6% de las pérdidas y desperdicios mundiales de alimentos se produce en América Latina y en el Caribe. En México se desperdician 94 kg por persona al año, según datos del informe elaborado en 2021.
Además de las consecuencias medioambientales que acarrea (entre el 8 y el 10 % de las emisiones de gases de efecto invernadero están relacionadas con estos alimentos no consumidos) y del problema ético que supone tirar comida en un mundo en el que más de 800 millones de personas pasan hambre, este desperdicio alimentario tiene un impacto considerable en la economía doméstica.
Uno de los motivos más frecuentes de este despilfarro —y también uno de los más fáciles de solucionar— es la falta de organización. Prestar atención a lo que tenemos en la nevera o en la despensa y saber cuándo dejará de estar en buen estado es básico para reducir el desperdicio alimentario.
Para conseguirlo, los métodos FIFO y FEFO, cuya eficacia está comprobada desde hace décadas en el ámbito de la logística, ofrecen una fórmula sencilla y práctica para planificar el consumo de los alimentos que tenemos en casa.
Método FIFO: consumir por orden de llegada a la despensa
“El sistema FIFO es ‘first in, first out’, es decir, lo primero que ha entrado es lo primero que sale”, explica la farmacéutica especializada en innovación, biotecnología y seguridad alimentaria Gemma del Caño. Este método es útil para productos que no tienen etiqueta, es decir, frutas, verduras y otros productos frescos. “Para todo lo que no tenga etiquetada una fecha de caducidad, lo más lógico —y realmente es lógico— es que lo primero que has comprado sea lo primero que gastes, para evitar que se estropee”, indica.
Además, también hay que tener en cuenta que algunos alimentos se estropean mas rápidamente que otros. Del Caño subraya, por ejemplo, la importancia de distinguir entre frutos climatéricos y no climatéricos. Los primeros son los que continúan madurando una vez recolectados (tomates, plátanos…) y que, por lo tanto, se pueden comprar en distintos estados de maduración e ir consumiéndolos conforme vayan madurando. Los segundos, los no climatéricos (cítricos, fresas, uvas), detienen su maduración en cuanto se recolectan y ya “solo se van poniendo pochos”. Estos, lógicamente, deberían consumirse cuanto antes.
Sistema FEFO: la fecha de caducidad marca el orden de consumo
El método FEFO es similar, pero tiene en cuenta la fecha de caducidad. “El FEFO es ‘first expired, first out’: lo primero que caduca es lo primero que sale”, detalla Del Caño. Esto, que normalmente tenemos en cuenta a la hora de hacer la compra (no adquirimos algo a punto de caducar a no ser que lo vayamos a consumir de forma inmediata), debe aplicarse también en el orden en el que consumimos lo comprado.
“Es lo que hemos hecho toda la vida con la leche, que cuando comprabas una caja nueva la ponías detrás y las dos o las tres que te quedaban las ponías hacia adelante para gastarlas cuanto antes”, explica.
Ambos sistemas, además de lógicos, parecen muy sencillos de implementar, pero pueden resultar complicados si no se combinan con otras acciones como hacer siempre una lista de la compra para adquirir solo lo que necesitamos. Antes de hacer esa lista, es conveniente planificar los menús semanales.
Gemma del Caño añade que también es básico “hacer unas compras racionales”, ya que “a veces nos fiamos demasiado de que algo está de oferta o de que sale más barato porque tiene un envase grande y no nos fijamos en si lo vamos a gastar en el tiempo adecuado”. Pone como ejemplo comprar dos kilos de fresas, que salen muy bien de precio pero que se estropean muy rápido.
Cómo aplicar el método FIFO con alimentos congelados
Esta experta en biotecnología de los alimentos recomienda también “quitarnos de la cabeza que una fruta o verdura fea no está buena” e intentar recurrir a productos ultracongelados.
Cuando somos nosotros los que congelamos “también debemos poner la fecha en la que hemos congelado un alimento, para que el producto tampoco se nos se nos ponga malo” y seguir aplicando el método FIFO.
Desde el Ministerio de Consumo del Gobierno de España ofrecen también dos recomendaciones muy sencillas para reducir el desperdicio alimentario y aumentar el ahorro: mantener la nevera limpia y a una temperatura máxima de 4 ºC y distribuir los alimentos de la forma más eficiente. De tal forma que frutas y verduras se sitúen en el cajón inferior (la zona más fría y húmeda de la nevera); carnes, pescados y productos que se están descongelando en las baldas inferiores; huevos, lácteos, embutidos y platos precocinados en los estantes intermedios; y, en las baldas superiores, los productos cocinados o listos para el consumo.