Los reguladores: catalizadores de un sistema financiero más ecológico
Todos los agentes sociales son fundamentales para el éxito de la transición ecológica, un proceso en el que los gobiernos, los reguladores y los supervisores del sector financiero tienen una relevancia especial: en sus manos está crear el escenario normativo que dirija la inversión hacia actividades que contribuyan a mitigar los efectos del cambio climático a medio y largo plazo.
En diciembre de 2020 se cumplían cinco años de la aprobación del Acuerdo de París, el primer tratado universal de lucha contra el cambio climático. También desde 2015, la Agenda 2030 de Naciones Unidas establece las pautas para lograr que el calentamiento global se mantenga por debajo de los 2º Celsius. Frente a este reto de magnitudes planetarias y consecuencias globales, todos los agentes sociales deben participar en una batalla colectiva que, si perdemos, tendrá consecuencias irreversibles.
Frente al reto de transformar la naturaleza de las actividades humanas que contribuyen de manera más directa a la emisión de gases de efecto invernadero que empeoran el calentamiento global, el sistema financiero tiene un papel clave: dirigir la financiación y la inversión hacia sectores y actividades más sostenibles y respetuosas con el medio natural, e impulsar así un viraje definitivo hacia la sostenibilidad.
Los riesgos físicos y de transición derivados del cambio climático
Progresivamente, los reguladores y los supervisores toman conciencia de la importancia de tipificar, entender y poder medir los riesgos medioambientales e incluirlos dentro del conjunto de riesgos que ya contemplan las entidades financieras. La Cumbre del Clima de 2019 (COP 25) y el Foro Económico Mundial de 2020 (WEF Davos) coincidían en subrayar la importancia de los riesgos medioambientales que, además, son un tipo de riesgos que “aumentan de manera lineal en el tiempo y no son fáciles de predecir”.
Frente a las amenazas de la crisis climática, el sector financiero y la actividad bancaria tampoco están exentos de los riesgos físicos y de transición (hacia una economía libre de emisiones de carbono) que implica el cambio climático. Sin embargo, aunque la Autoridad Bancaria Europea (EBA) reconoce que los bancos cada vez son más conscientes de estos riesgos ESG (por las siglas en inglés de ‘environmental, social, governance’) su incorporación en las estrategias, la gobernanza y la propia gestión de riesgos de las entidades está todavía en un estado inicial que habrá que desarrollar los próximos años, según recoge el análisis de Arturo Fraile, manager de Regulación y Control Interno de BBVA, quien además enfatiza en que “es clave que las entidades financieras incluyan la sostenibilidad como parte de su estrategia de negocio, superando los compromisos públicos de alto nivel”.
Desde el Banco Central Europeo (BCE), la presidenta Christine Lagarde advertía recientemente de que “la información sobre el clima debe mejorarse” y reconocía además que los riesgos relacionados con el cambio climático pueden poner en peligro la estabilidad financiera si los mercados no son capaces de calcularlos correctamente. En este sentido, el BCE ha anunciado la inclusión de los riesgos climáticos y medioambientales en los test de estrés que llevará a cabo en 2022 y ha publicado además una guía sobre riesgos relacionados con el clima y medioambientales dirigida a las entidades de crédito.
Por su parte, Margarita Delgado, subgobernadora del Banco de España, también se ha pronunciado sobre la importancia de este trabajo de inclusión de los riesgos medioambientales, aunque también ha reconocido además que se trata de una tarea de enorme complejidad. Además, Delgado subraya el papel esencial de los bancos en dicha transición ecológica: "Los bancos deben acompañar a las empresas para poder hacer esa transformación, ya que éstas deben pedir financiación para adaptarse".
El Fondo Monetario Internacional también se ha pronunciado en la misma dirección, enfatizando la necesidad de incorporar a los riesgos financieros el riesgo climático para proteger así a los bancos de su potencial impacto. Además, el FMI ya incorpora el riesgo climático en sus evaluaciones periódicas de países.
Información transparente y homogénea desde el sector bancario
En la misma línea que abre el camino marcado por las instituciones nacionales e internacionales de supervisión, los bancos de todo el mundo están trabajando conjuntamente para establecer las metodologías que permitan medir los riesgos del cambio climático y, al mismo tiempo, mejorar también la divulgación de esa información de manera homogénea, para poder así compararla con la de otras empresas, países o sectores económicos. En este sentido, “mejorar la calidad de los datos para abordar este reto con el mismo rigor que afrontamos otros riesgos, como por ejemplo el de crédito, es esencial”, señala también Arturo.
Un ejemplo es el Compromiso de Katowice, una carta abierta dirigida a los líderes mundiales y jefes de Estado reunidos en la 24º cumbre climática de las Naciones Unidas en Katowice (Polonia) en 2018, en la que un grupo de entidades bancarias se comprometen a financiar y diseñar los servicios financieros necesarios para apoyar a los clientes en la transición a una economía baja en carbono. Así, las entidades ajustarán sus carteras de préstamos a los objetivos marcados en el Acuerdo de París contra el cambio climático.
En cuanto a la divulgación homogénea de la información sobre cambio climático, el Consejo de Estabilidad Financiera (FSB, por sus siglas en inglés) creó hace años el TCFD (‘Task Force Climate-related Financial Disclosure’, en sus siglas en inglés), un grupo de trabajo en el que participan representantes del sector privado (financiero y no financiero) para promover que la divulgación de información financiera sobre el clima sea homogénea. Tal y como resume el informe de recomendaciones de este grupo de trabajo, la publicación de la información medioambiental de manera consistente, clara y comparable conducirá a “una asignación de capital más inteligente y eficiente y ayudará a facilitar la transición hacia una economía más sostenible y con bajas emisiones de carbono”.
En 2017, como resultado de la Cumbre de One Planet en París, se estableció otro organismo multilateral con el objetivo de reverdecer la economía mundial, el NGFS (por las siglas en inglés de ‘Central Banks and Supervisors Network for Greening the Financial System’), un foro que ha creado una red de bancos centrales y supervisores para mejorar la gestión de riesgos y movilizar capital hacia inversiones verdes y bajas en carbono. Esta alianza enfatiza además la necesidad de contar con un marco de divulgación climática y ambiental sólido e internacionalmente consistente. Para conseguirlo, los miembros de esta alianza apoyan colectivamente las recomendaciones del Grupo de Trabajo sobre Divulgaciones Financieras Relacionadas con el Clima (TCFD), tal y como explican en su web.
Estos movimientos en el sector financiero son la prueba de que existe una mayor concienciación en términos generales sobre el papel fundamental de los bancos para transformar el paradigma actual. Orientar el ahorro hacia determinadas actividades y con una visión del riesgo menos cortoplacista son herramientas fundamentales para conseguir ajustar la economía a la realidad de nuestro planeta.
BBVA: compromiso y divulgación de riesgos climáticos
BBVA ha anunciado recientemente los avances en su estrategia frente al cambio climático con la publicación de su política de sostenibilidad y de su informe sobre los riesgos y oportunidades del cambio climático de acuerdo al estándar del Grupo de Trabajo de Divulgaciones Financieras sobre el Clima (TCFD, Task Force Climate-related Financial Disclosure, en sus siglas en inglés). Este informe refleja dichos progresos en la incorporación del riesgo climático en la gestión de todos los negocios de BBVA y el compromiso de la entidad para acompañar a sus clientes hacia un futuro más sostenible.
Además, el Grupo también forma parte del compromiso Katowice junto a otros bancos para ajustar sus carteras de préstamos a los objetivos marcados en el Acuerdo de París contra el cambio climático.