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Opinión Act. 24 junio 2018

¿Ha servido la crisis para resolver los problemas de la economía española que condujeron a ella?

Las crisis tienen un enorme coste económico y social, y el desempleo es su cara más amarga. Las crisis son periodos de un fuerte ajuste, que en la mayoría de las ocasiones se producen después de crecer sobre bases insostenibles a largo plazo. Esto fue precisamente lo que ocurrió en España antes de la crisis.

El crecimiento se caracterizaba por un gasto creciente por encima de las rentas que generaba el crecimiento económico, un endeudamiento de hogares y empresas cada vez mayor, una burbuja inmobiliaria, un déficit de la balanza por cuenta corriente creciente cercano al 10% del PIB y unos costes laborales con respecto a nuestros socios en la eurozona que crecían muy por encima de nuestra productividad.

La crisis fue el ajuste inevitable a todos estos desequilibrios. Es cierto que son momentos de oportunidades, de depurar ineficiencias, de destrucción creativa (como sostenía Joseph A. Schumpeter en 1939 y 1942) y de afrontar los problemas de manera constructiva. Pero es una manera muy dolorosa de aprender lecciones. Es mejor evitar previamente que la economía crezca con un patrón insostenible y que se siembren las semillas de crisis futuras.

¿Ha servido la crisis la para resolver los problemas globales y de la economía española que condujeron a ella? Algunos se han resuelto y otros todavía no. La eurozona ha avanzado mucho con la unión bancaria, la mayor integración fiscal y un mejor seguimiento de los desequilibrios macroeconómicos. Pero todavía queda mucho por hacer, como indica la hoja de ruta que la propia Comisión Europea ha publicado recientemente para alcanzar una Unión Monetaria y Económica mucho más integrada y preparada para gestionar crisis futuras.

En España la crisis se gestionó tarde, con errores pero también con aciertos y enormes esfuerzos. La economía española lleva creciendo más de cuatro años por encima de Europa y ganando competitividad. El PIB per cápita ha recuperado el nivel de 2007, al igual que la inversión en bienes de equipo, tal y como muestra el Gráfico 1. La inflación, los costes laborales unitarios y los márgenes se comportan mejor que en la eurozona, lo que se ha traducido en un fuerte crecimiento de las exportaciones (un 27% por encima del nivel de 2007 en términos per cápita). Frente al déficit anterior a la crisis, la balanza por cuenta corriente muestra un superávit sostenido cercano al 2%, al mismo tiempo que se reduce significativamente la tasa de desempleo, lo que supone algo inédito en la historia económica reciente de la economía española. El sistema bancario es más solvente y eficiente. Los hogares han disminuido su endeudamiento (del 83,4% del PIB en 2009 al 60,5% de 2017). Y el de las empresas (del 115,5% al 76,8%) se sitúa incluso por debajo del promedio de la eurozona. El crecimiento económico ha permitido ir reduciendo el déficit público del 11,2% en 2009 al 3,1% de 2017, incluso con un aumento del consumo público per cápita (un 5% superior al de 2007) y tras un enorme esfuerzo por preservar los elementos más importantes del Estado del bienestar.

Gráfico 1: PIB y componentes de la demanda agregada en términos per cápita, 2007-2017. 2007=100. Fuente: BBVA Research a partir de INE.

El crecimiento es, por lo tanto, más sostenible y equilibrado que antes de la crisis. Si se cumplen las previsiones de BBVA Research, a finales de 2019 la tasa de paro se habrá reducido en casi 14 puntos respecto al 27,1% que llegó a alcanzar en 2013. De hecho, hasta diciembre de 2017 se ha recuperado el 69% de la afiliación a la Seguridad Social perdida durante la crisis (Gráfico 2).

Gráfico 2: Afiliación a la Seguridad Social, España, 2006-2017. Media mensual, millones. Fuente: elaboración propia a partir de MEYSS.

Con todo, el balance de los últimos diez años no puede ser complaciente en absoluto. Todavía queda mucho por hacer para que toda la sociedad recupere, como mínimo, los niveles de bienestar anteriores a la crisis y para abordar los retos futuros. Hay que retomar cuanto antes las reformas que necesita la economía española para mejorar su productividad y crear más y mejor empleo, con un mercado de trabajo más eficiente y equitativo. Es fundamental mejorar la calidad de nuestras instituciones y el capital humano. Tenemos que prepararnos para aprovechar con un crecimiento más inclusivo las oportunidades de la revolución digital en curso, con políticas que suavicen la transición, amortigüen sus costes y potencien sus beneficios.