Qué tener en cuenta a la hora de avalar a un hijo o a un amigo
A la hora de alquilar una casa, de solicitar un préstamo o una hipoteca, es habitual utilizar los avales como garantía de pago. De esta forma, si la persona avalada no puede afrontar los costes, el avalista acabará asumiendo la deuda. En cualquier caso, avalar a un hijo o a un amigo puede suponer riesgos.
La RAE define la palabra ‘aval’ como una “obligación que alguien adquiere de hacer aquello a lo que otra persona se ha comprometido, en caso de incumplimiento”. Actualmente, es muy común que los propietarios de las viviendas, a la hora de alquilarlas, o el banco en caso de hipotecas, pidan un aval para asegurar el pago. En ocasiones, esto supone un mal trago para los avalistas, que sienten que deben confiar ciegamente en el solicitante, casi siempre un familiar. Como posible avalista hay que cubrirse las espaldas e informarse debidamente. Por sentido común, procura tener en cuenta lo siguiente:
1. Avalar solo si sabemos que podemos hacer frente a la deuda avalada
Como posible avalista, es necesario conocer los riesgos, ya que supone los mismos que pedir una hipoteca pero sin ningún beneficio. Si se quiere avalar a un hijo, por ejemplo, es importante conocer los detalles de lo que nos pide o, en cualquier caso, lo que pide el banco o propietario del inmueble.
Cuanto más se conozca sobre el tema, mejor. Al saber qué es necesario y conocer los detalles, el avalista tendrá más información para decidir avalar a un tercero. En cualquier caso, estos solo serán algunos de los puntos que señalarían que realmente podemos asumir la obligación que nace del aval.
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2. Conocer a la persona avalada y su solvencia
Se habla mucho del avalista pero poco del solicitante. Para poder cumplir con el aval, el avalista debe tener unos ingresos mayores a los del solicitante. Sin embargo, por parte del avalista, es importante conocer los ingresos de la persona a la que está avalando.
Por eso es fundamental conocer su solvencia económica y saber si esa persona puede cumplir con su obligación de pago. No importa si se trata de un hijo o un amigo, en este caso las palabras no sirven como garantía de pago. A fin de cuentas, es tan importante saber las condiciones económicas del solicitante como las del avalista.
3. Pide al solicitante una muestra de compromiso
Asegurarse del compromiso del solicitante con la obligación de pago de la hipoteca del inmueble es tan importante (o más) como su propia solvencia. Una opción para medir el nivel de compromiso del titular del préstamo es que éste aporte fondos propios, ya sea el porcentaje de una cifra o una vivienda particular como señal, por ejemplo. De esta manera se pueden prevenir futuros problemas en el caso de que el solicitante se aburra de la casa e incumpla el pago, dando lugar a situaciones económicamente controvertidas que romperían la confianza mutua entre avalista y avalado, además de dar pie a la reclamación al avalista de la deuda pendiente.
4. Ante todo, seguridad
Estar seguro de la acción que vamos a realizar es lo más importante y, posiblemente, ese sea el primer paso para ayudar a alguien de tu entorno que lo necesite. Hay que leer siempre las condiciones, sopesar los pros y los contras y conocer las opciones que ofrece cada solicitud que se firma. Por mucho que se quiera a la familia y amigos, informarse bien en este tipo de operaciones es vital para los ahorros y el futuro de los avalistas.