Paseando por el Jardín infinito del Bosco
¿Quién no ha soñado alguna vez con meterse dentro de un cuadro? ¿Recorrer los rincones de un paisaje y acercarse a los personajes que lo protagonizan? El Museo del Prado y la Fundación BBVA han hecho realidad ese sueño con la videoinstalación Jardín infinito.
El artista Álvaro Perdices y el cineasta Andrés Sanz han liberado a las criaturas del tríptico del Jardín de las Delicias de su encierro de óleo y madera y les han dado vida propia en una obra donde, en palabras de Perdices, “el visitante no se acerca ya al cuadro, sino que se introduce en el propio jardín, con una percepción más cercana que permite la ensoñación”.
Imágenes de pájaros, mariposas y peces, cuerpos desnudos, Adán y Eva, plantas, árboles y frutos van inundando las paredes de la Sala C del museo —convertidas para la ocasión en enormes pantallas de más de 20 metros de altura— y transportan al visitante al mundo mágico del Bosco.
"Proponemos al espectador un paseo por el jardín, una inmersión que abunda en la experiencia sensorial, envuelta por la composición de un paisaje sonoro”, explica el artista. Y, mientras va recorriendo el Paraíso, el Jardín y el Infierno, el caminante puede detenerse a descansar junto a una fuente o tumbarse bajo un madroño, fotografiar su experiencia para el recuerdo o simplemente deambular sin un itineraio fijo.
La banda sonora de este paseo de 75 minutos de duración, que podrá disfrutarse hasta el próximo 2 de octubre, es una composición realizada expresamente para la obra por Santiago Rapallo y Javier Adán.
En este vídeo del Museo del Prado se puede disfrutar de un adelanto de la visita.
El origen del proyecto
Jardín infinito es un encargo del Museo del Prado que surgió a partir de Negro y Luz, un proyecto audiovisual sobre el museo que Perdices está llevando a cabo gracias a una de las Ayudas Fundación BBVA a Investigadores y Creadores Culturales.
El proyecto se compone de una película y una serie fotográfica realizadas en las galerías de la pinacoteca. Las imágenes las toman de noche, a museo cerrado y sin apenas luz, diferentes profesionales, cuyo único encargo es filmar en horario nocturno. No se les dan más explicaciones ni se les avisa de que las luces del museo se apagarán y deberán trabajar casi a oscuras.
Con esta autoría múltiple —bajo la dirección única de Perdices— se pretende acentuar la riqueza del resultado y reproducir la forma en que se trabajaba en los talleres de pintores como el Bosco, donde cada artista se especializaba en ciertos efectos, labores o técnicas pictóricas.
"Tanto la filmación como las fotografías buscan identificar fragmentos de las obras que sobreviven la negritud", señala Álvaro Perdices. "Solo algunos fragmentos de los cuerpos, formas y ciertos colores emergen desde la oscuridad. Ante la ausencia lumínica, la pintura se convierte en luz", añade.