Cómo limpiar una atmósfera caliente y oscura
El climatólogo indio Veerabhadran Ramanathan decidió estudiar el cambio climático cuando tomó conciencia de hasta qué punto la actividad humana altera la composición de la atmósfera. Fue a mediados de los años setenta, al descubrir que el CO2 no es el único gas atmosférico de efecto invernadero: hay otros gases llamados traza menos abundantes que el CO2 pero que atrapan mil veces más calor, y su concentración en la atmósfera también va en aumento.
El hallazgo de Ramanathan contribuyó a abrir los ojos a la comunidad internacional sobre lo grave y lo urgente del problema del cambio climático. Dos décadas después Ramanathan obtendría otro resultado con implicaciones igualmente preocupantes.
Recurriendo por primera vez a pequeños aviones no tripulados, lo que ahora conocemos como drones, descubrió sobre el Pacífico una inmensa nube oscura, extensa como un continente. Su tamaño le impresionó tanto como su composición: hollín, el contaminante que ennegrece el humo.
Los países desarrollados lograron hace ya décadas reducir —que no eliminar— este contaminante, pero en los países pobres se siguen quemando grandes cantidades del tipo de combustible que lo produce. El dato importante es que el hollín es tóxico y produce la muerte de millones de personas al año en todo el mundo.
No solo eso. Ramanathan descubrió además que este contaminante ejerce un potente efecto invernadero. La gigante nube oscura sobre el Pacífico vincula estrechamente cambio climático, pobreza, contaminación y enfermedad. Ramanathan recordó una escena cotidiana de su infancia en la India: su abuela tosiendo mientras cocinaba en una lumbre donde ardían excrementos de vaca.
Veerabhadran Ramanathan , junto a una cocina tradicional india. Scripps Institution of Oceanography, UC San Diego
Se diría que los principales hallazgos de Ramanathan, catedrático de la Scripps Institution of Oceanography (San Diego, Estados Unidos), han sido fuente de malas noticias. Sin embargo, el ganador de la octava edición del Premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento en Cambio Climático ha partido de sus propios descubrimientos para proponer nuevas estrategias de lucha contra el calentamiento global. Estima, por ejemplo, que si además de reducir las emisiones de CO2 se limitan los gases traza y el hollín, en 2030 habrá disminuido a la mitad el calentamiento previsto para los próximos treinta y cinco años.
La mala noticia es que hay otros contaminantes además del CO2 con gran impacto en el clima; la buena es que reduciendo sus emisiones ralentizaríamos el calentamiento global — Ramanathan
Por ello el jurado ha reconocido, junto a la ciencia de Ramanathan, sus propuestas «para mitigar el cambio climático y mejorar la calidad del aire y la salud, especialmente en las regiones más desfavorecidas». Ha destacado además la labor del climatólogo como asesor de líderes políticos y religiosos, como el Papa Francisco y el Dalai Lama, y su capacidad de «comunicarlos riesgos que suponen el cambio climático y la contaminación».
Nacido en Madurai (India) en 1944, Veerabhadran Ramanathan se formó como ingeniero y pronto empezó a trabajar en una fábrica de frigoríficos, tratando con los mismos gases sobre los que años después se centraría su primer descubrimiento. Pero la experiencia laboral no le gustó. Volvió a la universidad a completar su formación y decidió hacer el doctorado en Estados Unidos.
Durante su viaje, el jefe de su grupo de acogida en la Universidad Estatal de Nueva York cambió de línea de trabajo y Ramanathan se encontró con que en lugar de estudiar la combustión debía investigar el efecto invernadero en Venus y Marte. Se adaptó tan bien al cambio que acabó investigando para la NASA la influencia del ozono atmosférico sobre el clima de la Tierra.
Así fue como en 1975 Ramanathan descubrió que los clorofluorocarbonos (CFC), un tipo de gases hasta entonces solo asociados a la destrucción de la capa de ozono —y empleados en frigoríficos como los de la fábrica donde él mismo había trabajado—, son además potentísimos gases de efecto invernadero. Una tonelada de CFC atrapa tanto calor en la atmósfera como 10.000 toneladas de CO2.
Imagen del agujero de ozono sobre la Antártida. NASA
La reacción inicial de la comunidad científica fue de escepticismo: ¿cómo podían esos gases tan poco abundantes alterar tanto la atmósfera? Los cálculos, sin embargo, eran correctos. Poco después se descubrieron más de estos gases traza con potente efecto invernadero, como el metano y los HFC (los refrigerantes que sustituyeron a los CFC porque no dañan al ozono). Hoy se sabe que la mitad del efecto invernadero atribuible a la acción del hombre se debe a los gases traza.
Pero hay una buena noticia: el dióxido de carbono permanece en la atmósfera durante siglos, mientras que los gases traza y el hollín desaparecen en relativamente poco tiempo. Por eso Ramanathan defiende que hay que reducir no solo las emisiones de CO2, sino también las de estos contaminantes de vida corta: «Esto tendría un efecto rápido contra el calentamiento, retrasaría los desastres ambientales y nos daría un tiempo que necesitamos desesperadamente para cambiar nuestra dieta energética».
Ramanathan insiste en que el cambio climático es un problema causado por la parte rica de la humanidad pero que padece sobre todo la más pobre: «Tres mil millones de personas que no tienen con qué protegerse, y que no podemos dejar atrás». Con ese argumento, y con el deseo de combatir la sensación de «gran fracaso personal» que sentía después de treinta años siendo «una fuente constante de malas noticias», Ramanathan creó en 2004 la ONG Proyecto Surya, que aspira a reemplazar las cocinas tradicionales en la India —alimentadas con los combustibles que ennegrecen la atmósfera y el futuro— por cocinas eléctricas con energía solar.