Perú: la importancia del crecimiento económico
Entre los años 2002 y 2013, la economía peruana registró una fase de rápida y notable expansión. Durante este periodo, la tasa promedio de crecimiento fue de 6,1% anual, lo que dio como resultado que, en un período relativamente corto, la capacidad adquisitiva per cápita de los peruanos casi se duplicara y que la pobreza cayera aproximadamente 30 puntos porcentuales.
También presenciamos el surgimiento de una nueva clase media que dio soporte al ‘boom’ inmobiliario (después de todo, ¿quiénes compraron los inmuebles y departamentos de los edificios nuevos que hoy son parte del panorama de varias ciudades del Perú?), al consumo de bienes durables (como autos, cuyo tráfico ahora “padecemos” en ciudades como Lima), a la demanda de servicios como educación y salud, y al desarrollo de un sector retail moderno que opera en centros comerciales que se han construido en todo el país.
Lamentablemente, hoy la situación es distinta, y la economía crece a poco más de 3%. ¿Por qué se ha dado esta desaceleración? Una parte de la explicación se encuentra en la reversión de las favorables condiciones externas (caída de los precios de las materias primas que Perú exporta, menores entradas de capitales y, en general, condiciones financieras más ajustadas). Pero lo más preocupante es que también existen factores estructurales detrás de esta tendencia, como una menor acumulación de capital físico y una notable moderación de los incrementos de la productividad.
Crecer ligeramente por encima de 3% es muy bajo para Perú. De acuerdo con nuestros estimados, a ese ritmo de expansión del PIB no se generaría suficiente empleo para absorber a los nuevos entrantes a la fuerza laboral. Además, con un crecimiento débil, será mucho más difícil seguir reduciendo la pobreza. Perú, entonces, debe retomar un mayor dinamismo económico para que sus indicadores de ingresos sigan mejorando.
La importancia de sostener altas tasas de crecimiento por períodos prolongados se observa al analizar las experiencias exitosas de otros países. Al respecto, cabe señalar que, a inicios de los 60s, Corea del Sur tenía un ingreso promedio significativamente inferior al del Perú (equivalente al 40%). Pero, durante esa década, este país asiático comenzó una impresionante fase de despegue económico y logró sostener, durante 35 años, tasas de crecimiento del ingreso por habitante cercanas al 7% anual.
A este ritmo, el PIB per cápita se duplica cada 10 años aproximadamente, por lo que hacia mediados de los 90, en solo una generación, el ingreso promedio de los coreanos había subido en más de… ¡nueve veces! Si bien Corea del Sur empezó muy por debajo de la capacidad adquisitiva del peruano promedio, hoy su PIB per cápita supera al de Perú en tres veces y media.
¿Y qué debe hacer Perú ahora que se acabó el superciclo de commodities y el entorno internacional ya no será tan favorable? La clave, está, desde luego, en dinamizar lo que le dio sostenibilidad al proceso peruano de rápido crecimiento: la acumulación de capital (es decir, más inversión) e incentivar las ganancias de productividad. La siguiente administración, que asumirá funciones a fines del próximo mes de julio, debe implementar de manera rápida reformas que apuntalen estas variables. De otra forma, Perú terminará como otra de esas experiencias inconclusas, que pudieron ser pero que no fueron.