Un nuevo test de estrés para la banca europea
La Autoridad Bancaria Europea (EBA, por sus siglas en inglés) acaba de lanzar un nuevo test de estrés para los bancos de la región, que no se realizaba desde 2014. Para ello, ha detallado la metodología y los escenarios macroeconómicos en los que las entidades han de estimar el potencial impacto adverso en su capacidad de generación de beneficios y capital.
Una de las novedades más significativas es el recorte de la muestra de bancos, que ahora cubrirá a las 53 mayores entidades, y no las 123 de la edición anterior. El supervisor someterá al resto a una prueba similar, pero de forma no pública. Las seis mayores entidades españolas (BBVA, Sabadell, Popular, Santander, Bankia y Caixabank) están incluidas en el ejercicio público.
Otra novedad es que no habrá un requisito mínimo de capital que todas las entidades deban cumplir, sino que el supervisor fijará un umbral para cada entidad, que no se publicará. Los resultados cobrarán especial importancia porque formarán parte del proceso de SREP (Supervisory Review and Evaluation Process) que el supervisor realiza a las entidades periódicamente, y que determina el capital extra que exige a cada una (el Pilar II).
También es nueva la inclusión del riesgo de conducta, que mide las potenciales pérdidas debidas al comportamiento poco ético de la entidad. Las entidades han hecho un gran esfuerzo para mejorar sus procedimientos y su gobernanza internas para garantizar que actúan de acuerdo a principios, y esto debería reflejarse en el test de estrés.
En lo que se refiere a los escenarios macroeconómicos que deben utilizarse para evaluar el estado de las entidades, el escenario adverso trata de recoger los riesgos que el ESRB identifica como amenazas para la estabilidad del sistema financiero europeo. Por tanto, se caracteriza por un aumento de las primas de riesgo, una liquidez de mercado reducida, un crecimiento nominal moderado, una rentabilidad bancaria escasa, con dudas sobre la sostenibilidad de la deuda pública y privada y una competencia creciente de la banca en la sombra (los prestadores de servicios financieros que no son bancos).
El diseño del escenario prima el estrés al balance y los resultados de las instituciones bancarias radicadas en Europa y con negocio en el continente. Así, se detallan los shocks en crecimiento, inflación, desempleo, tipos soberanos de largo plazo, precios de la vivienda y de activos inmobiliarios comerciales, índices de bolsa e incluso de tipos de cambio para las economías de la UE. Con ello se asegura el impacto directo en las principales rúbricas del balance bancario en el footprint europeo de los bancos. Sin embargo, este detalle es mucho menor en el caso de las economías de fuera de la UE, donde sólo se proporcionan los impactos en crecimiento e inflación, lo que afecta al cálculo de los efectos en el footprint de fuera de la UE de los bancos sometidos al estrés.
Algunas inconsistencias del ejercicio de 2014 se han corregido en 2016, como por ejemplo el que para algunas economías emergentes se presentaran intensas deflaciones, algo que nunca ha ocurrido y que además en un escenario de repunte de primas de riesgo parece poco probable si consideramos la más que previsible depreciación de los tipos de cambio locales y su traspaso alcista a la inflación doméstica. La falta de definición en el escenario adverso sobre el movimiento de los tipos de cambio de las divisas de economías emergentes, y su impacto sobre las respectivas tasas de inflación sigue siendo un asunto por resolver.
Este ejercicio llega en un momento crucial para la banca europea, en el que las turbulencias del mercado parecen estar especialmente centradas en el sector. En este marco, el test de estrés puede reforzar la confianza en la fortaleza de los mayores bancos europeos.