Mejor billetera electrónica que mil papeles volando
El Banco Central de la República Argentina busca reducir los costos de logística, seguridad y almacenamiento del sistema financiero originados en la exagerada circulación de billetes que provocó la inflación, mientras la billetera digital va camino a sustituir a los camiones de caudales.
Para entender mejor cómo funciona la inflación en Argentina, habría que tomar, por ejemplo, 10 billetes de AR$100 e ir a cualquier supermercado. Llenar la cuarta parte del carrito, pagar el ticket y guardarlo. Regresar a los dos o tres meses y comprar lo mismo. Seguro que al llegar a la caja habrá que anexar un papel más de AR$100.
Es una ronda interminable que absorbe permanentemente más y más dinero, que el Banco Central de la República Argentina (BCRA) tiene que abastecer y, por lo tanto, manda imprimir.
No constituye novedad para las tres últimas generaciones de argentinos que han acompañado la devaluación de la moneda 10 billones de veces y el agregado de 13 ceros.
Antes de ir a parar al bolsillo de la gente, la pasta, como le dicen en España, transita por las calles y rutas del país en camiones de caudales, atada en fajos, que van y vienen de la Casa de la Moneda al BCRA, de ahí a los bancos, a las sucursales, a los cajeros automáticos y a los de carne y hueso, para pegar vertiginosamente la vuelta.
Los excedentes recorren el circuito compensando transacciones entre entidades colegas y lo que sobra se guarda hasta la jornada siguiente en las propias bóvedas o las que les alquilan los propios transportistas.
Desde marzo, el Banco Central de la República Argentina se bajó de esa calesita y se sacó de encima el peso de que los excedentes del sistema financiero fueran y vinieran a los tesoros regionales, como ocurría hasta el año pasado.
De este modo, las operaciones con dinero en efectivo ahora comprenden a los bancos entre sí y con las empresas, y se realizan a través de una plataforma online sin la intervención del organismo regulador.
El incesante aumento de los precios y la velocidad de los intercambios del dinero circulante llevaron el stock monetario en juego a 7.000 millones de piezas de AR$ 10, AR$ 20, AR$ 50, AR$ 100, 200, 500 (y próximamente de AR$ 1.000).
Si se considera que la mitad de los argentinos está bancarizada (según la auditoría de prensa Chequeado.com), y se le descuentan unas 50 millones de piezas inmovilizadas en las entidades financieras por las regulaciones técnicas, los números redondos que quedan para que las cinco principales compañías transportadoras de caudales en el país (Prosegur, Brinks, Maco, Vigencia y Transplata) lleven y traigan alcanzarían a un neto circulante envasado de 233 millones de sacas que pesarían unos ocho millones de toneladas, ocuparían 2.800 metros cúbicos de volumen total e insumirían 890.000 viajes de camionetas blindadas, según la proporción de billetes grandes y chicos que porten.
Se estima que en cada recorrido es necesario parar diez veces diarias de media hora para que sean descargadas siderales cantidades, lo que implica asimismo movilizar custodia y gastar más en seguros, cuando el mismo servicio podría hacerse en 14 detenciones, a menor costo unitario, con sólo modificar la mezcla de los medios de pago: mejoraría los costos en alrededor del 0,2% por cada parada.
Se encuentra en marcha un proceso de digitalización que en algunas entidades, como el BBVA Francés, se va imponiendo, hasta superar el 20% las transacciones electrónicas que reemplazan a las físicas.
Decantación monetaria
Achicar los bultos es precisamente una de las consignas que campean en los bancos, que enviaban los sobrantes de liquidez al BCRA y este los convertía en un depósito electrónico en su cuenta, sin otro cargo que el del transporte. Pero además, como se multiplicaban los viajes de los camiones de caudales, era menester aumentar la mano de obra para el recuento de billetes en las bóvedas, según la Cámara de Transportadores de Caudales.
Empezó el BCRA por bajar del 93% al 70% la participación de la denominación de $100 entre el año pasado y éste. Habían sido emitidos por primera vez en 1992 y equivalían a US$100 (regía el 1 a 1 de la Convertibilidad). Ahora se pueden cambiar por US$6, es decir que perdieron más del 90% de su valor en relación al dólar.
Los nuevos papeles de $200 y $500 ya alcanzan 25% del dinero en poder del público, y apenas un 5% está en denominaciones de $ 5; $ 10; $ 20 y $ 50.
Sin embargo, para adecuarse al ritmo de crecimiento de los precios de la economía hacia fin de año aparecerá un billete de AR$1.000 que ocupará 11% del circulante y así los de AR$ 100 retrocederán al 59 por ciento de la oferta monetaria.
Paralelamente, el BCRA destruyó, entre enero y abril de este año, 400 millones de billetes deteriorados de todas las denominaciones, entre los que predominaban los de $100, y solamente durante marzo-abril redujo en 250 millones de unidades el volumen de papel moneda en circulación.
El ciclo inflacionario último, que en un año hizo que la economía demandara un 40% más de emisión de billetes contantes y sonantes, pegó de lleno en la estructura de costos de los bancos, que tuvieron que reforzar la contratación de logística, seguridad y almacenamiento para acarrear mercadería multiplicada en volumen y peso.
Pero al mismo tiempo se encuentra en marcha un proceso de digitalización que en algunas entidades, como el BBVA Francés, se va imponiendo, hasta superar el 20% las transacciones electrónicas que reemplazan a las físicas. El avance ha sido notorio en el segmento individual y ahora también despega en el de empresas.
Es un paso más en pos de la billetera electrónica.