La gobernanza global de los datos
La gobernanza global de los datos
Los datos se han convertido en uno de los activos clave en la nueva economía. Ana I. Segovia y Edward Corcoran, del equipo de Regulación de BBVA, analizan en esta tribuna el rol de los datos y los nuevos retos para las empresas en esta época de transformación digital.
El pasado mes de enero tuvo lugar el Foro Económico Mundial de Davos, en el que anualmente líderes políticos y empresariales discuten los desafíos de la economía a nivel global. Este año, como en anteriores, el tema de los retos digitales y en particular el rol de los datos cobró especial relevancia, con propuestas regulatorias sobre inteligencia artificial por parte de Google y Microsoft.
Es indudable que los datos se han convertido en uno de los activos clave en la nueva economía. Se generan con cada interacción digital y debido a los avances en la tecnología resulta cada vez más fácil su almacenamiento y análisis. International Data Corporation calcula que en 2025 se alcanzará un nivel mundial de 175 Zettabytes, frente a los 33 Zettabytes de 2018.
Las empresas, para poder competir en este nuevo entorno, necesitan adaptar sus modelos de negocio basándose en la información que aportan los datos: les permiten entender mejor a sus clientes, mejorar sus procesos y crear nuevos productos, además de explorar líneas de negocio en sectores distintos. Esto implica que la disponibilidad de los datos y la aplicación de técnicas como el aprendizaje automático 'machine learning' contribuyen a un mejor posicionamiento en el mercado. Además, en algunos entornos el proceso de utilización de los datos se retroalimenta: nuevos clientes producen más datos de valor, lo que permite una mejora del producto y la posibilidad de atraer nuevos usuarios. Esto resulta muy rentable para ciertas empresas, pero implica también el riesgo de que terminen dominando el mercado (“el ganador se lo lleva todo”).
Las empresas, para poder competir en este nuevo entorno, necesitan adaptar sus modelos de negocio basándose en la información que aportan los datos
Por otro lado, el efecto del uso de los datos en la esfera de la privacidad, de la autonomía personal y de otros derechos de los individuos se incrementa de manera muy relevante. Con buen criterio los países van actualizando sus leyes de protección de datos, de consumidores, y de ciberseguridad.
Aunque Internet permite a las empresas aprovechar los flujos de datos y operar sin fronteras, la fragmentación de estas leyes entre países supone un obstáculo para conseguir un mayor rendimiento. Tan sólo en materia de privacidad existen cientos de normas, y no todas coinciden. Por un lado, Europa lidera la visión de la protección de datos como un derecho fundamental, mientras que Estados Unidos carece de una regulación federal horizontal, y se inclina por considerar el dato un activo económico. China, por su parte, va implementando un modelo que trata de incorporar algunas ideas de Europa, pero sin adoptar una auténtica política de protección de los derechos fundamentales, lo que otorga ventaja a sus empresas.
El flujo mundial de los datos implica además otros retos que es necesario abordar, tales como la protección de los activos industriales e intelectuales, los contenidos ilegales de las plataformas, y el interés de cada país en fiscalizar los beneficios de las empresas en la economía digital. Ante estos desafíos de carácter transfronterizo, algunos países adoptan decisiones unilaterales que impiden el flujo de datos a otros países, a veces de forma injustificada, lo cual dificulta aún más la actividad de los agentes económicos y la búsqueda de soluciones globales.
China, por su parte, va implementando un modelo que trata de incorporar algunas ideas de Europa
Si bien Internet ha propiciado la adopción de estándares técnicos internacionales en ciertos temas como el de los dominios Web o el lenguaje de HTML, hasta ahora no ha sido posible llegar a un consenso para regular los flujos de datos. Es un tema polémico porque está relacionado con las diferencias en los valores entre regiones, la competencia entre países, y la falta de un organismo internacional con suficiente peso y un mandato concreto en temas digitales.
Para superar estos desafíos y fomentar la innovación a nivel general, resulta evidente la necesidad de un avance en la coordinación global que permita establecer estándares globales de privacidad y el uso ético de los datos, límites justos a las políticas de localización de datos, y normas para conseguir un acceso equitativo a los datos y a los ecosistemas en los que se generan.
No es una tarea sencilla, pero ya existen ciertas bases, como los principios generales desarrollados en la OCDE, la iniciativa de comercio electrónico de la Organización Mundial del Comercio y el grupo de trabajo de economía digital del G20. Sería necesario ahora un impulso a nivel global para desarrollar una gobernanza más homogénea e integral del uso de los datos.