¿Por qué los españoles jugamos en segunda división en productividad y cómo podemos ascender a primera?
Lo hemos escuchado muchas veces: España "juega" en la segunda división europea (y mundial) de la productividad laboral. La productividad laboral relaciona la producción con la cantidad de trabajo empleado.
Puede calcularse de varias formas. Una manera de verlo es dividiendo el PIB entre las horas trabajadas.
En el mapa 1 se puede ver cómo España pertenece al grupo de países europeos de productividad laboral intermedia, donde se encuentran fundamentalmente los países del sur de Europa. Mientras, los países de la Europa oriental se encuentran por debajo; y los países de la Europa central, occidental y septentrional se encuentran por encima.
Podemos señalar cuatro factores o grupos de factores que influyen en la productividad laboral española:
1) Las inversiones
2) Las características de los trabajadores
3) La forma en la que empleamos los recursos
4) El número de trabajadores
¿Cómo han influido las inversiones en la menor productividad laboral española?
Los países con mayor nivel de renta pueden ahorrar más y, por ello, pueden invertir más. Lo que cada trabajador pueda producir depende de una manera decisiva de lo equipado que esté, de las herramientas que tenga a su disposición.
En este cuaderno de la Fundación BBVA podemos ver que este tipo de inversiones que conducen a lo que se denomina acumulación de capital productivo han sido la principal fuente de crecimiento en España y en Europa. Ese capital productivo hay que financiarlo con ahorro; ya sea pasado, actual o futuro. Por eso los países con mayor nivel de renta son también los que más facilidad tienen para realizar inversiones con las que acumular ese capital productivo.
Otro aspecto muy importante de las inversiones es que las inversiones más modernas permiten acceder a herramientas novedosas con las que se puede trabajar de maneras más productivas y con las que los trabajadores pueden adquirir nuevas destrezas útiles en su trabajo.
España ha destacado durante muchos años por su decida apuesta por la inversión en vivienda (en una parte alimentada por la burbuja inmobiliaria) y en construcción de obras públicas. La inversión en vivienda puede favorecer la productividad laboral. Por ejemplo, puede poner a disposición de más trabajadores determinados destinos geográficos que puedan favorecer que trabajen en aquello en lo que sean más productivos. Y lo mismo las obras públicas, que permiten, por ejemplo, construir edificios públicos más adaptados a las necesidades del trabajo moderno o acercar lugares distantes gracias a las mejoras en las infraestructuras de transportes.
El problema es que llega un punto donde un determinado tipo de inversiones tiene cada vez menos que aportar a la productividad laboral de un país. Una vez se invierte en lo principal, lo secundario aporta menos a la productividad laboral. Y esas inversiones están desplazando a otras formas de inversión, como la inversión empresarial.
En el caso de la productividad española, la excesiva concentración de determinadas inversiones (vivienda y obra pública) ha originado que se haya renunciado a otras inversiones (como las empresariales) que podrían haber elevado más la productividad española.
Otras inversiones muy importantes para la productividad laboral de un país son las inversiones en I+D+i. Se trata de poner a disposición de los trabajadores novedades que les permitan trabajar en productos de más valor e incrementar lo que cada trabajador puede producir.
La inversión en I+D+i es un conjunto muy amplio de inversiones en muchos campos diferentes, pero los países pioneros tienen la ventaja de la experiencia, la fama, unos procesos de investigación menos costosos. En ese ámbito España está rezagada frente a muchos países europeos.
¿Cómo afectan las características de los trabajadores a la menor productividad laboral española?
La productividad laboral depende de muchos factores relacionados con las características de los propios trabajadores. Entre ellos destacan aspectos como el esfuerzo, la motivación o la inteligencia. En ese sentido, por ejemplo, un país que sabe controlar los conflictos que desmotivan a los trabajadores o que los motivan en la dirección equivocada, es un país que obtiene mejor productividad laboral.
Pero en todos los países hay trabajadores más y menos inteligentes, mejor y peor motivados, más y menos esforzados. Por ello son otras características de los trabajadores las que influyen de manera más decisiva en las diferencias que se producen entre la productividad laboral de unos países a otros. Entre esos aspectos destacan la salud, la preparación académica, la adquisición de diversas destrezas (como, por poner unos ejemplos, los idiomas, las destrezas informáticas o la capacidad de trabajar en equipo) y cómo se ha desarrollado la experiencia de los trabajadores. En ese sentido dos son los problemas más graves en España: el abandono escolar temprano y el paro de larga duración.
El paro de larga duración dificulta el desarrollo de las capacidades del trabajador. Le hace menos productivo porque pierde los hábitos de su trabajo, se desentrenan muchas destrezas, se pierden relaciones con otras personas que le pueden aportar en su trabajo.
El abandono escolar temprano impide al trabajador acceder a conocimientos y destrezas importantes para ser versátil y productivo, incluso para conocer en qué ámbitos laborales podría destacar más. Y, además, es una fuente de desempleo juvenil.
¿Cómo la forma en la que empleamos los recursos en España favorece nuestra menor productividad?
Una de las cosas que más llama la atención en España es la acusada tendencia a que se mantengan diferencias muy elevadas de la tasa de desempleo entre diversos sectores y entre diversas localizaciones geográficas. También sucede lo mismo con la productividad, se mantienen en el tiempo elevadas diferencias de productividad entre sectores.
La lógica indica que, en un mundo donde no hubiese costes de cambiar de sector o lugar los trabajadores o las inversiones, éstas y aquéllos se moverían buscando el destino donde podrían ser más productivos. Pero los costes y las barreras para mover inversiones y de moverse los trabajadores son suficientemente elevados como para que ese movimiento no se produzca en la medida que se tendría que producir para hacer desaparecer las diferencias.
Esas diferencias son más grandes en España que en otros países, lo que origina que los trabajadores no estén siempre en los sectores donde serían más productivos, ni gocen de todas las inversiones que convendrían al sector donde trabajan. Y eso repercute en la productividad laboral en España.
Otro aspecto importante es que las empresas de un cierto tamaño pueden realizar determinadas inversiones, implementar iniciativas e implantar departamentos que mejoran la productividad. La menor representación de este tipo de empresas en España perjudica a nuestra productividad laboral. Por ello, la relativa (con respecto a otros países) escasez de empresas de un cierto tamaño es uno de los factores que nos llevan a "jugar en segunda".
Los incentivos de los trabajadores y, en particular, la dimensión social de la productividad, también tiene una repercusión sobre la productividad.
Otro factor importante es que, como se observa en el mapa 1, los países de mayor productividad (y las regiones de mayor productividad dentro de esos países) están próximos geográficamente. La cercanía favorece tejer una red de relaciones con otros lugares cercanos que permite gozar de mayores oportunidades para un mejor aprovechamiento de los recursos. España, sin estar excesivamente lejos, está un poco alejada de los grandes focos de elevada productividad en Europa.
¿Cómo han afectado las variaciones en el nivel de empleo a la productividad laboral en España?
Durante las crisis la productividad laboral aumenta por factores como que se destruye más empleo en los sectores menos productivos, que tiene mayor probabilidad de despido el trabajador menos productivo o que las inversiones se reparten entre menos trabajadores, con lo que los que quedan disponen para ellos de las inversiones más prioritarias. Es decir, aunque las crisis mermen la disponibilidad de inversiones, aquellas que son más rentables permanecen y se reparten entre menos trabajadores. La productividad de esos trabajadores aumenta.
Eso quiere decir que durante la crisis se ha cerrado una parte de la brecha entre la productividad laboral española y la de otros países, pero por las malas, es decir, a través de la destrucción de empleo.
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