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Adultos 05 mar 2016

¿La longevidad es un riesgo asegurable?

El aumento de la esperanza de vida en las sociedades desarrolladas es un factor que se debe tener en cuenta a la hora de reformar los sistemas de pensiones públicas. En la actualidad, más de la mitad de todos los varones y dos tercios de todas las mujeres nacidas en países occidentales pueden alcanzar los 80 años. Esto provoca que las personas corran el riesgo de sobrevivir a los ahorros que han acumulado durante su vida laboral. Es lo que se conoce como riesgo de longevidad.

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Para calcular la posibilidad de que un porcentaje elevado de la población sobreviva a sus ahorros, se utilizan las tablas de vida, que incorporan una previsión de las tendencias futuras de la mortalidad. De la precisión de este instrumento depende que la predicción sea acertada y genere un beneficio, o fallida y suponga un déficit para los estados y entidades aseguradoras. Una definición más técnica de este concepto se puede expresar de la siguiente forma: el riesgo de longevidad es el riesgo de que los resultados futuros de la mortalidad y de la esperanza de vida lleguen a ser sistemáticamente diferentes de las expectativas.

El riesgo de longevidad para los sistemas públicos de pensiones

Lo países desarrollados han introducido a lo largo del tiempo diferentes reformas en sus sistemas de pensiones para tratar de cubrir el riesgo de la longevidad. Por lo general, lo han hecho utilizando factores de sostenibilidad que condicionan el cálculo de la pensión que van a recibir los trabajadores en el futuro. En el caso de España, esto provoca que nuestra pensión merme a medida que la esperanza de vida media de nuestro país va aumentando.

Dicho de otro modo, lo que han hecho ha sido traspasar el riesgo a los trabajadores, beneficiaros del sistema público de pensiones, ya que son ellos los que al final absorben el diferencial que se produce entre las cotizaciones realizadas y la pensión recibida por el aumento medio de la esperanza de vida a costa de tener una pensión más reducida. Esta solución, que puede ser válida a nivel estatal, no es factible para el ramo de las aseguradoras y entidades financieras que comercializan productos vitalicios, donde la longevidad es un riesgo importante.

El riesgo de longevidad para fondos de pensiones y rentas vitalicias

El riesgo asociado al aumento de la esperanza de vida no contaba con los instrumentos financieros adecuados hasta no hace mucho. Las empresas de seguros podían compensar cualquier desviación imprevista en el riesgo de longevidad gracias a los rendimientos de las inversiones rentables. Sin embargo, la competencia en el sector, la reducción de márgenes de beneficios y la longevidad hacen, hoy por hoy, inviable que puedan asumir por sí mismas estos riesgos.

Esto ha provocado que en los últimos años el número de personas cubiertas por los planes de pensiones de prestaciones definidas haya disminuido constantemente. Se ha dado una transferencia de estos productos financieros a planes de aportaciones definidas, donde el aumento de la esperanza de vida ya no supone un riesgo o, en todo caso, éste queda en manos de los particulares que han apostado por este tipo de plan para su jubilación.

Vamos a poner un ejemplo del riesgo que supone para las aseguradoras y entidades financieras la longevidad. Si la previsión es que el titular de una renta muera en 20 años y tiene una prima de renta vitalicia de 100.000€, deberá hacer frente a 240 cuotas a razón de unos 417€ mensuales. Si el pronóstico de fallecimiento es de 25 años, la cuota mensual debería ser menor, 333€. Esto, simplificando los cálculos y sin tener en cuenta factores como los intereses o el valor temporal del dinero.

Esto ha provocado una demanda creciente de instrumentos vinculados a la longevidad para cubrir dichos riesgos. Entre los más utilizados se podrían citar los bonos de longevidad, bonos de mortalidad, swaps de longevidad y contratos q-forward, puesto que, como hemos comentado anteriormente, el sector de seguros y reaseguros no dispone de capital suficiente para absorber la exposición total a este riesgo.

La cobertura del riesgo de longevidad

Vamos a ver un poco más en detalle alguno de estos productos que buscan mitigar este factor:

  • Fondos de rentas vitalicias agrupadas, que intentan cubrir los riesgos de este tipo de productos, uno de los más afectados por el índice de la longevidad. De esta manera, los pagos de prestaciones están vinculados a la experiencia de la mortalidad del grupo, donde el riesgo es asumido por los participantes de los fondos.
  • Seguro de longevidad, que se contratan a una edad temprana, pero se empiezan a percibir a una edad más tardía de la jubilación, 70 u 80 años, tras la cual el asegurador empieza a pagar una renta durante el resto de su vida.
  • Transferencia y recompra de pensiones para traspasar obligaciones y activos asociados a un conjunto específico de participantes de un plan de pensiones a una compañía de seguros mediante un contrato de rentas vitalicias de grupo. Las operaciones pueden diseñarse para reducir el tamaño del plan de pensiones en el balance del patrocinador o para liberar al patrocinador de forma permanente de los riesgos.
  • Contratos de cobertura del riesgo de longevidad, que están pensados para reducir el riesgo para los planes de pensiones del aumento de los costes asociados con una esperanza de vida que no estaba contemplada, es decir, que los miembros del plan vivan sistemáticamente más de lo planificado.
  • Bonos de longevidad y mortalidad. Se trata de un instrumento de deuda financiera, en el que los flujos de efectivo futuros del capital invertido o del cupón dependen de la materialización de un índice de supervivencia o de mortalidad dentro de un grupo de población seleccionada.
  • Acuerdos de reaseguros, basados en la diversificación de los riesgos, aunque para el caso de la longevidad son menos efectivos.

Con todo esto podríamos concluir que hoy en día la longevidad es un riesgo que se puede asegurar y que se debe tener en cuenta a la hora de calcular cualquier producto de ahorro o inversión que esté asociado a una renta vitalicia. Este factor lo deben tener en cuenta tanto ciudadanos como entidades financieras y aseguradoras o los países para que sus sistemas públicos de pensiones sean viables.

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