Orquestas que apuestan por un mundo mejor
Aunque pueda resultar curioso, las orquestas sinfónicas tienen un significativo papel como impulsoras del cambio en ámbitos como la justicia social, la inmigración, la igualdad de género y la conexión con las nuevas generaciones. Así ha quedado patente en las V Jornadas AEOS-Fundación BBVA, que bajo el lema ‘El poder de las orquestas’ ha presentado casos de éxito en los que este tipo de formaciones musicales están ayudando a promover el cambio.
La sociedad actual tiene una gran lista de retos por delante. Las distintas aplicaciones de las nuevas tecnologías, las nuevas formas de consumo y los cambios sociales son solo una parte de los desafíos de nuestro tiempo. Las orquestas de música clásica son un fiel reflejo de las transformaciones sociales y han sido pioneras en adaptarse al contexto de cada tiempo.
La crisis migratoria, las desventajas económicas y la igualdad de género han sido los tres ejes sobre los que han girado las charlas ofrecidas durante las V Jornadas AEOS-Fundación BBVA.
Música por la igualdad de género
La revista británica ‘Gramophon’ revisó durante el último año la composición de 23 orquestas de más renombre internacional. Este informe reveló que de los 2.438 músicos a tiempo completo que las integran el 69% son hombres.
Para tratar esta situación, una de las invitadas a las jornadas fue Anne Midgette, crítica de música clásica en el Washington Post. En 2001 se convirtió en la primera mujer de la historia en asumir esta función en otra gran cabecera estadounidense, el New York Times. Esta periodista considera que la igualdad de género en las orquestas presenta dos vertientes, “la primera, la de los intérpretes. Esta ha avanzado algo, aunque el viento metal tiende a tener menos presencia de mujeres que la cuerda. Donde existe la problemática es en la dirección y la gestión de las orquestas,donde aún hay mucho margen de mejora”.
Para Midgette el problema real es que “en la música clásica hay una reticencia histórica a ver a la mujer como una figura de autoridad”. Un cambio significativo que propone es que el liderazgo de las orquestas esté repartido de modo paritario.
"Aprender música es una herramienta de crecimiento"
La otra cara de la moneda lo representa Virginia Martínez, directora titular y artística de la Orquesta Sinfónica de la Región de Murcia y la única mujer que desempeña este puesto entre las 30 orquestas que forman parte de la Asociación Española de este tipo de formaciones.
Con 13 años ya dirigía un coro infantil en Molina de Segura, su ciudad natal. A los 20 años, tras licenciarse en piano y en armonía y contrapunto, logró hacer la carrera de dirección de orquesta en el Conservatorio de Viena. “Tuve mucha suerte porque cada año solo admiten a cuatro personas de todo el mundo”, afirma.
En los quince años que lleva de profesión no puede relatar ninguna mala experiencia por ser mujer. En el podio se siente enormemente cómoda y está muy orgullosa de su equipo en la Sinfónica de la Región de Murcia.
La directora confiesa que “hasta hace poco no sabía que era la única mujer entre los directores de orquestas profesionales autonómicas”. Anima a otras mujeres a estudiar dirección en el conservatorio, pero advirtiendo de que “hay que tener claro el esfuerzo que conlleva y hacerlo con toda el alma”.
La orquesta como refugio
La música no solo entiende de sonidos, también de personas. Esta frase encajaría perfectamente con la labor que está realizando Ron Alvarez en Suecia. En 2016 creó The Dream Orchestra para facilitar la integración de refugiados llegados al país escandinavo sin padres ni la supervisión de ningún adulto.
Este proyecto empezó con tan solo con catorce niños a los que Ron enseñó música con instrumentos prestados. Hoy, The Dream Orchestra está formada por casi setenta refugiados de 6 a 22 años procedentes de Siria, Afganistán, Irak, Irán, Palestina, Kurdistán, Albania, Eritrea, Angola y Somalia. Su mayor logro ha sido actuar en el ‘Konzerthaus’, sede de la Sinfónica de Gotemburgo ante miles personas.
Ron ha basado su trabajo en el proyecto del profesor venezolano José Antonio Abreu que se centra en la educación musical como instrumento de integración social. “Aprender música es una herramienta de crecimiento. Cuando tocan no es el sonido del instrumento lo que importa, sino el sonido del alma”, apunta Álvarez.
‘Philly’ tiene ritmo
Filadelfia es la quinta ciudad de Estados Unidos por población y su tasa de pobreza —del 26%— es la más alta entre las grandes urbes del país. Para que estas desigualdades no rompiesen el futuro de los jóvenes de la ciudad, el trompetista Stanford Thompson decidió crear el programa ‘Play On, Philly’. Se trata de una academia y orquesta que proporciona formación musical a estudiantes de secundaria en barrios desfavorecidos de Filadelfia. Para Thompson “la educación musical inspira y desarrolla comportamientos y habilidades necesarias para aprender y progresar personalmente”. El programa impulsa la colaboración entre los participantes, que se supervisan unos a otros y se ayudan con las tareas académicas.
Durante las jornadas también participó Robin Ryczek, violonchelista y miembro del equipo docente del Instituto Nacional de Música de Afganistán. Esta institución fue creada en 2010 por Ahmad Naser Sarmast. La mitad de sus 250 alumnos proviene de de entornos vulnerables. Además, pone un acento especial en la promoción de la mujer. Han creado una orquesta femenina con 80 intérpretes que debutó en 2015 con la primera directora de orquesta afgana de la historia al frente, Negin Khpolwak.
La música tiende puentes entre diferentes culturas, nos cuenta historias olvidadas, sus notas nos transportan a otros lugares y momentos, nos hace recordar emociones, pero también es una herramienta de cambio social. La música es un lenguaje universal y no importa el país, la religión o el sexo, todos nos podemos entender con ella.