Premio Fronteras a Sofia Gubaidulina por la espiritualidad y la dimensión transformadora de su música
“No fui yo quien eligió a la música, sino la propia música quien se manifestó en mí”. Así describe su relación con la música la compositora Sofia Gubaidulina, que acaba de ser galardonada con el premio Fronteras del Conocimiento que concede la Fundación BBVA.
El jurado del premio ha destacado en su fallo que “la figura de Sofia Gubaidulina supone un extraordinario ejemplo de un compositor que ha buscado y alcanzado su propia voz sin renunciar a su conciencia personal, a pesar de circunstancias políticas extremadamente complicadas. Su logro es el de la perseverancia y el coraje. Y son esas cualidades de fortaleza individual e integridad artística las que se expresan a través de su música”.
Sofia Gubaidulina nació en Chistopol, en la República Tártara de la Unión Soviética, en 1931. Su pasión por la música se manifestó, según ella misma ha declarado en una entrevista nada más conocer el premio, “de manera espontánea, cuando era una niña; por decirlo de alguna manera, no fui yo quien eligió la música, sino la propia música quien se manifestó en mí”.
Tras estudiar piano en el conservatorio de Kazan, a orillas del Volga, se trasladó a Moscú para estudiar composición con maestros como Nikolai Peiko –asistente de Shostakovich– y Vissarion Shebalin.
En la lista negra de autores sospechosos para el régimen soviético
Para Gubaidulina, la música es en sí misma un fenómeno espiritual, un vehículo para alcanzar la unidad con la divinidad mediante un proceso artístico que desarrolla una serie de símbolos musicales para expresar sus ideas. Algunas de sus obras más importantes reflejan también un interés por los antiguos principios de la proporción, como los números de Fibonacci y la Sección Áurea.
La fuerte impronta espiritual y religiosa de su obra le acarreó más de un contratiempo con las autoridades soviéticas, hasta el punto de ser incluida en 1979 en una lista negra de compositores sospechosos para el régimen.
No obstante, tuvo también importantes valedores, como el gran Dmitri Shostakovich -quien la animó a “perseverar en su camino erróneo”.
Una música transformadora que llega a todos los públicos
El jurado del Premio ha subrayado las “extraordinarias cualidades musicales y humanas” de la compositora rusa, cuyas obras demuestran “el excepcional alcance y la calidad de una música que se construye sobre una diversidad de tradiciones de forma tan personal como innovadora, haciendo uso de una amplia gama de instrumentos, algunos extraídos de la música folclórica, así como de la improvisación”.
También ha señalado la “cualidad espiritual” de la obra de Gubaidulina, así como “la dimensión transformadora de su música, que le ha garantizado un amplio acceso a públicos que van más allá de los convencionales para la música contemporánea”.
“En mi juventud compuse óperas
Considerada hoy en día como una de los más grandes compositores en activo, Sofia Gubaidulina recibe con asiduidad encargos de los más importantes solistas, conjuntos y orquestas del mundo, y sus obras han sido estrenadas por nombres de la talla de Simon Rattle, Anne-Sophie Mutter, Gustavo Dudamel, Kent Nagano o el Kronos Quartet.
El catálogo de Sofia Gubaidulina es amplísimo y abarca la práctica totalidad de los géneros musicales, con una notable excepción: la ópera. “En mi juventud compuse óperas”, ha confesado la autora, “pero las retiré de mi catálogo; eran obras muy primerizas. Luego renuncié a este género, pues comprendí que en la ópera hay demasiados elementos materiales y exteriores, y a mí me interesa más lo interior”.
Su discografía asimismo es inmensa y Gubaidulina no ha dejado de componer desde su primera obra, hace 60 años (Phacelia, 1956). El próximo 23 de febrero, la Orquesta Sinfónica de Boston, bajo la batuta de Andris Nelsons, estrenará su última composición, un triple concierto para violín, violonchelo, bayan y orquesta.