Rusiñol: el "jardinero de ideas" al que admiraban Picasso y Rubén Darío
No le faltaban admiradores. Entre ellos se contaban Rubén Darío y Pablo Picasso. El poeta nicaragüense lo llamó “jardinero de ideas” y el autor del Guernica comenzó su carrera imitándolo. Las obras de Santiago Rusiñol -incluyendo dos cuadros de la Colección BBVA- llegan ahora al Museo del Modernismo de Barcelona, en un homenaje que muestra una visión diferente de “sus espacios de imaginación”: los jardines.
Pintura y poesía se dan cita en esta muestra que se podrá visitar hasta el día 9 de julio y que se articula en torno al álbum Jardines de España (1903). En este libro, Rusiñol, que era también un apasionado de las letras, reunió las reproducciones de sus mejores jardines y las acompañó con poemas de ilustres escritores.
Ramón Pérez de Ayala, Manuel Machado y Azorín fueron algunos de los autores que dedicaron sus versos a ensalzar las pinturas del artista catalán. También el premio Nobel Juan Ramón Jiménez, que escribió:
“Mira, maestro, este solitario paraje
quieto y hondo, tan dulce de luz y de verdores
como aquellos de paz, de ternura y de encaje,
en que tu corazón soñara los colores”, en el poema A Santiago Rusiñol.
“Todos los poemas que aparecen en el libro fueron encargos de Santiago Rusiñol”, explica la comisaria de la exposición, Mercedes Palau-Ribes, que aceptó sin pensar el reto de mostrar un lado desconocido del pintor, con algunas obras “inéditas y otras que no han sido expuestas al público desde hace un siglo”.
En el centro de la foto, sentados, Santiago Rusiñol y Rubén Darío, acompañados de amigos poetas. - Biblioteca Nacional de España
La historiadora reconoce la dificultad de reunir estas piezas clave que eran “el todo” para Rusiñol. En total, 41 óleos, primeras ediciones de Jardines de España, su obra de teatro El Jardí Abandonat y el libro Oracions, que se organizan en cuatro bloques temáticos: los jardines, la arquitectura, la luz y el agua.
Fue en Sitges y Granada donde Rusiñol dio vida a sus primeros jardines, que después pintó por toda España: Aranjuez, Mallorca, Valencia o Barcelona. Estas dos últimas ciudades son la fuente de inspiración de los cuadros que la Colección BBVA ha prestado para esta exposición: Avets i boixos. Martí Codolar y Jardines de Monforte IV.
En el caso del luminoso jardín de Monforte, Rusiñol muestra su fascinación por el agua y la arquitectura pero, sobre todo, por la incidencia del hombre en la naturaleza, un tema recurrente en sus cuadros. Mientras que en el melancólico jardín de Martí Codolar, en la localidad barcelonesa de Horta, dominan las tonalidades frías y las pinceladas deshechas.
Abets i Boixos. Martí Codolar (1927), Santiago Rusiñol.
Repletos de luz y agua, de cipreses, con caminos de colores vivos o senderos oscuros y estatuas de mármol, los jardines de Rusiñol son el legado inmortal de una figura clave del modernisme català. Retratos del tiempo y expresión del alma del pintor, que a menudo repetía: “ponte delante de mis cuadros y deja que te hablen”.
El artista pintaba el mismo jardín desde diferentes ángulos, en épocas distintas y en varios momentos del día. Y esa es, precisamente, la faceta que Mercedes Palau-Ribes quería mostrar sobre la figura del que, según la historiadora, fue un auténtico “activista cultural”.
“De Rusiñol se ha dicho que era una persona muy melancólica y, en ocasiones, repetitiva, que siempre pintaba lo mismo. Pero, no. No pintaba lo mismo. La naturaleza es la misma pero cambia constantemente”, detalla la historiadora.
De muy pocos artistas se puede decir que sus mayores admiradores fueron, a su vez, los creadores más admirados. Una frase de Rubén Darío resume el sentir de los artistas de la época: “¡Gloria al buen catalán que hizo a la luz sumisa!”.