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Análisis económico 31 oct 2023

Los conflictos bélicos y su impacto en las economías globales

Durante toda la historia de la humanidad, los conflictos bélicos han estado presentes y siempre tendrán implicaciones para las economías locales y globales, sin embargo, en el siglo XXI, los impactos en los mercados y en la economía se presentan de forma casi inmediata, debido a la acelerada evolución de los medios de comunicación y la disponibilidad de la información en tiempo real.

Las guerras conducen a una serie de costos que van desde la destrucción del capital físico como de las infraestructuras carreteras, de comunicaciones, de producción de bienes, hasta las consecuencias humanas, tanto las irreparables pérdidas de vidas, como los desplazamientos y sufrimientos de la población afectada. Estos conflictos también modifican la asignación de recursos de un país o región para atender la coyuntura bélica y, por otra parte, también obstaculizan los flujos de comercio y de capitales internacionales, impactando así en las cadenas globales de valor. En síntesis, en materia económica, las repercusiones globales son múltiples y pueden perturbar a economías geográficamente distantes del epicentro del conflicto armado.

De acuerdo con Gerónimo Ugarte Bedwell, economista principal de BBVA México, el actual conflicto en el Medio Oriente, originado por los asesinatos y secuestros perpetrados por la organización terrorista Hamas sobre la población civil de Israel, ya provocó reacciones en los mercados. “La incertidumbre ha elevado ya los riesgos fiscales en EUA, exacerbando el alza en tasas que la mayor oferta y menor demanda de bonos gubernamentales ya implicaba, en paralelo a una caída en mercados accionarios ante una mayor aversión al riesgo de los agentes. La probabilidad de un 'soft landing' –reducir la inflación sin que se genere una recesión– es ahora menor, tanto por un potencial aumento en el precio del petróleo y energéticos que un conflicto más amplio pudiese implicar (lo cual sucedió al inicio de la guerra entre Rusia y Ucrania en 2022), como por la probabilidad creciente de tasas altas por un período más prolongado, que podría contener el crecimiento de la demanda agregada”.

las disrupciones globales y, particularmente de la economía estadounidense ante una guerra más amplia, podrían implicar alteraciones en las cadenas de valor"

El economista precisa que, si bien las afectaciones a las redes productivas globales no parecen apuntar a una recesión mundial derivada del conflicto en Medio Oriente, de presentarse un escalamiento del mismo, se podría generar un menor crecimiento de la economía global al obstaculizar los flujos de comercio de mercancías e insumos. Ugarte ejemplifica lo anterior con el caso de Europa y su dependencia del gas natural ruso, pues al iniciar la guerra con Ucrania se depende más de las materias primas de Medio Oriente por lo que de escalar el conflicto en la zona, la presión en la matriz energética europea se podría traducir en un menor crecimiento económico.

Para México, “las disrupciones globales y, particularmente de la economía estadounidense ante una guerra más amplia, podrían implicar alteraciones en las cadenas de valor, una inercia inflacionaria derivada del aumento en el precio de los energéticos y una depreciación cambiaria como consecuencia de la redirección de capitales hacia activos refugio (safe haven), como el dólar estadounidense y el oro”, explica el especialista.

"condenar y luchar contra el terrorismo en todos los ámbitos"

Al margen de las resistencia o afectación que pudiera presentarse en la economía mexicana, la situación generada en Medio Oriente es un recordatorio para “condenar y luchar contra el terrorismo en todos los ámbitos”. Desde la perspectiva financiera esto se realiza a través de la prevención activa para evitar el financiamiento al terrorismo por medio de programas de concientización y apego a la regulación internacional, así lo detalló Ugarte en su artículo “El escalamiento de la guerra en Medio Oriente podría generar disrupciones económicas globales”, publicado en El Economista el pasado 19 de octubre.