El presupuesto familiar: cómo llevarlo a cabo con éxito
Un importante número de hogares no se han puesto nunca a hacer un presupuesto familiar. Este puede parecer un detalle sin demasiada importancia y sin embargo, el presupuesto de las familias es uno de los pilares fundamentales para la fluida marcha de las finanzas en cada casa.
Saber cómo realizar un presupuesto familiar, y ponerse a ello, permite minimizar desagradables sorpresas como la de no llegar a fin de mes. Lo más normal es que no se sepa de la conveniencia de realizar esta útil tarea al comenzar a llevar la responsabilidad de un nuevo hogar, salvo que se hubiera aprendido con el ejemplo en la casa paterna. Por eso es tan importante que todos los miembros de la familia sean conscientes de las conclusiones resultantes de la realización de cada presupuesto mensual. Aquí, una vez más, la información permitirá que toda la unidad familiar reme en la misma dirección.
El presupuesto familiar es muy simple en su concepto. Consiste en desgranar los ingresos y los gastos que se prevén y plasmar ambos en un documento. Ha de hacerse cada mes porque no siempre las entradas y salidas que van a aparecer serán las mismas. El presupuesto sirve para tomar conciencia del destino exacto de los gastos, así como de la situación de las deudas, en el caso de que éstas existan.
Los ingresos
Se trata del primer concepto que hay que tener en cuenta. Generalmente la mayor parte de los ingresos vendrá constituido por las entradas que provengan del ejercicio profesional: sueldos, pagas extra, bonus e indemnizaciones, y el cobro de facturas si es por cuenta ajena.
Otro concepto habitual que habrá que tener en cuenta las pensiones si se estuvieran percibiendo por prestación de desempleo, jubilación, viudedad o invalidez.
Por último, habrá que considerar los posibles ingresos financieros que pueda haber en el ámbito del hogar. Tales como alquileres de inmuebles, dividendos de acciones e intereses derivados de la imposición de ahorros en entidades financieras.
Los gastos
Los ingresos suponen la parte positiva del presupuesto y los gastos, la negativa. Los primeros son complejos de incrementar de la noche a la mañana pero los egresos, sin embargo, se pueden recortar más fácilmente en el caso de que el balance familiar así lo requiera. Por gastos se entienden todas las salidas de dinero. Desde la compra de la barra de pan diaria hasta el pago mensual de la hipoteca.
Los gastos de una familia deberían ser inferiores a los ingresos y que así ese saldo positivo sirva para que se pueda producir un cierto ahorro. Salvo en periodos muy cortos y por razones extraordinarias se aconseja que la diferencia entre las salidas y las entradas de dinero sea de al menos un 10% a favor de los ingresos.
Si bien es sencillo llevar el control de los ingresos familiares, no siempre se recuerdan todos los gastos realizados y resulta de una gran ayuda apuntar cada uno de ellos a la hora de calibrar el presupuesto del mes siguiente en base al anterior. Si no se optase por esta práctica, habría que estimar con aproximación la cuantía de los mismos para que el presupuesto sea lo más fiel posible a la realidad de lo acaecido.
Una vez recogida, o estimada, toda la información referente a lo que se ha gastado, habrá que realizar una operación tan simple como la de restar los gastos a los ingresos. Si el saldo fuera positivo, se estaría transitando por el buen camino. Si por el contrario los gastos fueran mayores, habría que incidir en los ingresos o en los gastos.
Modificar los ingresos de un mes a otro suele ser tarea muy complicada y salvo que suceda alguna circunstancia extraordinaria, no se suele dar con frecuencia. Sin embargo, poner el acento en los egresos es siempre más sencillo. Siempre se puede gastar menos si es necesario.
Los gastos más complicados de modificar de repente son aquellos que tienen un carácter fijo y recurrente. La hipoteca o el alquiler, los colegios o las universidades de los hijos, las actividades extraescolares, la amortización de los préstamos, los gastos de comunidad y el seguro de salud son algunos de ellos.
Los recortes más asequibles suelen venir del llamado dinero de bolsillo. Las salidas nocturnas, las escapadas de fin de semana, las actividades y los productos culturales y las comidas en restaurantes, entre otros, suponen un gasto mensual que no suele ser nada despreciable. Se podría empezar por racionalizarlos y así poder ajustarlos a la necesidad que marque el presupuesto.
Además, de estos gastos de ocio también se puede atajar algo en otros gastos recurrentes pero de carácter más variable como son los teléfonos, la electricidad, el agua, la compra del supermercado o la gasolina. Una leve moderación en el consumo de cada uno de ellos será de una gran ayuda para conseguir el nuevo objetivo.