Los retos de la economía chilena
Durante las últimas tres décadas se ha consolidado en Chile un modelo económico que ha sido exitoso en diversas dimensiones, como por ejemplo, en posibilitar un alto crecimiento del PIB (5,3% promedio anual) permitiendo al país reducir significativamente la brecha de ingreso con países desarrollados como EE.UU. y Alemania (gráfico 1) y lograr mejoras relevantes en la calidad de vida de la población.
Este modelo se caracteriza por una institucionalidad económica compuesta por un banco central autónomo, con un claro compromiso por la estabilidad de precios y financiera; un esquema de flotación cambiaria consolidado; un Estado que cumple un rol subsidiario y una regla fiscal que ha contribuido a suavizar los ciclos económicos. Todo lo anterior complementado por una política de apertura comercial y financiera, y un exitoso sistema de supervisión y regulación bancaria que le permiten a Chile ubicarse como una de las 35 economías más competitivas del mundo (gráfico 2).
Uno de los efectos que ha tenido la historia exitosa de crecimiento económico de las últimas tres décadas ha sido que hoy el país posee una creciente clase media, que demanda una mejor calidad de servicios públicos, tales como educación, seguridad, salud y transporte. Satisfacer estas demandas por servicios públicos sin poner en riesgo la sólida posición fiscal que ha logrado Chile es uno de los principales retos en el ámbito de las políticas públicas. Además, al igual que en el resto del mundo, se ha hecho evidente que el crecimiento económico no ha estado acompañado de una suficiente reducción de la desigualdad de la distribución del ingreso, generando un amplio respaldo de la población a políticas de carácter redistributivo.
"El país enfrenta retos cíclicos y estructurales, siendo el mayor de todos la recuperación de su capacidad de crecimiento
En el ámbito económico el país enfrenta retos cíclicos y estructurales, siendo el mayor de todos la recuperación de su capacidad de crecimiento. Tras el fin del súper ciclo de las materias primas, la inversión minera decayó empujando a la inversión total a tres años consecutivos de caída. Adicionalmente, las expectativas de los agentes económicos han retrocedido a niveles no vistos desde la crisis internacional de 2008-2009 y, como consecuencia, se han postergado decisiones de inversión y consumo (gráfico 3). Es así que en los últimos tres años el crecimiento económico se ralentizó, interrumpiendo por primera vez desde la crisis asiática el camino de cierre de brecha de ingreso con los países desarrollados.
Mejora de la confianza
Recuperar la capacidad de crecimiento en el corto plazo pasa necesariamente por una mejora de la confianza de los agentes. En este aspecto, el impacto económico y político que ha tenido la forma en que se han tramitado las reformas estructurales de los últimos tres años (tributaria, laboral, educacional) ha dejado una lección a las autoridades, que han comprendido la necesidad de retomar el debate técnico y la búsqueda de consensos en torno a las transformaciones que se quieran impulsar en el futuro.
También es de primera necesidad reducir la dependencia del cobre que hace a la economía chilena vulnerable a los ciclos de precios de esta materia prima. Esto se puede lograr diversificando la matriz exportadora o agregando valor a las exportaciones actuales, pero –en cualquier caso– requiere contar con un tipo de cambio competitivo.
"Es de primera necesidad reducir la dependencia del cobre que hace a la economía chilena vulnerable a los ciclos de precios
Hasta el momento, el país ha experimentado los efectos negativos de la depreciación cambiaria (su impacto inflacionario), mientras el impulso al sector exportador ha sido insuficiente. De hecho, este sector, ha debido enfrentar una caída de sus precios en dólares al mismo tiempo que un relevante aumento en los costos de producción y una menor demanda por sus productos.
El ajuste que se requiere podría provenir de una depreciación multilateral más acentuada del peso o de un ajuste más marcado del mercado laboral, o de una combinación de ambos. Sin embargo, considerando que la segunda opción podría tener considerables costos sociales, es preferible que el ajuste se dé por la primera vía, lo que requerirá mantener o ampliar el impulso monetario.
Un aspecto sobre el cual existe un consenso amplio en la sociedad chilena es respecto de la necesidad de tomar medidas que permitan reimpulsar el crecimiento de la productividad, factor clave para sostener mayores tasas de crecimiento en el largo plazo.
Considerando que dos de los principales déficit de la competitividad son la falta de innovación y la escasa sofisticación de los negocios, resulta fundamental además contar con una fuerza de trabajo mejor capacitada, con una mayor vinculación con el mundo empresarial y, paralelamente, empujar una mayor participación de la mujer y de los jóvenes en el mercado laboral, mediante políticas que permitan avanzar hacia un mercado laboral más flexible y moderno.