Perú secreto: destinos para visitar en Fiestas Patrias
Hay un Perú por descubrir. Un Perú considerado como uno de los diez países megadiversos del mundo. Un Perú de riquezas naturales. Un Perú que invita a explorar los paisajes más impresionantes y remotos. Un país de maravillas.
El reconocido periodista viajero, Rafo León, conductor del programa de televisión 'Tiempo de viaje' y columnista de la página de Facebook de la Fundación BBVA Continental, ha descubierto una serie de destinos turísticos poco conocidos en el Perú. Alternativas excelentes para visitar en estas Fiestas Patrias y, por supuesto, destinos de interés para visitantes extranjeros que quieran aventurarse a rincones que muchas veces no aparecen en las guías turísticas. A continuación, los relatos en palabras del propio Rafo León.
Baños del Inca: salud y placer
Amanece en la ciudad de Cajamarca, el día despierta frío pero en pocas horas el sol despunta y nos llena de calor y de energía. A tempranas horas un espacio de la ciudad se va llenando de gente, gente local, turistas, de todo. Es difícil distinguir el rostro de quien hace la cola para ingresar, la bruma de las aguas termales cruza entre las personas como disfrazándolas, dándoles ese misterio que tienen las tierras del norte serrano.
La gente que entra a la bruma lleva consigo toalla, jabón, champú y quizás otros usos de aseo para el baño matinal. Son los Baños del Inca, ese portento de salud e higiene con el que Cajamarca está bendecido porque entre otras razones, las aguas termales de estas fuentes no se agotan nunca, así haya familias que se hayan hecho sus casas en el distrito de Baños, en cuyas tinas y duchas tienen chorros calientes, muy calientes de aguas llenas de minerales curativos.
Los Baños del Inca sí que lo fueron. En las instalaciones de los mismos encontramos habitaciones de piedra con puertas y ventanas trapezoidales que indican un uso real, de nivel muy alejado de las posibilidades de la masa en una sociedad en la que el Inca era a la vez el dios. Hoy, en cambio, gracias a gestiones municipales virtuosas los Baños del Inca son una posibilidad absolutamente democrática: todo aquel que quiera darse su baño matinal, o buscar un alivio a sus dolores reumáticos o una solución a las manchas de su piel, puede acudir, pagar su entrada y tomar alguna instalación, que puede ser individual o compartida y, ojo, con una clasificación de las pozas según su temperatura y los beneficios que aportan al cuerpo y al espíritu.
La higiene en los baños está garantizada, las barreras sociales desaparecen ente la posibilidad de darse un placer natural muy bien gestionado por el hombre. Y por último, si lo que se desea es enfrentarse a un paisaje onírico, donde las cosas no tienen definición ni el tiempo, un lugar, hay que ir al amanecer a los Baños del Inca. Y después, por supuesto estacionarse ante el puesto de alguna amable señora que nos preparará un desayuno basado en el batido de quinua con maca. Gasolina de avión para empezar el día.
Distrito de Baños del Inca en Cajamarca. - Agencia Andina
Mayobamba: donde el cóndor pasa
Al sur de Ayacucho, allí donde transcurrió la infancia de (José María) Arguedas, en la provincia de Lucanas, se abre el valle del Sondondo, una zona del Perú donde el desafío impuesto por la geología exigió que el hombre, para obtener tierra de gran fertilidad, construyera infinidad de andenes, se calcula que se puede caminar a lo largo de seis kilómetros continuos y a los dos lados de la ruta encontraremos terrazas de tiempos wari e inca montañas arriba. Patrimonio nacional, estas andenerías no solamente hablan del pasado del cañón y del valle sino sobre todo del presente.
Una buena porción de estas terrazas está en plena producción, en manos de campesinos que conocen la técnica para el uso perfecto de los escalones, que entre otras virtudes ahorran mucho más agua que los cultivos planos y no admiten el uso de pesticidas porque estos trabarían de manera irreparable los mecanismos de circulación de agua en el conjunto. Ante estas condiciones tan favorables de producción agropecuaria, están volviendo a Andamarca jóvenes que cuando niños tuvieron que huir con sus familias a Ica, a Nasca, a Lima, debido al terrorismo, que en esta parte del sur se ensañó con especial crueldad.
Ahora, gracias a una buena trocha, a apenas media hora de Andamarca, hacia el norte, en contra de la corriente del Negro Mayo, encontramos los poblados de Chipao y Mayobamba. Este segundo, que pertenece al distrito de Andamarca, tiene el privilegio de contar en su territorio con una zona de pernocte de los cóndores. En efecto, estas aves que pueden llegar a medir 3,50 metros con las alas extendidas, pasan la noche en el farallón del frente, donde se ha construido un mirador. Cuando empieza a salir el sol (y las temperaturas en junio bajan los -6oC) los cóndores cruzan el cañón y se aposentan en los roquedales del lado opuesto, es decir, junto a nosotros, para calentar sus cuerpos y secar sus plumas, antes de retomar vuelo en las clásicas térmicas y lanzarse hacia el azul en busca de las lagunas de altura, donde beberán agua y ya repuestos, continuarán con su diaria rutina de buscar alimento.
Esta vez en el mirador de Mayobamba, en el lapso de una hora, hemos tenido la oportunidad de avistar no menos de veinte cóndores. Primero a lo lejos, como hojas gigantes planeando en el viento, pero luego, a escasos tres, cuatro metros, al punto de distinguir sus cabezas y hasta el movimiento de sus ojos, con el pasmo que nos tocaba al sentirnos debajo de unas alas gigantes como mantas de seres de otro mundo.
Mayobamba, una localidad donde pernoctan los cóndores. - Cabana Sur
Chinchero: todos los tiempos
Chinchero está situado a 28 kilómetros al noroeste de la ciudad de Cusco, sobre los 3.160 metros sobre el nivel del mar. Desde el centro de la plaza de la ciudad mestiza se aprecian los nevados de Salkantay, Verónica y Soray. Tal ubicación hizo de Chinchero, desde siempre, un lugar sagrado, protegido por los apus, generador de vida. Lo peculiar de Chinchero es que agrupa de forma no necesariamente armónica, los distintos tiempos que la han cruzado. Así, como conjunto inca tenemos construcciones intactas, pero sobre todo un sistema perfecto de regadío que se relaciona con una de las andenerías más importantes del valle.
Lo que salta a la vista al llegar a Chinchero es la hibridación de la arquitectura inca con la construcción española, que diseña una plaza central con una gran cruz sobre peana y arco para ingresar al pueblo. El efecto es muy interesante porque expresa la tensión de dos mundos en pugna que nunca pudieron llegar a una síntesis.
El templo de Nuestra Señora de Montserrat es muy antiguo, fue levantado en 1607 sobre el palacio de Túpac Yupanqui, como una manera de ahogar a este bajo la nueva religión. El interior del templo muestra verdaderas maravillas de arte religioso, como los murales de Diego Quispe Tito, los altares de pan de oro y el altar mayor con la imagen de la Virgen de la Natividad.
Pero lo que más imanta al visitante que va a Chinchero es la gente del lugar. Grandes tejedoras, las mujeres de Chinchero ahora están organizadas para conservar la pureza de fibras y tintes, así como la calidad tradicional de la tecnología. Dice Nilda Callañaupa, comunera y promotora del tejido, “ya tenemos asegurada una generación de tejedoras auténticas”. Todos los días se instala en la plaza una feria en la que se ofrece el arte de los pobladores de Chinchero, objetos de telar, de cerámica, de metal, de distintas calidades y precios. Hasta hace no mucho tiempo aún en estas ferias se usaba el trueque.
También con mucha frecuencia las comunidades, distribuidas según los cuatro suyos, bajan al pueblo con sus danzas, sus instrumentos y sus imágenes para realizar tinkuys, o encuentros en los que se renueva el sentido comunitario, el valor del quechua y la defensa de los cultos sincréticos.
El pueblo de Chinchero capta cada vez más visitantes.
Bosque de Piedras de Huayllay
Se encuentra entre los cinco bosques de piedra más extensos y valiosos del mundo, con sus 6.800 hectáreas de rocas gigantescas, de diversa conformación aunque predomina la laja volcánica. Huayllay es el nombre del poblado anexo, que se encuentra en ruta hacia Cerro de Pasco, si es que hemos salido de Lima por el valle de Huaral. Apenas seis horas en las que pasamos por los descriptores de Pulgar Vidal para la sierra, desde la bajita y cultivable hasta la brutal puna de 4.300, en el Bosque de Piedras de Huayllay, que es donde uno se queda a dormir. Con temperaturas que en esta época, de helada, en la noche bajan a -7oC. Como dice don Alcibíades Cristóbal, "acá realmente viene solo quien quiere venir".
Alcibíades es un ser especialísimo. Nació en el mero bosque, nunca ha vivido en otro lugar y conoce el lugar como nadie en este mundo. El bosque es un Área Natural Protegida, en la categoría de Santuario. Tiene identificadas más de 4.000 piedras enormes que semejan objetos de la realidad: tortugas, caracoles, un guardián severo, un perrito de circo, un Snoopy, un elefante, una llama... lo que el visitante quiera ver, a través de siete rutas que Cristóbal ha creado. Las piedras se parecen a los animales y hombres citados, pero también el bosque ofrece la posibilidad de quedarse solo con la abstracción maravillosa de rocas erosionadas a lo largo de 70 millones de años, para crear formas que remiten a la nada: el bosque sin por qué.
Alcibíades es mucho más que un guarda parque voluntario. Con el tiempo ha construido una casa donde funcionan la cocina y el comedor, allí se preparan las truchas y los guisados deliciosos que salen de la mano de doña Elba, su esposa. También han levantado cuatro habitaciones abrigadas, con un baño en común, para la gente que quiere quedarse.
El bosque pertenece legalmente a una cooperativa ganadera que tiene una muy buena cantidad de llamas, ovejas y alpacas. Esta doble situación de Área Protegida y cooperativa productiva ha sido muchas veces causa de conflicto, por la legislación de la categoría Santuario. Es Alcibíades, sin embargo, quien con su vocación consensual, su liderazgo, su amor al bosque y su pertenencia a la cooperativa resuelve las dificultades que inevitablemente aparecen. Pero pase lo que pase, como nos dijo Manuel, un escalador español que regresa al bosque cada cinco años, hay que venir a este portento, por lo sugestivo de las rocas, pero también por el cariño y simpatía de la familia Cristóbal.
Vista del bosque de piedras sin por qué en Huayllay.