Los mercados digitales y su potencial económico
El impulso a la tecnología y la digitalización en diferentes industrias ha cobrado gran relevancia en el mundo. Samuel Vázquez Herrera, economista principal de BBVA México, señala en el artículo ‘Economía fuera de este mundo’, publicado en el periódico El Economista que “los mercados digitales tienen un gran potencial económico” por lo que es de suma relevancia ver cómo las estrategias se están orientando a entender a los consumidores y atender sus necesidades a través de los servicios digitales.
Vázquez destaca que también en el terreno de la investigación económica ha despertado el interés por estudiar cómo se comportan estos mercados y asegura que “no obstante, la economía se expande más allá de los mercados tradicionales y digitales; se diría que incluso más allá de este mundo”. Es por ello que en el artículo explica que de acuerdo con la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) existe la economía espacial y con ella la posibilidad de conocer “todas las actividades y el uso de recursos que crean y proveen valor, que benefician a los seres humanos durante la exploración, entendimiento, manejo y utilización del espacio”.
El economista detalla que dentro de la economía espacial los productos y servicios son todo lo relacionado con la investigación y el desarrollo, la manufactura e infraestructura espacial, así como el conocimiento científico, “es decir, no sólo se consideran las actividades que propiamente se realizan fuera de la atmósfera terrestre, sino todas aquéllas que apoyan su realización, utilizan éstas como insumo e incluso las que son receptoras de las transferencias tecnológicas”.
Dentro de la economía espacial los productos y servicios son todo lo relacionado con la investigación y el desarrollo, la manufactura e infraestructura, así como el conocimiento científico
De acuerdo con Vázquez, ya hay evaluaciones económicas sobre este mercado que se han realizado tanto en instituciones públicas como privadas en varios países y destaca que “es probable que la más significativa sea la que realizó el Bureau of Economic Analysis (BEA)” en la cual con base en sus estimaciones el Producto Interno Bruto (PIB) en 2019 que resultó de la economía espacial en los Estados Unidos fue de 125.9 mil millones de dólares.
En lo que se refiere a México el autor precisa que no hay registro aun de economía espacial pero sí se podría considerar a la manufactura aeroespacial y electrónica como relevantes pues están dentro de las industrias que contempla la OCDE y el BEA (U.S. Bureau of Economic Analysis). Señala que en el caso de la manufactura aeroespacial “alcanzó un PIB de 16 mil mdp y hasta la mitad del 2022 19 mil mdp. La segunda (manufactura electrónica) tuvo en 2021 un PIB de 246 mil mdp en 2021 y a la mitad de este año ya es de 277 mil mdp”.
Para entender los datos del impacto y determinar el potencial de estas industrias Vázquez hace énfasis en la demanda internacional que han tenido y refiere que “Estados Unidos importó 42.6 mil mdd en 2021 y 29.7 mil mdd hasta agosto de este año en el primer caso” y en lo que corresponde a la manufactura electrónica sus exportaciones lograron los 70.8 mil mdd también en 2021, 15.2% de los 464.9 mil mdd que importó Estados Unidos.
El economista especifica que “México sólo tiene una participación de entre 4% y 5% en las importaciones aeronáuticas” y “que ambas industrias dependen enormemente de la Inversión Extranjera Directa (IED)”, pues el país no tiene el mismo desarrollo en tecnología, ni el capital para impulsar estas manufacturas como Estados Unidos, por lo que explica que para la manufactura aeroespacial destinó en 2020 una inversión “en este subsector 249.7 mdd y en 2021 305.8 mdd” y para la manufactura electrónica “la IED fue de 803 mdd en 2020 y en 2021 alcanzó 1,072 mdd de acuerdo con la Secretaría de Economía”.
Vázquez concluye que también es importante para potenciar esta industria apoyar la investigación científica, porque el capital humano es “la mejor vía para que México se incorpore a la economía espacial”.
El artículo se publicó en El Economista el 4 de noviembre de 2022 y puede consultarse en este link.