River ganó la final y festejó porque Boca no supo cómo jugarla
Los gestos decían más que las palabras en las últimas horas del miércoles, en el cierre de una fecha histórica para el fútbol argentino. Marcelo Gallardo no cabía dentro de su cuerpo, el uruguayo Rodrigo Mora lloraba desconsolado de alegría, Franco Armani buscaba retener en su mente tanta felicidad que lo bañaba, todo River era una enorme sonrisa, con música de supercampeón después del 2 a 0.
Guillermo Barros Schelotto quería encontrar una primera explicación mientras intentaba esconderse en una de las butacas del banco de suplentes, Carlos Tevez miraba sin ver y escuchaba sin oír, y los hinchas maldecían en un 'loop' infinito al tiempo que salían del estadio Islas Malvinas caminando como zombis. El fútbol es muy difícil de analizar en caliente. Era el tiempo de las imágenes, de dejar ser, de gozar y sufrir con un deporte apasionante.
Un rato más tarde, pasadas las entregas de trofeos, pero con las pulsaciones todavía elevadísimas, el entrenador de River prefería las ironías y destilar bronca con poco disimulo cuando le acercaron los primeros micrófonos. Su colega de Boca elegía patear para adelante cualquier tipo de conclusión para evitar frases desafortunadas en un momento en el que era más aconsejable callar.
En definitiva, se sabe desde siempre que a los clásicos hay que ganarlos antes que jugarlos. Y a los Superclásicos, más. Y a los Superclásicos que definen una Supercopa, ni hablar.
De todos modos, mientras rebotan los sonidos de los festejos y los silencios de la decepción, debe decirse que si el River - Boca del miércoles no hubiera tenido el contexto que lo albergó, simplemente habría pasado a la historia como un olvidable duelo entre los dos clubes más poderosos de la Argentina. Porque el partido en sí fue chato, con poco juego, y escasos momentos destacables. El primer tiempo fue simplemente soporífero. Tácticamente muy rico; técnicamente muy pobre.
River y Boca disputaron un partido con mucha marca. - Gentileza del Departamento de Prensa de River Plate.
El propio presidente de River, Rodolfo D´Onofrio, reconoció el mérito del planteo de Gallardo. Y en el planteo hay que leer “evitar que Boca jugara a costa de no resignar intenciones propias”. El equipo de Núñez salió decidido a apretar, a realizar un esfuerzo físico importante, con tal de que el mediocampo xeneize no pudiera manejar la pelota.
El hábil Pity Martínez trabajó para tapar a Barrios; Nacho Fernández debía encimar a Cardona, Enzo Pérez a Nández y Ponzio a Pablo Pérez. La idea era que se anularan entre sí. Y de esa forma, evitar riesgos. Por eso, el partido comenzó siendo lento y previsible. Lo salvaban el entorno, con dos tribunas en estado de emoción permanente.
Los jugadores hablaban, simulaban golpes, discutían, le reclamaban todo al árbitro, pero se olvidaban de jugar. Ni siquiera la jugada que derivó en el penal se saltó la lógica planteada. Porque la jugada que armaron entre Fernández y Martínez todavía no llegaba a ser una acción cierta de peligro cuando el colombiano Cardona cometió la falta dentro del área. Lo curioso fue que en un partido tan conversado, ni siquiera hubo quejas por la sanción de Patricio Lousteau.
Después del penal convertido por Pity Martínez, River acentuó su postura y estaba cómodo, mientras que Boca desnudó sus carencias y no disimulaba su incomodidad. Tevez fue un holograma durante todo el partido, Pavón estuvo controlado de cerca por los defensores por lo que le costó generar jugadas de riesgo y desde el medio no llegaban conexiones valiosas.
Momentos del partido que River ganó 2 a 0 a Boca. - Gentileza del Departamento de Prensa de River Plate.
En la segunda parte, Boca salió más decidido a encerrar a River. Y lo logró más allá de no haber conseguido desarrollar un juego claro. De todos modos, le alcanzó para convertir a Armani en la gran figura del partido. El arquero tapó con dos manotazos salvadores un cabezazo de Pavón y un rebote en Pratto que se le metía; cortó como líbero una corrida peligrosa del mismo Pavón, y les tapó con los pies dos disparos muy complicados de Fabra y Nández. Así, en un rato, se vistió de superhéroe para cerrarle los caminos a los de Barros Schelotto.
Y, en la única jugada que pudo armar River en el complemento, Nacho Fernández condujo muy bien el contragolpe cruzando toda la cancha, combinó con Martínez y el centro de derecha del 10 fue empujado por Nacho Scocco dentro del área.
Lo de River fue eficacia pura. Lo de Boca fue desazón total. Los minutos post clásico lo graficaron claramente. Las imágenes fueron contundentes. Ahora vendrá el tiempo de los análisis privados y públicos, mientras unos seguirán con la sonrisa impresa y los otros continuarán buscando razones que a esta altura no tienen sentido.
Los de Núñez alzaron su primera Supercopa Argentina, presentada por BBVA Francés, en el tercer intento. Los de Boca fallaron por tercera vez en su búsqueda por alcanzar el trofeo. Los dos equipos dejaron un partido chiquitito, desde lo fútbolístico, pero gigante desde la emoción.
Los equipos:
River formó con: Franco Armani; Gonzalo Montiel (Camilo Mayada), Jonatan Maidana, Javier Pinola y Marcelo Saracchi; Ignacio Fernández, Leonardo Ponzio, Enzo Pérez (Bruno Zuculini) y Gonzalo Martínez; Rodrigo Mora y Lucas Pratto (Ignacio Scocco).
Boca, en tanto, jugó con: Agustín Rossi; Leonardo Jara (Ramón Ábila), Paolo Goltz, Lisandro Magallán y Frank Fabra; Pablo Pérez, Wilmar Barrios, Nahitan Nández, Edwin Cardona; Cristian Pavón y Carlos Tevez.
Foto de Portada: Gentileza del Departamento de Prensa de River Plate.