La inclusión financiera entra en la agenda del G20
La inclusión financiera es una de las prioridades de la agenda del G20, pues se trata de un ingrediente esencial para el desarrollo económico y la reducción de la pobreza. Las nuevas tecnologías, en especial el uso del teléfono móvil, sirven ahora como catalizador de esta pequeña revolución que permite el acceso a los servicios financieros a la población que hasta ahora no estaba bancarizada.
El G20, bajo la presidencia de Alemania, se ha comprometido con la promoción de la inclusión financiera, apostando por los canales digitales. Y se espera que Argentina, cuyo presidente Mauricio Macri visitó España la semana pasada, continúe esta línea aprovechando que en 2018 será el país que presida este foro.
De acuerdo con el Índice de Inclusión Financiera- MIFI (por sus siglas en inglés) de BBVA Research, a la cabeza del ránking de países según su nivel de Inclusión Financiera* se sitúan Israel, Corea del Sur y Canadá. Sorprendemente, el cuarto país de la tabla es Brasil, una excepción en América Latina, donde la inclusión financiera es aún asignatura pendiente para muchos países. Llama especialmente la atención el caso de Argentina que ocupa el puesto número 70 en este ránking financiera, según un análisis BBVA Research. El estudio concluye que el uso de servicios financieros en este país es relativamente bajo en comparación con el de sus países vecinos. Uno de los aspectos pendientes de mejora es la creación de un marco regulatorio en el país, aún incipiente.
Desde 2016, el gobierno argentino y el Banco Interamericano de Desarrollo elaboran una estrategia integral de inclusión financiera, con medidas para facilitar la contratación de productos financieros y mejorar la educación financiera de las personas. Argentina busca así emular casos de éxito, como el de Perú, Colombia o Paraguay, a la cabeza del ránking Microscopio Global 2016, elaborado por la unidad de inteligencia de The Economist, con el apoyo del propio Banco Interamericano de Desarrollo. ¿El reto? Alinear tecnología y normativa para lograr la escalabilidad del alcance de los servicios financieros. Por ejemplo, en Argentina tan sólo 3 de los 37 productos de dinero electrónico cuentan hasta la fecha con más de 2 millones de usuarios.
Un ejemplo del compromiso del G20 con la inclusión financiera es la reciente conferencia organizada por el Ministerio de Finanzas alemán y el Bundesbank en Wiesbaden (Alemania), en el marco de la presidencia germana del G20, sobre las oportunidades y los riesgos de la transformación digital, donde BBVA tuvo un papel relevante. En este foro, el consejero ejecutivo de BBVA, José Manuel González-Páramo, analizó el impacto que la transformación digital tiene en sectores con dificultades para acceder a los servicios bancarios. Por el lado de la demanda, explicó que la tecnología ayuda a las personas a acceder a la banca, sobre todo a través del uso de dispositivos móviles. La elevada penetración del móvil en las economías emergentes tiene el potencial de ayudar a superar barreras estructurales a la inclusión financiera, como la distancia geográfica y los procesos burocráticos, mejorando la relación tiempo-eficiencia. Por el lado de la oferta, añadió que la transformación digital reduce los costes para las entidades financieras.
La tecnología ayuda a las personas a acceder a la banca, sobre todo a través del uso de dispositivos móviles
También el Banco Mundial tiene el objetivo de que, en 2020, el acceso a los servicios financieros sea universal. Para ello, ha lanzado la iniciativa Universal Financial Access 2020 (UFA), en la que participa la Fundación Microfinanzas BBVA junto con otras 29 organizaciones en todo el mundo. Según los datos del Banco Mundial, entre 2011 y 2014, el número de personas con acceso a una cuenta bancaria aumentó en 700 millones en todo el mundo, hasta alcanzar el 62% de la población adulta global.
¿Qué puede hacer la regulación para impulsar la inclusión financiera?
Cada vez está más extendida la idea de que la digitalización de los servicios financieros es un factor decisivo en la promoción de la inclusión financiera, pues permite reducir algunas de las barreras al acceso y al uso del sistema financiero, tales como los temas de costes, tiempo, distancia y confianza entre las partes. Así, tanto instituciones financieras como no financieras han comenzado a ofrecer nuevos servicios financieros digitales con el objetivo de llegar a millones de clientes nuevos.
En palabras de David Tuesta, Economista Jefe de la Unidad de Inclusión Financiera, los reguladores son clave para “facilitar a las instituciones financieras la implementación tecnológica de cara a facilitar la interacción y enrolamiento de los clientes a la banca. La tecnología tienen un claro rol para reducir costes, reducir tiempos, traslados, ofrecer productos convenientes e incrementar la confianza de las personas en las finanzas”.
Los reguladores son clave para facilitar a las instituciones financieras la implementación tecnológica de cara a facilitar la interacción y enrolamiento de los clientes a la banca
Los organismos reguladores globales (o sector standard-setting bodies, SSBs) valoran el potencial de estos nuevos servicios financieros digitales en la promoción de la inclusión financiera, pero también se dan cuenta de que la naturaleza de los riesgos a los que se enfrentan cambiará a lo largo del proceso. En febrero de 2016, la Asociación Mundial para la Inclusión Financiera (GPFI por sus siglas en inglés) publicó un Libro Blanco tratando de concienciar de este panorama cambiante. Este documento propone un papel más activo de los reguladores en materias como una protección inclusiva del consumidor, como por ejemplo aumentar la regulación en identidad y privacidad, y situar al crowdfunding en la base de la pirámide.
No obstante, BBVA Research señala en su informe Situación Economía Digital de abril de 2016, que de momento la creación de un marco regulatorio que sea compatible con los mandatos tradicionales de la regulación financiera es una responsabilidad que recae principalmente a nivel nacional. Aun así, el trabajo de los organismos reguladores internacionales supone un paso significativo hacia delante y puede guiar tanto a países miembros como no miembros a la hora de abordar el reto de la inclusión financiera.