Los 10 errores más comunes de un inversor novato
Invertir en bolsa no es fácil. Pero tampoco es una actividad que deba suscitar miedo, sino más bien sólo respeto. En contra de lo que la mayoría piensa, para invertir en bolsa no hace falta ser un experto en economía. Esto no implica que no hagan falta ciertos conocimientos que se pueden adquirir, en primer lugar a través de la lectura y la información, y segundo, a través de la experiencia.
El problema para los inversores novatos es, precisamente, esa falta de experiencia en la operativa bursátil. Y es que los conocimientos teóricos no siempre los protegen de la realidad de estar ‘jugándose los cuartos’ en el parquet. Incluso aquellos que han seguido los consejos básicos para invertir en bolsa y antes de lanzarse al mundo real han practicado con alguno de los juegos de bolsa, pueden encontrar dificultades.
Aunque la mayoría de los inversores noveles y quienes se planteen entrar en el mercado ya conocerán estas directrices, nunca está de más repetir cuáles son los errores más comunes de la operativa en bolsa de los inversores novatos:
- Invertir más de la cuenta: El primer fundamento de la inversión bursátil pasa por invertir sólo el capital que no se necesita, ya que es posible perder toda la inversión, aunque sea en el peor de los casos. Así que si todavía no lo ha hecho, compruebe que sólo ha puesto en juego un dinero que no es esencial a corto y largo plazo.
- Sobrenegociar: El exceso de ilusión o las dudas suelen ser el motivo más común de que la mayoría de los inversores novatos hagan más operaciones de las que deberían, es decir, sobrenegocien. Entrar y salir demasiadas veces del mercado aumenta el coste de las operaciones e implica pérdidas si se tienen en cuenta los gastos asociados a la operativa bursátil, como las comisiones. Una parte de culpa de este exceso de transacciones se debe a la creencia errónea de que siempre hay que estar en el mercado, cuando esto dependerá, en realidad, del plazo de la inversión y, sobre todo, del riesgo que se esté dispuesto a asumir.
- Cortar las ganancias y dejar correr las pérdidas: La teoría dice que hay que dejar correr las ganancias y cortar las pérdidas. Es decir, aguantar al máximo el momento de vender cuando la acción sube, pero hacerlo más o menos rápido cuando su precio cae. Sin embargo, la mayoría de personas actúa de forma contraria. En este caso, es una mezcla de instinto y sentimientos lo que hace que seamos más propensos a cerrar una operación en cuando se registran las primeras ganancias, pero que cuesta más asumir las pérdidas. En el fondo, todo se basa en la (falsa) creencia de que antes o después, la acción remontará y podremos venderla con plusvalías.
- Dejarse dominar por sus emociones: En un mundo perfecto, cada inversor desarrollaría una estrategia de inversión y un método propio que seguiría a rajatabla bajo cualquier circunstancia. Sin embargo, en el mundo real, las emociones y los sentimientos condicionan la operativa hasta el punto de hacer inservibles las teorías del mercado perfecto.
- Encariñarse con un valor: Prácticamente todos los inversores han cometido este error en algún punto de su ‘carrera’. El tiempo dedicado a su análisis, haber acertado previamente con el título o cualquier otro motivo muchas veces desconocido (incluso para el propio inversor) hace que se tenga una fe ciega en el valor y su potencial alcista.
- No frenar las pérdidas: Todo el mundo que empieza a invertir lo hacer con el objetivo de ganar dinero, pero son pocos los que realmente se plantean la posibilidad de perderlo. Al margen del capital que se puede o debe invertir, lo primero que se debe determinar en una operación son las minusvalías que uno está dispuesto a asumir. Cuando se ha reflexionado sobre el tema es el momento de fijar el stop-loss.
- Fiarse de los rumores y recomendaciones: Es muy habitual que los inversores noveles busquen consejo de los más experimentados a través de foros y otros medios. Y aquí llega el error más común, fiarse de información dudosa u operar en base a rumores. Aprender a diferenciar las fuentes de información fiable de las que no lo son, es quizás la tarea más complicada, pero también la más importante si se quiere hacer caso a las voces que rodean el mercado. Lo mismo se puede decir de los analistas y sus recomendaciones. No todos se adaptarán a la estrategia concreta del inversor, y por lo tanto, no todos serán válidos para su operativa.
- Invertir más allá nuestras posibilidades: Al igual que los consejos de los analistas serán más o menos útiles en función del tipo de inversión que realicen, hay que saber diseñar una estrategia que se adapte realmente a las posibilidades de cada uno. Es decir, no se puede diseñar una estrategia intradiaria si después no se tiene tiempo y por lo tanto la agilidad necesaria para entrar y salir con la rapidez que requieren este tipo de operaciones. Del mismo modo, un inversor a largo plazo (por lo menos desde su propia concepción) no debe estar constantemente operando. Aunque hay que plantearse estas cuestiones antes de entrar en el mercado, la operativa puede deparar muchas sorpresas.
- Mala elección del intermediario financiero: Cuando la diferencia entre el planteamiento teórico y la realidad es muy grande, la consecuencia también puede ser que el bróker o la modalidad con el que operamos no se adapten a las necesidades de la misma. En el caso de quienes pensaban realizar pocas operaciones pero no paran de abrir y cerrar posiciones el efecto más inmediato, suele ser el pago de demasiadas comisiones.
- Dejarse ‘abducir’ por la bolsa: quienes no están acostumbrados a ver su dinero en juego, pueden terminar sufriendo de estrés por culpa de la bolsa. Es muy habitual ver a inversores noveles pendientes las 24 horas del devenir de sus acciones cuando en realidad habían planteado una operativa a largo plazo. Una buena planificación, paciencia y calma son el mejor remedio. Además, en último caso siempre es posible abandonar el mercado.
A estos errores se le pueden sumar otros más relacionados con los mecanismos del mercado y los tiempos de ejecución de las órdenes, como por ejemplo no contar con liquidez para comprar y tener que esperar la transferencia de otra cuenta o dar una orden de compra a precio limitado con un margen demasiado justo.