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Opinión Act. 17 abril 2023

Regulación bancaria en Europa: ¿Es un buen cortafuegos?

A la luz de los recientes casos de Silicon Valley Bank en Estados Unidos y de Credit Suisse en Suiza cabría preguntarse, ¿es posible que algo así ocurra en la Unión Europea?, ¿podría algún banco pasar por debajo del radar de nuestra regulación o supervisión como ha ocurrido en estos casos?. O, dicho en otras palabras, ¿podrían esos incendios propagarse por el bosque europeo? Ana Rubio y Santiago Fernández de Lis, del equipo de Regulación de BBVA, analizan en esta tribuna éstas y otras cuestiones en relación a la regulación de la banca europea.

En primer lugar, hay que puntualizar que los casos recientes de crisis bancarias han ocurrido en entidades tremendamente peculiares. Silicon Valley Bank era un banco de tamaño medio que se financiaba en gran medida por depósitos, que en media tenían un importe muy superior al cubierto por su fondo de garantía y que además estaban concentrados en un sector concreto, las 'start ups'. Además no los invertía en préstamos, sino en comprar bonos a largo plazo, que no estaban adecuadamente cubiertos, lo que generaba un enorme riesgo de tipo de interés. Por otro lado, Credit Suisse era un enorme banco de inversión sujeto a la normativa suiza, no de la Unión Europea, con un largo historial de problemas financieros y vulnerable por tanto a las turbulencias de los mercados. Por tanto, parece difícil que en la UE se encuentren casos similares. Estamos hablando de árboles que podían arder con facilidad.

A la hora de comparar los marcos regulatorios bancarios de las diferentes regiones analizadas, hay que empezar por decir que todos beben de una fuente común, la normativa del Comité de Supervisión de Basilea. Esta institución emite estándares globales para los bancos internacionales, y luego cada país decide cómo aplicarlos. Y una gran diferencia entre los marcos nacionales es la proporcionalidad con la que se aplican estos estándares. Por ejemplo, Estados Unidos se decantó por aplicarlos en su totalidad sólo a los grandes bancos internacionales, minorando significativamente los requisitos  para las entidades de menor tamaño. Sin embargo, en la UE los requisitos son fundamentalmente los mismos, independientemente del tamaño del banco.

Buen ejemplo de ello es la normativa de liquidez, pues mientras que Europa ha hecho obligatorio el cálculo de los ratios de Basilea para todos los bancos (el ratio LCR y próximamente el NSFR), en Estados Unidos aún no se han traspuesto.

En términos de capital, los principales países están trasponiendo la finalización de Basilea III, que está muy avanzada en la UE pero de la que apenas se conocen detalles en USA, por lo que aún no hay claridad sobre cómo se compararán los diferentes marcos. Sin embargo, la normativa prudencial no parece haber jugado un papel importante en las crisis recientes, dado que ambas entidades mantuvieron elevados ratios de solvencia hasta el inicio de sus crisis, que se debieron a otros factores.

En la normativa de resolución sí hay diferencias significativas, toda vez que en Estados Unidos sólo las grandes entidades sistémicas tienen que emitir pasivos con capacidad de absorción de pérdidas (el llamado TLAC), mientras que Europa ha extendido estos requisitos a la mayoría de las entidades (mediante el llamado MREL). En el caso de Credit Suisse el aspecto más criticado ha sido que los bonos convertibles o CoCos hayan absorbido pérdidas antes y en mayor proporción que las acciones. Esto generó nerviosismo en el mercado de CoCos o AT1, ante el cual las autoridades de la Unión Europea se apresuraron a emitir un comunicado reafirmando su intención de aplicar la regulación de resolución de manera fidedigna en caso de necesidad, y no haciendo excepciones como las de las autoridades suizas para alterar el orden de prelación en la absorción de pérdidas.

Finalmente, independientemente de los defectos del marco regulatorio, sorprende que los supervisores de los bancos afectados no hayan sido capaces de detectar y atajar los problemas en una fase más temprana. Los avances europeos en términos de una supervisión única, muy completa e intrusiva, deberían traducirse en una mayor confianza de los mercados en la situación de sus bancos.

En situaciones de turbulencias los mercados tienden inicialmente a reacciones de pánico y contagios indiscriminados, pero a medida que se despeja el horizonte resultan evidentes las diferencias según los modelos de negocio de las distintas entidades. La banca minorista, especialmente si está internacionalmente diversificada, es un ejemplo claro de solidez y estabilidad de los resultados, como sin duda los mercados terminarán reconociendo.

*Esta tribuna fue publicada el 7 de abril de 2023 en el diario El Mundo

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