El Museo del Prado convierte su web en un lienzo infinito
La pieza más antigua del Museo del Prado, una cabeza de dorita del rey sumerio Umingirsu de Lagash, se encuentra en el depósito de la pinacoteca. El Prado esconde muchos Prados en su interior. Tantos que las leyes físicas hacen imposible recorrer cada uno de esos escondidos rincones del edificio, que a fin de cuentas se traducen en obras de arte.
Hay tantas conversaciones en los pasillos de un museo como recorridos por visitante: los adeptos a Goya, los amantes del trazo firme del Greco, los costumbristas... la lista es infinita. Pero El Prado ha construido un vehículo para canalizar todas esas conversaciones: su nueva web. La diferencia del nuevo 'site' respecto a otros no es más que una labor de reconocimiento a través de las palabras, como si dos personas intentasen seducirse en un diálogo infinito que permitiera reconocerse. Este proceso es esencial en las denominadas webs semánticas, que posibilitan un grafo de conocimiento acorde con el usuario.
Detalle de la web del Museo del Prado donde el usuario puede interactuar con las obras de arte
De esta forma, en la nueva web del Prado el visitante puede dialogar directamente con Velázquez, Tiziano, Ribera, El Bosco… no hay un intermediario en la visita. Es una conversación personal entre usted y los autores, pero también entre las personas coetáneas que disfrutan en el mismo tiempo de esa experiencia. ¿Qué significa ahora El Prado? Un conjunto de narraciones, tantas como usuarios.
El Museo Imaginario que conquistó dos premios Webby
El Prado en la web se presenta como un espacio de vida propio, donde el usuario puede construir su recorrido y compartirlo. Pero además suceden cosas que no pasan en el espacio analógico, desde ver obras no expuestas a contemplar el trazo de la brocha sin aquel cordón rojo de seguridad, tan necesario para conservar las pinturas.
André Malraux, ministro francés de Cultura y escritor, lanzó la idea del llamado Museo Imaginario en 1947. Aquella rompedora imagen de un museo sin muros donde cada visitante componía su museo se puede realizar gracias a la tecnología. La recuperación y puesta en práctica de esta idea se hace patente con El Prado en la web, que ha conquistado los premios Webby de Internet –los Óscar de Internet–: en la edición de este año han recaído (dos premios) en el Museo del Prado en la categoría de Cultural Institutions.
Pero quizás otro gran premio que figura ya en el haber del Prado es que en dos meses de su inauguración digital, hay un 30% más de visitantes y 800 personas han decidido compartir sus recorridos personales. El Museo Imaginario es real. El propio André Malraux aseguraba que “no se puede crear arte cuando uno no tiene qué decir”. Hoy El Prado es más arte.